XXXII Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Viernes
El Hijo del Hombre vendrá en el día final, a poner justicia. Pero ya ahora
podemos vivir en el Reino siguiendo a Jesús
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Como sucedió en
los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre:
comían, bebían y se casaban, hasta el día que Noé entró en el arca;
entonces llegó el diluvio y acabó con todos. Lo mismo sucedió en
tiempos de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, sembraban,
construían; pero el día que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y
azufre del cielo y acabó con todos. Así sucederá el día que se
manifieste el Hijo del hombre. Aquel día, si uno está en la azotea y
tiene sus cosas en casa, que no baje por ellas; si uno está en el
campo, que no vuelva. Acordaos de la mujer de Lot. El que pretenda
guardarse su vida la perderá; y el que la pierda la recobrará. Os digo
esto: aquella noche estarán dos en una cama: a uno se lo llevarán y
al otro lo dejarán; estarán dos moliendo juntas: a una se la llevarán
y a la otra la dejarán.» Ellos le preguntaron: -«¿Dónde, Señor?» Él
contestó: -«Donde se reúnen los buitres, allí está el cuerpo»”
(Lucas, 17,26-37).
1. Si ayer nos anunciaba Jesús que el Reino es imprevisible, hoy
refuerza su afirmación comparando su venida a la del diluvio en tiempos de
Noé y al castigo de Sodoma en los de Lot.
A medida que el año litúrgico se acerca a su fin, nuestro pensamiento
se orienta también hacia una reflexión sobre el «fin» de todas las cosas.
«Todo lo que se acaba es corto». A medida que Jesús subía hacia Jerusalén,
su pensamiento se orientaba hacia el último fin. En la lectura de hoy, Jesús
nos propondrá que descifremos tres hechos históricos que considera
símbolos de todo «Fin»: el diluvio... la destrucción de una ciudad entera,
Sodoma... la ruina de Jerusalén...
-“ En tiempo de Noé...En tiempo de Lot... Lo mismo sucederá el
día que el Hijo del hombre se revelará...” En nuestro tiempo... Una
salida de fin de semana... o bien en primavera... o durante el trabajo... o en
plenas vacaciones...
-“ Comían... Bebían... Se casaban... Compraban... Vendían...
Sembraban... Construían ”... Estamos en una sociedad de «consumo»...
de «producción»..., como decimos hoy. De crisis, porque nos preocupa la
situación en estos años. El diluvio sorprendió a la mayoría de las personas
muy entretenidas en sus comidas y fiestas. El fuego que cayó sobre
Sodoma encontró a sus habitantes muy ocupados en sus proyectos. No
estaban preparados. Así sucederá al final de los tiempos. ¿Dónde? (otra
pregunta de curiosidad): "donde está el cadáver se reunirán los buitres", o
sea, en cualquier sitio donde estemos, allí será el encuentro definitivo con el
juicio de Dios.
Lo que Jesús dice del final de la historia, con la llegada del Reino
universal podemos aplicarlo al final de cada uno de nosotros, al momento
de nuestra muerte, y también a esas gracias y momentos de salvación que
se suceden en nuestra vida de cada día. Otras veces puso Jesús el ejemplo
del ladrón que no avisa cuándo entrará en la casa, y el del dueño, que
puede llegar a cualquier hora de la noche, y el del novio que, cuando va a
iniciar su boda, llama a las muchachas que tengan preparada su lámpara.
Estamos terminando el año litúrgico. Estas lecturas son un aviso para que
siempre estemos preparados, vigilantes, mirando con seriedad hacia el
futuro, que es cosa de sabios. Porque la vida es precaria y todos nosotros,
muy caducos. Vale la pena asegurarnos los bienes definitivos, y no
quedarnos encandilados por los que sólo valen aquí abajo. Sería una lástima
que, en el examen final, tuviéramos que lamentarnos de que hemos perdido
el tiempo, al comprobar que los criterios de Cristo son diferentes de los de
este mundo: "el que pretenda guardarse su vida, la perderá, y el que la
pierda, la recobrará". La seriedad de la vida va unida a una gozosa
confianza, porque ese Jesús al que recibimos con fe en la Eucaristía es el
que será nuestro Juez como Hijo del Hombre, y él nos ha asegurado: "el
que come mi Carne y bebe mi Sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré
el último día" (J. Aldazábal).
Muchos no se poseen, están “entre-tenidos”, es decir “tenidos-entre
muchas cosas”, distraídos… en satisfacer el hambre, la sed, el sexo, la
afición por los negocios, trabajo, tareas. Dormir... Muchos afirman «no
haber nada después de la muerte».
-“ Entonces llegó el diluvio, y perecieron todos... Pero el día
que Lot salió de Sodoma llovió fuego y azufre del cielo y perecieron
todos...” La vida no es una «diversión» agradable. Es algo más…
-“ Aquel día, si uno está en la azotea y tiene sus cosas en casa,
que no baje por ellas”. Jesús, eres el mismo que nos hablas de abandono
en Dios, pero aquí quieres que hagamos examen, para no perder el tiempo,
la vida…
-“ Aquella noche estarán dos en una cama, a uno se lo llevarán
y al otro lo dejarán”. Nos repites que hay que estar «siempre a punto».
«Dios mío, ¿será esta noche?» Cada día es el día del juicio (Noel Quesson).
Demasiado ocupados en sus cosas algunos prefieren no escuchar
(como los habitantes de Sodoma); o abandonan la lucha retornando hacia
lo antiguo (la mujer de Lot). De forma irresponsable, como con
inconsciencia, afrontan muchos la vida. Pero el tiempo presente es ámbito
de realización de la salvación para nosotros y para los demás. El tiempo es
“kairós”, oportunidad de salvación que nos aleja de la despreocupación y de
una vida “light”, en la espera del Señor que vendrá con gran poder y
majestad; y quiere que estemos vigilantes, como el siervo bueno y fiel a
quien el Amo confió el cuidado de todas sus posesiones y de los habitantes
de su casa. El Señor viene en cada hombre y en cada acontecimiento de la
vida, y si bien habrá un final, nuestra lucha en el hoy es servicio a Dios,
amando, sirviendo, socorriendo, alimentando, visitando, consolando a
nuestros prójimos que viven desprotegidos, construyendo un mundo más en
paz y más fraternalmente unido por el amor. Entonces estaremos ciertos de
que, al final, seremos de Dios y estaremos con Él eternamente
( www.homiliacatolica.com ) .
Jesús, son enigmáticas las palabras que dices cuando te preguntan: -
«¿Dónde, Señor?» Él contestó: -«Donde se reúnen los buitres, allí
está el cuerpo».” El cuerpo, dicen algunos, sería el anticristo, al que hace
referencia la primera lectura que vemos a continuación. Los buitres, son sus
seguidores que buscan esa carroña de muerto. Mostraría la caducidad de lo
malo, pues al final se queda en nada. Por contraste, las águilas serán los
seguidores nobles del Cuerpo (de Cristo, la Eucaristía).
2. La belleza de la creación revela al Creador: -“ Fueron insensatos
todos los hombres que ignoraron a Dios y que a través de los bienes
visibles no fueron capaces de conocer a "Aquel que es", ni
reconocieron al Artífice considerando sus obras ”. La belleza del mundo
tiene un valor religioso. Y no será el descubrimiento más profundo de las
ciencias modernas, lo que pueda reducir la belleza del universo. El cual
resulta ser mayor y más complejo aún, desde la inmensidad del cosmos a lo
infinitamente pequeño del átomo.
-“ El fuego, el viento, el aire sutil, la bóveda estrellada, la ola
impetuosa...” Hay que saber detenerse ante esas maravillas. Vivimos en
medio de fenómenos extraordinarios que no vemos... habitualmente.
Danos, Señor, una mirada nueva para contemplar "el fuego", "el viento", "la
flor", "el niño", "la estrella", «la ola» del mar.
-“ Si quedaron encantados por su belleza, hasta el punto de
haberlos tomado como dioses, sepan cuánto les aventaja el Señor
de todos ellos pues fue el Autor mismo de la belleza quien los creó ”.
En todo tiempo los hombres han sido sensibles a la belleza: Esta era una
verdadera pasión en los griegos, en la época del autor de la Sabiduría. El
mundo moderno siente también inclinación a idolatrar la belleza, de hacerla
un fin, de dejarse captar por su "encanto". Ayúdanos, Señor, a
contemplarte, a Ti, fuente e inventor de todo lo que es bello. Tú fuiste el
primero en tener la pasión de hacer cosas bellas.
-“ Y si fue su poder y su eficiencia lo que les sobrecogió,
deduzcan de ahí, cuánto más poderoso es «Aquel que los formó»,
pues de la grandeza y hermosura de las criaturas, se llega, por
analogía, a contemplar a su autor ”. “Para los antiguos el estudio de las
ciencias naturales coincidía en gran parte con el saber filosófico”, y en este
libro “el autor afirma que, precisamente razonando sobre la naturaleza, se
puede llegar hasta el Creador: « de la grandeza y hermosura de las
criaturas, se llega, por analogía, a contemplar a su Autor ». Se
reconoce así un primer paso de la Revelación divina, constituido por el
maravilloso «libro de la naturaleza», con cuya lectura, mediante los
instrumentos propios de la razón humana, se puede llegar al conocimiento
del Creador. Si el hombre con su inteligencia no llega a reconocer a Dios
como creador de todo, no se debe tanto a la falta de un medio adecuado,
cuanto sobre todo al impedimento puesto por su voluntad libre y su pecado”
(Juan Pablo II, Fides et ratio 19).
-“ Con todo no son éstos demasiado censurables; pues tal vez
se desorientan buscando a Dios: viviendo entre sus obras, se
esfuerzan por conocerlas y las apariencias los seducen” (Noel
Quesson). Busquemos sinceramente a Dios, en este mundo en que todo
está en una constante interrelación. Por medio de Cristo, Dios se hizo Dios-
con-nosotros para que no sólo llegáramos a la conclusión de que Dios
existe, sino para que, poseyendo la misma vida y el Espíritu de Dios en
nosotros, podamos entrar en una auténtica relación con Él; más aún:
lleguemos a ser sus hijos y, junto con Cristo, seamos herederos de la Gloria
del Padre.
3. “El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona
la obra de sus manos el día al día le pasa el mensaje, la noche a la
noche se lo susurra”. Todo nos habla de la armonía y de la hermosura
de Dios: “Sin que hablen, sin que pronuncien, sin que resuene su
voz, a toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe
su lenguaje”. San Juan Crisóstomo afirma: "El silencio de los cielos es
una voz más resonante que la de una trompeta: esta voz pregona a
nuestros ojos, y no a nuestros oídos, la grandeza de Aquel que los ha
creado". Y san Atanasio: "El firmamento, con su grandeza, su belleza y
su orden, es un admirable predicador de su Artífice, cuya elocuencia llena
el universo"”. Que María, la que mejor descubre esa huella divina en
todo, nos ayude a abrir los ojos para ver a Dios en lo de cada día.
Llucià Pou Sabaté