EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
sábado 09 Noviembre 2013
Dedicación de la basílica de Letrán, fiesta
Libro de Ezequiel 47,1-2.8-9.12.
El hombre me hizo volver a la entrada de la Casa, y vi que salía agua por debajo
del umbral de la Casa, en dirección al oriente, porque la fachada de la Casa miraba
hacia el oriente. El agua descendía por debajo del costado derecho de la Casa, al
sur del Altar.
Luego me sacó por el camino de la puerta septentrional, y me hizo dar la vuelta por
un camino exterior, hasta la puerta exterior que miraba hacia el oriente. Allí vi que
el agua fluía por el costado derecho.
Entonces me dijo: "Estas aguas fluyen hacia el sector oriental, bajan hasta la
estepa y van a desembocar en el Mar. Se las hace salir hasta el Mar, para que sus
aguas sean saneadas.
Hasta donde llegue el torrente, tendrán vida todos los seres vivientes que se
mueven por el suelo y habrá peces en abundancia. Porque cuando esta agua llegue
hasta el Mar, sus aguas quedarán saneadas, y habrá vida en todas parte adonde
llegue el torrente.
Al borde del torrente, sobre sus dos orillas, crecerán árboles frutales de todas las
especies. No se marchitarán sus hojas ni se agotarán sus frutos, y todos los meses
producirán nuevos frutos, porque el agua sale del Santuario. Sus frutos servirán de
alimento y sus hojas de remedio".
Salmo 46(45),2-3.5-6.8-9.
Dios es nuestro refugio y fortaleza,
socorro siempre a mano en momentos de angustia.
Por eso, si hay temblor no temeremos,
o si al fondo del mar caen los montes;
Un río, sus brazos regocijan
a la ciudad de Dios,
santifica las moradas del Altísimo.
Dios está en ella, no puede ceder,
Dios la socorre al despuntar la aurora.
El Señor Sabaot está con nosotros,
es nuestro baluarte el Dios de Jacob.
Vengan a ver las hazañas del Señor,
y los estragos que causó a la tierra.
Evangelio según San Juan 2,13-22.
Se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén
y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los
cambistas sentados delante de sus mesas.
Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus
bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas
y dijo a los vendedores de palomas: "Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de
mi Padre una casa de comercio".
Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: El celo por tu Casa me
consumirá.
Entonces los judíos le preguntaron: "¿Qué signo nos das para obrar así?".
Jesús les respondió: "Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar".
Los judíos le dijeron: "Han sido necesarios cuarenta y seis años para construir este
Templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?".
Pero él se refería al templo de su cuerpo.
Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que él había dicho esto, y
creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado.
Comentario del Evangelio por :
Orígenes (c.185-253), sacerdote, teólogo
Homilías sobre el libro de Josué n° 9, 1-2; PG 12, 871-872
Ser piedras vivas
Todos nosotros, creyentes en Cristo Jesús somos llamados “piedras vivas” según la
palabra de la Escritura: “también vosotros, como piedras vivas, vais construyendo
un templo espiritual dedicado a un sacerdocio santo, para ofrecer, por medio de
Jesucristo, sacrificios espirituales agradables a Dios.” (1P 2,5)
Así cuando se trata de piedras materiales, sabemos que se procura colocar en los
cimientos las piedras más sólidas y más resistentes para poder colocar luego
encima todo el peso del edificio. Las piedras que siguen, de calidad un poco inferior,
se colocan lo más cerca posible de los cimientos. Y así en lo sucesivo, según la
resistencia de las piedras...hasta el tejado. Hay que comprender que esto se aplica
de la misma manera a las piedras vivas, entre las cuales las hay que están en los
cimientos de nuestro edificio espiritual. “Los apóstoles y los profetas” Esta es la
doctrina de Pablo: “Estáis edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y
el mismo Cristo Jesús es la piedra angular.” (Ef 2,20)
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