XXX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
El fariseo que todos llevamos dentro
La Palabra: El fariseo oraba en su interior: “Oh Dios, te doy gracias porque no soy
como los demás: ladrones, injustos, adúlteros, ni como ese publicano. Ayuno tres
veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo. El publicano, en cambio,
se quedó atrás y no se atrevía a levantar los ojos al cielo; solo se golpeaba el pecho
diciendo: ‘Se￱or, ten compasi￳n de este pecador’” (evangelio).
1. El fariseo es toda persona que se considera el justo, el poseedor de la verdad, y
en consecuencia descalifica sin más a los otros que no piensan ni actúan como él.
Ese fariseísmo tiene lugar en todos los ámbitos. En la organización política y en la
organización religiosa siempre corremos el peligro de la discriminación porque
algunos creen que son los únicos, que son como se debe ser. El fariseo lleva dentro
más o menos conscientemente dos convicciones: primera, se siente seguro de sí
mismo y superior a los demás; segunda, menosprecia y desprecia con altivez a los
que no piensan ni actúan como él.
2. Todos llevamos este fariseo dentro, y sale a relucir cuando menos lo pensamos.
La pretensi￳n de ser absolutos como Dios aflora continuamente: “no soy como los
demás, ladrones, mentirosos, dictadores, aprovechados”. En el fondo este fariseo
cree que no hay nadie en el mundo como él. Tiene una idea falsa de sí mismo,
porque todos los seres humanos somos de barro; humus en latín significa tierra.
Este fariseísmo destruye los mejores proyectos políticos y enferma también a la
misma comunidad cristiana.
3. En contraste con ese fariseo arrogante, hay un publicano, alguien socialmente
marginal, sin ningún relieve ni en política ni en religión; solo tiene derecho al
desprecio, pero posee un corazón limpio y confiesa su verdad: soy un hombre con
muchas debilidades y carencias; confío, sin embargo, en que Alguien me ama y me
perdona. El publicano, a diferencia del fariseo, no necesita justificarse ni ante Dios
ni ante los demás. Experimenta que un Amor gratuito, que a todos sostiene, le hace
justo, y en esa convicción sale del templo dispuesto a mirar a los demás con
nuevos ojos.
Fray Jesús Espeja, OP
Con permiso de Palabranueva.net