Comentario al evangelio del Lunes 04 de Noviembre del 2013
Hermanas y hermanos:
El pasaje lucano de hoy narra una de las más sabrosas revelaciones de Jesús. Invitado por un
distinguido fariseo, en su misma casa le interpela con un aviso moral. Se trata de una advertencia de
suma actualidad también para hoy. El protocolo exige que un invitado no dirija correcciones públicas
hacia su anfitrión. Pero en esta ocasión, Jesús no se rige por ese principio de prudencia. Su libertad
espontánea parece rayar en el descaro o en la falta de educación. Pero, Él es la Verdad… y la naturaleza
de la Verdad es la comunicación. No hubiera podido callar.
Jesús le pide a este personaje -y también a nosotros- que sus intenciones sean limpias y no
calculadoras. Se trata de hacer que la gratuidad venza el interés. Esa higiene motivacional se entrena y
se consolida al hacer el bien a aquellos que no pueden devolver el favor. La falta de correspondencia
libera de la tentación de la solapada ambición camuflada de grandeza de espíritu. Hacer el bien a quien
no puede devolver el favor y hacerlo sin esperarlo ni desearlo se llama también gratuidad. La gratuidad
es un componente esencial de la gracia. Es una de las infinitas propiedades del amor de Dios. Así lo
refiere también Pablo en el fragmento de su carta a los Romanos que hoy se proclama en la liturgia:
“Los dones y la llamada de Dios son irrevocables” (Rom 11,19). Entre otras cosas esa afirmación
viene a decirnos que el único que actúa con absoluta gratuidad y generosidad es Dios, nuestro buen
Padre. Da irrevocablemente, aun cuando nunca sea adecuadamente correspondido.
No hace mucho me comentaba una educadora: “Mira, trabajo con chicos y chicas que jamás han visto
a nadie amar de veras y gratuitamente, sin intereses. Ni sus médicos lo hacen, ni sus profesores lo
hacemos, ni sus amigos,… y es que ya ni siquiera se sienten amados incondicionalmente por muchos de
sus padres. Todos buscan, de una u otra forma, algo de ellos: reconocimiento, afecto, tranquilidad,
dinero,… o distancia por lo que molestan”. El amor limpio es raro. Y, sin embargo, ¡cuánto
agradecemos todos que nos traten desinteresadamente! El evangelio de hoy me indica que el primer
paso en la gratuidad me toca darlo a mí. Me tocará revisar mis intenciones.
Hermano en el Señor
Juan Carlos cmf
Juan Carlos Martos, cmf