EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
martes 19 Noviembre 2013
Martes de la trigésima tercera semana del tiempo ordinario
Segundo Libro de Macabeos 6,18-31.
Eleazar, uno de los principales maestros de la Ley, de edad muy avanzada y de
noble aspecto, fue forzado a abrir la boca para comer carne de cerdo.
Pero él, prefiriendo una muerte honrosa a una vida infame, marchó
voluntariamente al suplicio,
después de haber escupido la carne, como deben hacerlo los que tienen el valor de
rechazar lo que no está permitido comer, ni siquiera por amor a la vida.
Los que presidían este banquete ritual contrario a la Ley, como lo conocían desde
hacía mucho tiempo, lo llevaron aparte y le rogaron que hiciera traer carne
preparada expresamente para él y que le estuviera permitido comer. Asimismo le
dijeron que fingiera comer la carne del sacrificio, conforme a la orden del rey.
Obrando de esa manera, se libraría de la muerte y sería tratado humanitariamente
por su antigua amistad con ellos.
Pero él, tomando una noble resolución, digna de su edad, del prestigio de su vejez,
de sus veneradas canas, de la vida ejemplar que había llevado desde su infancia y,
sobre todo, de la santa legislación establecida por Dios, se mostró consecuente
consigo mismo, pidiendo que lo enviaran de inmediato a la morada de los muertos.
"A nuestra edad, decía, no está bien fingir. De lo contrario, muchos jóvenes creerán
que Eleazar, a los noventa años, se ha pasado a las costumbres paganas.
Entonces también ellos, a causa de mi simulación y de mi apego a lo poco que me
resta de vida, se desviarán por culpa mía, y yo atraeré sobre mi vejez la infamia y
el deshonor.
Porque, aunque ahora me librara del castigo de los hombres, no podría escapar, ni
vivo ni muerto, de las manos del Todopoderoso.
Por eso, me mostraré digno de mi vejez entregando mi vida valientemente.
Así dejaré a los jóvenes un noble ejemplo, al morir con entusiasmo y generosidad
por las venerables y santas leyes". Dicho esto, se encaminó resueltamente al
suplicio.
Al oír estas palabras, que consideraban una verdadera locura, los que lo conducían
cambiaron en crueldad la benevolencia que antes le habían demostrado.
Pero él, a punto ya de morir bajo los golpes, dijo entre gemidos: "El Señor, que
posee el santo conocimiento, sabe muy bien que, pudiendo librarme de la muerte,
soporto crueles dolores en mi cuerpo azotado; pero mi alma los padece
gustosamente por temor a él".
De este modo, Eleazar dejó al morir, no sólo a los jóvenes, sino a la nación entera,
su propia muerte como ejemplo de generosidad y como recuerdo de virtud.
Salmo 3,2-3.4-5.6-7.
¡Señor, cuántos son mis adversarios,
cuántos los que se alzan contra mí!
¡Cuántos los que me dicen:
«Ya no tienes en Dios salvación»!
Mas tú, Señor, eres mi escudo,
mi gloria, el que levanta mi cabeza.
Tan pronto como llamo al Señor,
me responde desde su monte santo.
Yo me acuesto y me duermo,
y me levanto: el Señor me sostiene.
No le temo al pueblo que me rodea,
que por todas partes me amenaza.
Evangelio según San Lucas 19,1-10.
Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad.
Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos.
El quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de
baja estatura.
Entonces se adelantó y subió a un sicomoro para poder verlo, porque iba a pasar
por allí.
Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: "Zaqueo, baja pronto, porque
hoy tengo que alojarme en tu casa".
Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría.
Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: "Se ha ido a alojar en casa de un
pecador".
Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: "Señor, voy a dar la mitad de mis bienes
a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más".
Y Jesús le dijo: "Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este
hombre es un hijo de Abraham,
porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido".
Comentario del Evangelio por :
Santa Catalina de Siena (1347-1380), terciaria dominica, doctora de la
Iglesia, copatrona de Europa
Carta 119, al prior de los religiosos olivetenses
"Intentaba ver quien era Jesús"
Le escribo con el deseo de que sea un buen pastor, que apacienta y gobierna con
celo las ovejas que le han sido confiadas, imitando en esto al dulce Dueño de la
verdad, que dio su vida por nosotros, sus ovejas descarriadas alejadas del camino
de la gracia.
Es verdad… que no podemos hacer esto sin Dios, y que no podemos poseer a Dios
permaneciendo sobre la tierra. Pero he aquí un buen remedio: Ya que el corazón es
de reducido tamaño, hay que hacer como Zaqueo, que no era grande, y se subió a
un árbol para ver a Dios. Su celo le mereció oír estas palabras: "Zaqueo, baja y
vete a casa, porque hoy voy a comer contigo".
Debemos hacer lo mismo si somos bajos, cuando tenemos el corazón estrecho y
poca caridad: hay que subir sobre el árbol de la santa cruz, y allí veremos,
tocaremos a Dios. Allí encontraremos el fuego de su caridad indeci ble, el amor que
lo empujó hasta la vergüenza de la cruz, que lo exaltó, y le hizo desear con el ardor
del hambre y de la sed, el honor de su Padre y nuestra salvación…
Si lo queremos, si nuestra negligencia no pone obstáculos, podemos, subiendo al
árbol de la cruz, cumplir en nosotros esta palabra, sacada de la boca de la Verdad:
"cuando sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mi" (Jn 12,32 tipos de
Vulg).
En efecto, cuando el alma se eleva así, ve los beneficios de la bondad y el poder
del Padre, ve la clemencia y la abundancia del Espíritu Santo, es decir este amor
indecible que tiene Jesús desplegado sobre el bosque de la cruz. Los clavos y las
cuerdas no podían retenerlo; había sólo caridad… Suba sobre este árbol santo,
donde están las frutas maduras de todas las virtudes que lleva el cuerpo del Hijo de
Dios; corra con ardor. Quede en el amor santo y dulce de Dios. Jesús dulce, Jesús
amor.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”