¡CREO! ¿PASA ALGO?
Padre Javier Leoz
¿Pero tú crees en la resurrección después de la muerte? ¡Por supuesto! ¡Lo
creo y no pierdo nada! Así de contundente, un sacerdote, contestaba en
plena calle a una interpelación de un periodista en plena calle.
1.- Los saduceos, que no creían en la resurrección, se mofaban de ella y por
añadido de los que profesaban esta creencia. Hoy, como entonces, también nos
toca asistir constantemente a encuestas que nos dicen que un alto porcentaje de
católicos no creen en la resurrección. A lo que, con el evangelio en la mano, habrá
que responder: ni son católicos ni son cristianos. ¿Por qué? Porque el cristianismo
se sustenta en esa verdad fundamental: la resurrección de Cristo y, con ella, la de
cada uno de nosotros.
Ser testigos de esta verdad es una misión que, aunque resulte difícil, se convierte
en un signo de la fortaleza y vigorosidad de nuestra fe y, sobre todo, de nuestra
fidelidad a Jesús.
Una vez celebrada la Festividad de Todos los Santos y de Todos los Difuntos, se nos
impone una reflexión:
-¿Valoramos y mantenemos vivo el recuerdo por nuestros difuntos?
-¿Tratamos con respeto sus restos? Resulta llamativo, por lo menos en algunos
lugares de España, cómo levantamos monumentos a mascotas y –en cambio- una
vez incinerados los restos de nuestros seres queridos los dispersamos por montes,
mares o jardines. ¿Es correcto? ¿Dónde queda entonces la memoria de nuestros
difuntos? ¿Acaso nos estorban? ¿Tal vez nos incomoda el visitarles una vez al año?
Algo, en este sentido, tiene que cambiar y a mejor. Somos semillas de esperanza
pero, esas semillas, ¿no deben de ser tratadas con mimo y depositadas en un lugar
digno?
2.- Como cristianos, y al igual que aquellos niños macabeos, esperamos en Dios.
Sabemos que, es mejor morir según Dios que atenazados por la frialdad y la
incredulidad del mundo. No acompaña el ambiente ni, mucho menos, las ideologías
que endiosan lo pragmático y ridiculizan hasta lo más santo.
Frente aquellos que sólo creen en lo que ven, nosotros –por la Palabra del Señor--
y por su muerte y resurrección, creemos en lo que no vemos: ¡resucitaremos!
Un profesor, ante una pregunta de un alumno sobre este tema, le respondió: “mira;
si hay algo es mucho lo que gano…y si no hay nada (cosa que no creo) no perderé
mucho menos que tú y, además, habré vivido con esperanza”.
3.- Vale la pena, amigos, creer y fiarnos de las palabras del Señor. Vale la pena
sufrir calumnias y burlas, incomprensiones o sonrisas malévolas cuando sabemos
que, después del sufrimiento y de la prueba, han de quedan en evidencia aquellos
que vivieron sin Dios y, por el contrario, hemos de disfrutar de una vida eterna con
el Señor aquellos que creemos profundamente en El. Y es que, al final, Dios es
quien ríe el último y a pleno pulmón.
4.- QUE NO ME IMPORTE, SEÑOR
Ser incomprendido, por defender que Tú vives en mí,
antes que ser elevado en el pódium del éxito efímero
pero sin horizontes ni razones para existir
QUE NO ME IMPORTE, SEÑOR
Las risas de los que no me entienden por lo que creo
Ni el vacío de los que no me quieren por lo que siento
QUE NO ME IMPORTE, SEÑOR
El no percibir algunas verdades que tú me ofreces
cuanto esperar a que un día se hagan realidad
QUE NO ME IMPORTE, SEÑOR
Cómo me rescatarás de la muerte,
cuanto saber que, ahora y aquí,
me acompañas y me animas con tu Palabra
me alimentas con tu Cuerpo y con tu Sangre
y, en el fondo de mi alma,
me haces arder en ansias de poder verte
QUE NO ME IMPORTE, SEÑOR
La burla de los que no se molestan en buscarte
La sonrisa de los que, sintiéndose poderosos,
serán nada y polilla después de su grandeza
QUE NO ME IMPORTE, SEÑOR
Las falsas promesas que el mundo me ofrece
frente a las tuyas que han de ser eternas
Los cortos caminos, que me llevan al abismo,
frente a los tuyos –estrechos y difíciles-
pero con final feliz y glorioso.
QUE NO ME IMPORTE, SEÑOR