XXXIII Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Martes
a.- Ap. 3, 1-6. 14-22: Si alguien me abre, entraré y comeremos juntos.
b.- Lc. 19, 1-10: El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que
estaba perdido.
El evangelio nos presenta la figura del publicano Zaqueo que es rico, y que no se
preocupa de los demás. El día en que pasaba Jesús, éste le dirige la palabra,
pidiéndole que le invite a comer a su casa. ¿Qué ha visto en Zaqueo, el Maestro de
Nazaret? No lo sabemos, pero si constatamos que para Zaqueo el recibir en su casa
a Jesús, se exige un cambio de actitud, de conducta, antes de llevarlo a su casa:
devolverá cuatro veces lo mal adquirido, y dará la mitad de sus bienes a los pobres
(cfr. Ex. 21, 37). Zaqueo se ha puesto en sintonía con la palabra de Cristo Jesús;
ha llegado la salvaci￳n a su casa, “el Hijo del Hombre ha venido a buscar lo que
estaba perdido” (v. 10). También Zaqueo es hijo de Abraham, es decir, que su
profesión no es incompatible con la salvación que trae Jesús de Nazaret, siempre y
cuando comparta sus bienes con los pobres. El banquete habría sido en vano, sin el
cambio, que se produjo en Zaqueo; es la respuesta personal a la salvación que le
ofrece el Maestro, lo que hace a este publicano un hombre, ahora trasparente ante
la gracia y amor, el don de Dios que Jesús le comunica con su palabra y presencia.
La vida cristiana encierra exigencias de justicia y amor al prójimo. Pierde quizás
parte de su dinero y de sus bienes, pero ganó en justicia y en caridad para con el
prójimo. Los frutos de nuestra vida cristiana ha de ser el bien y la verdad, y no las
uvas amargas, frutos del egoísmo que domina muchas veces nuestro corazón. El
trabajo que se hace para ganar dinero y con ello prestigio social, si no tiene una
vertiente de compromiso con los pobres y necesitados, no es nada evangélico,
porque conlleva monopolio de la riqueza. Esto genera injusticia con los pobres y
oprimidos; el verdadero cristiano trabaja por la fraternidad, salvar lo perdido,
compartiendo los bienes, las oportunidades para saciar el hambre de los hombres
en lo físico, cultural, social y religioso. Se recupera a los excluidos, que aunque era
rico, Zaqueo, era un excluido del templo y de las cosas santas por su condición de
pecador público. La señal que poseemos la vida nueva del Resucitado, es que
amamos al prójimo. La Eucaristía, el banquete por excelencia del cristiano, es
donde aprendemos a compartir, con el cuerpo de Jesús entregado y la sangre
derramada en el cáliz, la vida nueva que nos comunica. Tarea del cristiano es
mostrar un rostro cercano de Dios a los hombres de hoy y siempre.
Teresa de Jesús, experimento la sequedad interior, el tedio espiritual, hasta dejar la
oraci￳n por un tiempo. “No había fuerzas en mi alma para salvarse, si su Majestad
con tantas mercedes no las pusiera” (V 18, 5). Pero una vez convertida,
experimenta la búsqueda de Dios, es decir, ir tras sus huellas como Zaqueo: “Qué
es bastante, para que dejemos de buscar a este Se￱or” (6M 4,10).