Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Tiempo Ordinario, Año Impar,
Semana No. 31, Jueves
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: En la vida y en la muerte somos del Señor * Espero gozar
de la dicha del Señor en el país de la vida. * Habrá alegría en el cielo por un solo
pecador que se convierta
Textos para este día:
Romanos 14,7-12:
Hermanos: Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí
mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; en
la vida y en la muerte somos del Señor. Para esto murió y resucitó Cristo: para ser
Señor de vivos y muertos. Tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? Y tú, ¿por qué
desprecias a tu hermano? Todos compareceremos ante el tribunal de Dios, porque
está escrito: "Por mi vida, dice el Señor, ante mí se doblará toda rodilla, a mí me
alabará toda lengua." Por eso, cada uno dará cuenta a Dios de sí mismo.
Salmo 26:
El Señor es mi luz y mi salvación, / ¿a quién temeré? / El Señor es la defensa de
mi vida, / ¿quién me hará temblar? R.
Una cosa pido al Señor, / eso buscaré: / habitar en la casa del Señor / por los días
de mi vida; / gozar de la dulzura del Señor, / contemplando su templo. R.
Espero gozar de la dicha del Señor / en el país de la vida. / Espera en el Señor, sé
valiente, / ten ánimo, espera en el Señor. R
Lucas 15,1-10:
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a
escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: "Ése acoge a los
pecadores y come con ellos." Jesús les dijo esta parábola: "Si uno de vosotros tiene
cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras
la descarriada hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los
hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para
decirles: "¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido." Os digo
que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta
que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.
Y si una mujer tiene diez monedas y se le pierde una, ¿no enciende una lámpara y
barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra,
reúne a las amigas y vecinas para decirles "¡Felicitadme!, he encontrado la moneda
que se me había perdido." Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de
Dios por un solo pecador que se convierta."
Homilía
Temas de las lecturas: En la vida y en la muerte somos del Señor * Espero gozar
de la dicha del Señor en el país de la vida. * Habrá alegría en el cielo por un solo
pecador que se convierta
1. ¿Por qué juzgas a tu hermano?
1.1 Pablo pregunta en la primera de lectura: "¿por qué juzgas a tu hermano?". Es
una buena pregunta, y no deberíamos darla por respondida. De hecho, si no la
respondemos a conciencia, lo más probable es que creamos que nuestros motivos y
nuestras motivaciones al juzgar están correctas, y con ello por allá en la mente,
seguiremos juzgando, y juzgando mal. Así que preguntémonos por qué juzgamos.
1.2 Pero antes hay que aclarar que no todos los juicios son iguales. Una cosa es
tener clara una opinión sobre lo bueno y lo malo y otra cosa es clasificar a las
personas en buenas y malas. Cuando la Biblia nos prohíbe juzgar va más en este
segundo sentido, como queda claro en lo que nos enseña Pablo: "cada uno de
nosotros tendrá que dar cuenta de sí mismo a Dios", de modo que lo pecaminoso es
eso de querer tomar el lugar de Dios.
1.3 Sin embargo, es un hecho que hemos juzgado a muchas personas. ¿Por qué?
¿Qué bien esperamos sacar de ello? Esa es una pregunta que puede orientarnos.
Tal vez queremos sentir que el bien está de nuestro lado, y por lo tanto que valen
la pena nuestros esfuerzos por ser "buenos". Tal vez queremos alejar de nuestro
pensamiento a la gente que sentimos como una "amenaza" para nuestra integridad
o nuestros bienes, para nuestra honra o nuestras personas queridas. Tal vez
porque nos atraen los bienes deleitables que vemos que cometen los mismos que
juzgamos: produciendo una condena "severa" intentamos que no nos seduzcan los
pecados que visiblemente disfrutan aquellos que obran a su antojo. Tal vez, en fin,
por halagar nuestro ego, ya sea como un ejercicio de caricia a nosotros mismos, o
como una exhibición de virtud que esperamos que nos atraiga admiración y amistad
de otros.
1.4 Estos motivos para juzgar a las personas no van a desaparecer como por
encanto después de oír a san Pablo, pero reconocer cómo y por qué obramos puede
hacernos más sensibles a nuestra verdad profunda, que es lugar que Dios ama para
revelarnos también su propia verdad .
2. La alegría de la conversión
2.1 Mientras que nuestros juicios sólo se sacian cuando el malvado es condenado,
el corazón de Dios sólo se sacia cuando el pecador se convierte y vive. Y aquí
tenemos una gran señal de la presencia o ausencia de Dios en nuestras palabras y
pensamientos: cuando nuestro ánimo sólo hallaría reposo en el castigo del culpable,
lo más probable es que nos esté moviendo la conveniencia, la comodidad, el
autoengaño, o el demonio. Si, por el contrario, nuestro ánimo suspira pidiendo
bendición y luz de gracia para todos, incluyendo desde luego los enemigos, es signo
de la proximidad del Espíritu Santo.
2.2 El evangelio relaciona la conversión y la alegría, la cual, por lo demás, es un
tema muy querido para san Lucas.
2.3 La alegría, enseña santo Tomás, brota al contacto con el bien. Y el evangelio es
la victoria del bien. Sentirse perdonado sentirse restablecido, recuperar los
derechos de "oveja" en el rebaño, o de "hijo" en la familia, son experiencias
maravillosas que nos devuelven el contacto con un bien que considerábamos
irremediablemente perdido. Cristo toma esas experiencias, incluso en cosas tan
sencillas como la moneda reencontrada, para contarnos el amor del Padre de los
cielos.