“Dios, es Dios de los vivos, no de los muertos”
Lc 20, 27.38
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
Lectio Divina
1. LA RESURRECCIÓN, PARA EL CRISTIANO, ES LA RESURRECCIÓN DE JESÚS
Los siete hermanos de la primera lectura y del evangelio murieron. De ellos y de sus
siete esposas se esperaba un futuro y la continuación de la vida. Como en el caso
de los Macabeos, se elige a menudo el exterminio como solución de un mal: una
nación elige acabar con la vecina, un grupo elimina a otro que le hace la
competencia. Hacer desaparecer de la tierra, hacer desaparecer las huellas del otro
para poder reinar sin ser molestados y sin resistencias, es la lógica del Maligno, su
torbellino de violencia y de canalladas que destruyen la vida.
La muerte, por otra parte, daría la razón a quien intenta acaparar la vida a cualquier
precio —la propia y la de los otros—, como es el caso de los saduceos. La muerte
sería la garantía de la licitud de todo intento de manipulación de la vida, a fin de
que ésta sea perfecta, sin arrugas, siempre bella y acolchada. La muerte tiene el
poder de sofisticar la vida y desnaturalizar su verdadero sabor. El engaño de la
muerte consiste en esto: en la necesidad de dejar una huella duradera de nosotros
mismos. Educa para acumular, para después tener que dejarlo todo: ¿cuántos
hombres siguen vivos por sus legados?
La resurrección, para el cristiano, es la resurrección de Jesús, o sea, el hecho de que
Dios haya constituido “Se￱or y Cristo” al Crucificado, a aquel que muri￳ de una
muerte violenta, el que murió y fracasó. Es la relación con el Resucitado y con el
Viviente lo que da valor a nuestra vida, es la esperanza del encuentro con él lo que
nos lleva cada día a obrar bien, buscando perder la vida para encontrarla después,
no mantenerla atada a nosotros. La muerte ya no es entonces dejar, sino
encontrar, recibir, contemplar al autor de la vida, a aquel que nos la dio y la
custodia en sus manos.
Ser “ángeles” del Resucitado, anunciadores de su Se￱orío sobre el mundo: ésa es
nuestra vida. El, que fue despertado por el Padre la mañana del tercer día, vendrá a
despertarnos del sueño de la muerte. En ese momento, ésta ya no tendrá poder
alguno y todos sus encantamientos se desvanecerán porque la vida resurgirá para
siempre.
ORACION
Señor Jesús, también a nosotros, como un día a tus discípulos, nos resulta difícil
comprender tu anuncio de pasión-muerte-resurrección. También nosotros nos
comportamos más como saduceos, buscando de todas las maneras afirmarnos en la
vida, que como cristianos capaces de perder la vida por tu causa y por el Evangelio.
Tú, que has venido a darnos a conocer al Dios de la zarza, haznos testigos animosos
de tu pascua y lleva a cabo en nosotros la bienaventurada esperanza de estar
contigo siempre en la gloria del Reino de Dios, nuestro Padre.