XXXIII Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Martes
Jesús salva a un pecador publicano: “El Hijo del Hombre ha venido a buscar
y a salvar lo que estaba perdido.”
En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un
hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de
distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era
bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para
verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio,
levantó los ojos y dijo: -«Zaqueo, baja en seguida, porque hoy
tengo que alojarme en tu casa.» Él bajó en seguida y lo recibió muy
contento. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: -«Ha entrado a
hospedarse en casa de un pecador.» Pero Zaqueo se puso en pie, y
dijo al Señor: -«Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los
pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces
más.» Jesús le contestó: -«Hoy ha sido la salvación de esta casa;
también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha
venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido» ” (Lucas 19,1-10).
1 . Lucas es el único evangelista que nos cuenta la famosa escena de
la conversión de Zaqueo. Estamos en Jericó, primer bastión de la tierra
prometida, símbolo de las luchas de Israel. El evangelista de la misericordia
y del perdón nos habla hoy de ese publicano -recaudador de impuestos, y
además para la potencia ocupante, los romanos-, despreciado y con
negocios un tanto dudosos. Dirigía el grupo de cobradores de impuestos de
la comarca.
Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad. Zaqueo, jefe de
publicanos y rico, como no podía ver a Jesús entre la gente por ser
bajo, se subió a una higuera, para verlo. Las búsquedas de Zaqueo lo
conducen a Jesús, superando todos los obstáculos que se le presentan en su
camino. Soluciona su falta de estatura encaramándose a un sicomoro.
“Jesús, al llegar a aquel sitio, levant￳ los ojos y dijo: -
«Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu
casa.» Él baj￳ en seguida y lo recibi￳ muy contento”. Zaqueo tendrá
una conversión radical, consecuente, llevada hasta sus consecuencias
materiales y sociales. Jesús busca a todos y que a todos les predica una
Noticia. La conversión será paulatina: comienza con el deseo de conocer a
Jesús de cerca; luego Jesús le habla, y él lo acoge en su casa.
Jesús, Tú que conoces el interior de las almas no te haces esperar; y
una vez más, pagas con creces insospechadas la generosidad del corazón
humano: él buscaba verte, y Tú vas a hospedarte en su casa. Zaqueo bajó
rápido y lo recibió con gozo. No puede ser de otra manera. Si acudimos
continuamente a ponernos en la presencia del Señor, se acrecentará
nuestra confianza, al comprobar que su Amor y su llamada permanecen
actuales: Dios no se cansa de amarnos. La esperanza nos demuestra que,
sin Él, no logramos realizar ni el más pequeño deber; y con él, con su
gracia, cicatrizarán nuestras heridas; nos revestiremos con su fortaleza para
resistir los ataques del enemigo, y mejoraremos. En resumen: la conciencia
de que estamos hechos de barro de botijo nos ha de servir, sobre todo,
para afirmar nuestra esperanza en Cristo Jesús (Josemaría Escrivá, Amigos
de Dios).
“Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: -«Ha entrado a
hospedarse en casa de un pecador.»” Jesús, tu presencia remueve a
Zaqueo y le lleva a la conversión.
“Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Se￱or: -«Mira, la mitad
de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he
aprovechado, le restituiré cuatro veces más.»” Es el momento de la
decisión, de la luz, de la esperanza, la conversión.
Jesús le contestó: -«Hoy ha sido la salvación de esta casa;
también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha
venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido» ” Hoy ha llegado la
salvación a esta casa. Todo empezó por aquel deseo de conocerte que le
llevó a poner los medios que hiciera falta para verte pasar. Señor, yo
también necesito que vengas a mi casa: a mi vida, a mi alma. Tengo tantas
heridas que necesitan cicatrizar, tantas flaquezas que necesitan de tu
fortaleza divina, tantos egoísmos que me impiden ser feliz. A veces pienso
que no puedo... lléname de esperanza: “¡No desesperéis nunca! Os lo diré
en todos mis discursos, en todas mis conversaciones; y si me hacéis caso,
sanaréis. Nuestra salvación tiene dos enemigos mortales: la presunción
cuando las cosas van bien y la desesperación después de la caída; este
segundo es con mucho el más terrible” (San Juan Crisóstomo).
Jesús, que la conciencia de mi poquedad y mi fragilidad no me lleve a
la desconfianza ni a la desesperación. La conciencia de que estamos hechos
de barro de botijo nos ha de servir, sobre todo, para afirmar nuestra
esperanza en Cristo Jesús. Y si alguna vez me rompo en mil pedazos, que
siempre sepa volver a Ti, especialmente a través del Sacramento de la
Penitencia, dándome cuenta de que el Hijo del Hombre ha venido a buscar y
salvar lo que estaba perdido (Pablo Cardona).
Jesús, provocas el encuentro… el resultado es la alegría, la salvaci￳n.
“Elige a un jefe de publicanos, ¿quién deseperará de sí mismo cuando éste
alcanza la gracia?” (S. Ambrosio). En Zaqueo vemos la búsqueda de Dios,
sin miedo… “convéncete de que el ridículo no existe para quien hace lo
mejor” (S. Josemaría Escrivá, Camino 392).
Al final, su correspondencia a la gracia, propósitos de devolver… “Que
aprendan los ricos que no consiste el mal en tener riquezas, sino en no usar
bien de ellas; porque así como las riquezas son un impedimento para los
malos, son también un medio de virtud para los buenos” (S. Ambrosio).
Jesús llamó a la puerta de Zaqueo y él oyó-subió-abrió, con el esfuerzo que
supone querer oír, alzarse y abrir. Jesús entró y comieron juntos. Y la
salvación iluminó la casa de un pecador que deseaba oír-ver, quería
levantarse y anhelaba abrir la puerta. La salvación entró en casa de alguien
que, sabiéndose necesitado de ella, aguzó el oído (Luis Ángel de las Heras).
También de este pasaje aprendo a tener confianza a todos, como
hacías tú, Jesús. Deberíamos hacer fácil la rehabilitación de las personas
que han tenido momentos malos en su vida, sabiendo descubrir que, por
debajo de una posible mala fama, tienen muchas veces valores
interesantes. Pueden ser "pequeños de estatura", como Zaqueo, pero en su
interior -¡quién lo diría!- hay el deseo de "ver a Jesús", y pueden llegar a
ser auténticos "hijos de Abrahán". ¿Nos alegramos del acercamiento de los
alejados?, ¿tenemos corazón de buen pastor, que celebra la vuelta de la
oveja o del hijo pródigo?, ¿o nos encastillamos en la justicia, como el
hermano mayor o como los fariseos, intransigentes ante las faltas de los
demás? Si Jesús, nuestro Maestro, vino "a buscar y a salvar lo que estaba
perdido", ¿quiénes somos nosotros para desesperar de nadie? "Hoy voy a
comer en tu casa". "Hoy ha sido la salvación de esta casa". Cada vez que
celebramos la Eucaristía, que es algo más que recibir la visita del Señor,
debería notarse que ha entrado la alegría en nuestra vida y que cambia
nuestra actitud con los demás (J. Aldazábal).
2. El anciano Eleazar, que se mantiene firme en su fe a pesar de las
promesas y de las amenazas de los enemigos de Israel, es en verdad
admirable y aleccionador para sus contemporáneos y para nosotros. El buen
anciano quiere dar a todos un ejemplo de fidelidad a la Alianza: " si muero
ahora como un valiente, me mostraré digno de mis años y legaré a
los jóvenes un noble ejemplo ". " De esta manera terminó su vida,
dejando no sólo a los jóvenes, sino a toda la nación, un ejemplo
memorable de heroísmo y de virtud ".
“El recuerdo de Eleazar ense￱a que la fidelidad a la ley de Dios es el
valor supremo para el hombre justo, y que el ejemplo dado por personas de
relevancia social tiene consecuencias de enorme importancia. San Gregorio
Nacianceno llama a Eleazar ‘ primicia de aquellos que sufrieron antes de
Cristo; así como Esteban lo es de aquellos que sufrieron después de Cristo ’.
En la tradici￳n ascética ha quedado como un modelo de fortaleza” (Biblia de
Navarra). “El camino del cristiano, el de cualquier hombre, no es fácil.
Ciertamente, en determinadas épocas, parece que todo se cumple según
nuestras previsiones; pero esto habitualmente dura poco. Vivir es
enfrentarse con dificultades, sentir en el corazón alegrías y sinsabores; y en
esta fragua el hombre puede adquirir fortaleza, paciencia, magnanimidad,
serenidad (…): aquel anciano, Eleazar, que prefiere morir antes que
quebrantar la ley de Dios. Animosamente entregaré la vida y me mostraré
digno de mi vejez, dejando a los jóvenes un ejemplo noble, para morir
valiente y generosamente por nuestras venerables y santas leyes ” (S.
Josemaría Escrivá).
3. “ Señor, cuántos son mis enemigos, cuántos se levantan
contra mí; cuántos dicen de mí: «Ya no lo protege Dios.» Pero tú,
Señor, eres mi escudo y mi gloria, tú mantienes alta mi cabeza. Si
grito invocando al Señor, él me escucha desde su monte santo”. “El
Señor escucha siempre la plegaria que se le dirige en el Templo de
Jerusalén (cf 1 R 8,30). El sueño del que, gracias al Señor, se despierta el
salmista simboliza el sueño de la muerte del que despertó Jesucristo por el
poder de Dios que le resucit￳ de entre los muertos (cf Rm 1,4)” (Biblia de
Navarra) y Jesús nos recordará que lo que pidamos en su nombre nos lo
concederá Dios.
Puedo acostarme y dormir y despertar: el Señor me sostiene.
No temeré al pueblo innumerable que acampa a mi alrededor” .
Llucià Pou Sabaté