EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Lucas 23,35-43.
El pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes, burlándose, decían: "Ha salvado a
otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!".
También los soldados se burlaban de él y, acercándose para ofrecerle vinagre,
le decían: "Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!".
Sobre su cabeza había una inscripción: "Este es el rey de los judíos".
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: "¿No eres tú el Mesías?
Sálvate a ti mismo y a nosotros".
Pero el otro lo increpaba, diciéndole: "¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la
misma pena que él?
Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero él no ha
hecho nada malo".
Y decía: "Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino".
El le respondió: "Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso".
Comentario del Evangelio por
San Juan Crisóstomo (c. 345- 407), sacerdote en Antioquia después
obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia
Homilía 1ª sobre la cruz y el buen ladrón, para el viernes santo, 2; PG 49,
401
“Acuérdate de mí cuando entres en tu Reino”
El paraíso, cerrado durante miles de años, ha sido abierto por la cruz “hoy”. Porque
hoy Dios ha introducido en el paraíso al buen ladrón. Se realizan dos milagros: abre
el paraíso para que entre un ladrón. Hoy, Dios nos ha devuelto a nuestra vieja
patria, hoy nos ha reunido en la ciudad de nuestro origen, hoy ha abierto su casa a
la humanidad entera. “Hoy estarás conmigo en el paraíso.” (Lc 23,43) ¿Qué dices,
Señor, aquí? Estás crucificado, clavado ¿y prometes el paraíso?—Sí, para que
aprendas cuál es mi poder en la cruz... Porque no fue resucitando a un muerto,
dominando la tempestad del mar, echando demonios, sino crucificado, clavado,
cubierto de salivazos e insultos, burlado y ultrajado que ha podido cambiar la
situación espiritual del ladrón, para que veas los dos aspectos de su poder. Hizo
estremecer a toda la creación, hendió las rocas y atrajo hacia si al ladrón, más duro
que una piedra... Seguro que ningún rey no permitiría nunca que un ladrón u
otro malhechor se siente con él a la hora de la solemne entrada en una ciudad.
Pero Cristo lo ha hecho: cuando entra en su santa morada lleva consigo al ladrón.
Actuando así no menosprecia el paraíso, no lo deshonra por la presencia de un
ladrón. Bien al contrario, honra el paraíso, porque es una gloria para el paraíso
tener un amo que pueda convertir a un ladrón en un ser digno de gustar sus
delicias. Lo mismo cuando conduce al reino de los cielos a los publicanos y
prostitutas, no es un desprecio sino un honor, ya que muestra que el amo del reino
de los cielos, es poderoso como para hacer dignos de tales dones y honores a los
publicanos y prostitutas.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”