XXXII Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Jueves
a.- Sab.7, 22-8,1: La sabiduría es reflejo de la luz eterna.
b.- Lc. 17, 20-25: El reino de Dios está dentro de vosotros.
El tema de este evangelio es la llegada del reino de Dios. En esta denominación
“reino de Dios” se sintetizan todas las esperanzas de Israel (cfr. Lc. 19, 11; 21,7;
Hch. 1,6). En todos los ambientes esta pregunta era latente: ¿Cuándo vendrá?
Desde el profeta Daniel que se esperaba su pronto cumplimiento: Israel vivió en la
cautividad de Babilonia (cfr. Jer. 25, 11; 29, 10), antes de recuperar la libertad; los
grandes sufrimientos eran una señales del tiempo mesiánico (cfr. Dn. 12,1). La
respuesta de Jesús los desconcierta, porque nadie sabrá cuando vendrá: “el reino
de Dios ya está en medio de vosotros, ya está presente” (v. 19). En la acción de
Jesús se muestra la llegada del reino de Dios: sana los enfermos, vence a Satanás,
derrota a la muerte, libera al hombre de todo lo que lo oprime (cfr. Lc.10,18;
11,20) La ley y los profetas llegan hasta Juan, desde ahora se anuncia el reino de
Dios como buena nueva; Jesús satisface las esperanzas de Israel respecto al reino
de Dios Sólo quien tiene fe en la palabra de Jesús, capta la llegada del reino, y
después de su exaltación en la acción del Espíritu Santo que envió a su Iglesia (cfr.
Mc. 4, 11; Lc. 8,10; Lc. 24, 49; Hch. 1, 4). Jesús es el profeta de los últimos
tiempos, pregonero de la misma, conoce el misterio del reino de Dios. Pero es más
que esto, porque actúa con el poder de Dios (cfr. Lc.11, 20). Si bien a los fariseos
Jesús, les habla de la venida del reino de Dios, a los apóstoles les habla del Hijo del
hombre. Sus días comenzarán cuando ÉL aparezca revestido de gloria, con todo su
poder (cfr. Lc. 23, 43; Dan. 7,13; 21, 28; 12, 8). El Hijo del hombre es el propio
Jesús (cfr. Lc. 12, 8), ha inaugurado el reino de Dios pero hay que esperar los días
del Hijo del Hombre. Anuncia días de tribulación, que los discípulos mirarán hacia
los días del Hijo del Hombre y esperarán la segunda venida del Mesías. Pero ante
los discípulos serán probados (cfr. Lc. 21, 28). Es un vivir entre el ya presente y el
todavía que no ha manifestado, es el tiempo de la Iglesia, tiempo de la realización y
la expectativa, entre la posesión y la esperanza, entre el gozo y el temor (cfr. Rm.
12, 12). Pero Jesús, deberá primer pasar por su bautismo de sangre, es decir, su
misterio pascual, ser rechazado por los hombres y sufrir la humillación de la muerte
en cruz hasta la gloria de la resurrección. En ese caminar de Jesús hacia Jerusalén
se perfila el camino del discípulo y de la Iglesia. Ella sufre la persecución y el dolor
del martirio y la tribulación por voluntad divina, antes de alcanzar el gozo
sempiterno.
Teresa de Jesús, encontró que el reino de Dios, efectivamente está dentro de
nosotros, en su interior: es la fuente de la contemplación. “Las que de esta manera
se pudieren encerrar en este cielo pequeño de nuestra alma, adonde está el que le
hizo y la tierra acostumbrar a no mirar ni estar adonde se distraigan estos sentidos
exteriores, crea que leva excelente camino y que no dejará de llegar a beber el
agua de la fuente (la contemplación), porque camina mucho en grave tiempo” (CV
28,5).