XXXII Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Viernes
a.- Sab. 13,1-9: Si lograron desvelar el cosmos, ¿cómo no descubrieron a
su Señor?
b.- Lc. 17, 26-37: El día en que se manifieste el Hijo del hombre.
Este evangelio nos habla de la manifestación del día del Hijo del hombre, su última
venida. Los días del Hijo del Hombre vendrán cuando se manifieste plenamente
desde el cielo (cfr. Col. 3,3); será día de salvación y condena, puesto que el Hijo
del Hombre viene como Juez (cfr.1 Cor.1,7; 2Tes.1,7; 1 Pe.1,7.13). Se acentúa en
ese día el Juicio, la sorpresa, lo inesperado. Jesús recuerda la despreocupación con
que la gente vivía en tiempos de Noé y Lot, respecto a la destrucción de Sodoma,
así sucederá con la segunda venida del Señor, día del Hijo del hombre. No se
convirtieron a la palabra de justicia de Noé, ni se dejaron convencer por testimonio
de Lot (cfr. Gn. 6,11- 13; 18,20; 2Pe. 2,7; 3,5-7). La sentencia cayó sobre ellos
excluyéndolos del mundo futuro (cfr.Dt.32,32; Is.1,10; Jer.23,14; Ez. 16,45-59; 2
Pe.2,6s). El fuego y el agua vienen a simbolizar, la fragilidad, la catástrofe que se
avecina, pero representan el Juicio de Dios (cfr. 2 Pe.3,5-7). ¿Qué tendrá
consistencia y valor ese día del Señor? Todo se desvaloriza, porque lo único
importante será la venida del Señor. Ese día lo único importante será salir airoso
del Juicio de Dios (cfr. Lc.21,36). Es la actitud escatológica que debemos cultivar
para alcanzar la vida verdadera, la vida en el reino de Dios, la salvación. La mujer
de Lot salió de Sodoma, cuando vino el castigo, pero como seguía apegada a lo
que había dejado, se convirtió en estatua de sal (cfr. Sab.10,7). Su mención es
para escarmentar a los discípulos de Jesús. Consigue la vida sólo quien la pierde
por Cristo y su evangelio, la muerte engendra vida, el Hijo deberá conocerla para
entrar en su gloria (cfr. Lc.9, 23). La venida del Mesías, se pensaba sería de noche,
comenzará con la separación de justos e injustos, mientras los primeros serán
llevados ante el Señor, los otros conocerán la perdición (cfr. Mt.13,48;
25,32;1Tes.4,16s). La sentencia será para todos, ¿qué determinará la sentencia?,
la vida que han llevado, las actitudes interiores. Mientras unos viven para los
placeres o intereses puramente mundanos, los otros esperan la venida de Jesús, el
Hijo del Hombre, como un bien salvífico. Mientras unos están dormidos en lo
interior, los otros están en vela, esperando la vida verdadera (cfr. Lc.13, 26ss). Si
la pregunta por el cuándo (v. 20), abre el discurso, el dónde lo cierra (v.37). La
mención de los buitres atraídos por los cadáveres, viene a significar que el Juicio de
Dios de condena caerá sobre los pecadores (v.37). El Reino de Dios, ya está
presente en Cristo Jesús, ahora queda esperar el cumplimiento de la promesa de su
parusía. Lo importante no es la cuestión dónde será el juicio, como la liberación del
pecado, la conversión. Si Jesús anuncia el final de la historia, y exhorta a la
misericordia y a la penitencia, es porque habrá misericordia con todo pecador en
este tiempo de la Iglesia.
Teresa de Jesús, considera que la vida de oración es también vivir cada el día el
juicio de Dios porque al presentarse ante la Verdad que es Dios con la propia
verdad, experimenta el examen en al amor al que tendremos que enfrentarnos
todos. “Será gran cosa a la hora de la muerte ver que vamos a ser juzgadas de
quien habemos amado sobre todas las cosas” (CV 40,8).