EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
lunes 25 noviembre 2013
Lunes de la trigésima cuarta semana del tiempo ordinario
Libro de Daniel 1,1-6.8-20.
El tercer año del reinado de Joaquím, rey de Judá, llegó a Jerusalén
Nabucodonosor, rey de Babilonia, y la sitió.
El Señor entregó en sus manos a Joaquím, rey de Judá, y una parte de los objetos
de la Casa de Dios. Nabucodonosor los llevó al país de Senaar, y depositó los
objetos en el tesoro de su dios.
El rey ordenó a Aspenaz, jefe de sus eunucos, que seleccionara entre los israelitas
de estirpe real o de familia noble,
a algunos jóvenes sin ningún defecto físico, de buena presencia, versados en toda
clase de sabiduría, dotados de conocimiento, inteligentes y aptos para servir en el
palacio del rey, a fin de que se los instruyera en la literatura y en la lengua de los
caldeos.
El rey les asignó para cada día una porción de sus propios manjares y del vino que
él bebía. Ellos debían ser educados durante tres años, y al cabo de esos años se
pondrían al servicio del rey.
Entre ellos se encontraban Daniel, Ananías, Misael y Azarias, que eran judíos.
Daniel estaba decidido a no contaminarse con los manjares del rey y con el vino
que él bebía, y rogó al jefe de los eunucos que no lo obligara a contaminarse.
Dios hizo que él se ganara el afecto y la simpatía del jefe de los eunucos.
Pero este dijo a Daniel: "Yo temo a mi señor el rey, que les ha asignado la comida y
la bebida; si él llega a ver el rostro de ustedes más demacrado que el de los
jóvenes de su misma edad, ustedes harían peligrar mi cabeza delante del rey".
Daniel dijo al guardia a quien el jefe de los eunucos había confiado el cuidado de
Daniel, Ananías, Misael y Azarías:
"Por favor, pon a prueba a tus servidores durante diez días; que nos den legumbres
para comer y agua para beber;
compara luego nuestros rostros con el de los jóvenes que comen los manjares del
rey, y actúa con tus servidores conforme a lo que veas".
El aceptó la propuesta, y los puso a prueba durante diez días.
Al cabo de esos días, se vio que ellos tenían mejor semblante y estaban más
rozagantes que todos los jóvenes que comían los manjares del rey.
Desde entonces, el guardia les retiró los manjares y el vino que debían tomar, y les
dio legumbres.
Dios concedió a estos cuatro jóvenes ciencia e inteligencia en todo lo referente a la
literatura y la sabiduría, y Daniel podía entender visiones y sueños de toda índole.
Al cabo de los días que el rey había fijado para que le fueran presentados los
jóvenes, el jefe de los eunucos los llevó ante Nabucodonosor.
El rey conversó con ellos, y entre todos no se encontró ningún otro como Daniel,
Ananías, Misael y Azarías. Ellos permanecieron al servicio del rey,
y en todo lo que el rey les preguntó sobre cuestiones de sabiduría y discernimiento,
los encontró diez veces superiores a todos los magos y adivinos que había en todo
su reino.
Libro de Daniel 3,52.53.54.55.56.
Bendito seas, Señor,
Dios de nuestros padres,
loado, exaltado eternamente.
Bendito el santo nombre de tu gloria,
loado, exaltado eternamente.
Bendito seas en el templo de tu santa gloria,
cantado, enaltecido eternamente.
Bendito seas en el trono de tu reino,
cantado, exaltado eternamente.
Bendito tú, que sondas los abismos,
que te sientas sobre querubines,
loado, exaltado eternamente.
Bendito seas en el firmamento del cielo,
cantado, glorificado eternamente.
Evangelio según San Lucas 21,1-4.
Después, levantando los ojos, Jesús vio a unos ricos que ponían sus ofrendas en el
tesoro del Templo.
Vio también a una viuda de condición muy humilde, que ponía dos pequeñas
monedas de cobre,
y dijo: "Les aseguro que esta pobre viuda ha dado más que nadie.
Porque todos los demás dieron como ofrenda algo de lo que les sobraba, pero ella,
de su indigencia, dio todo lo que tenía para vivir".
comentario del Evangelio por
Beato Carlos de Foucauld (1858-1916), ermitaño y misionero en el Sahara
Meditaciones sobre los evangelios respecto a las principales virtudes
(1896)
“Lo dio todo”
“Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.” (Lc 23,46) Esta es la última
oración de nuestro Maestro, nuestro Amado. ¡Ojala sea también la nuestra! No sólo
la oración de nuestro último instante sino la de todos los instantes;
“Padre mío, a tus manos me encomiendo, Padre mío, me confío a ti, Padre mío, me
abandono a ti. Padre mío, haz de mí lo que quieras. Sea lo que sea, te doy gracias,
te doy gracias por todo.
Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, te doy gracias por todo, con tal que se
haga en mí tu voluntad, oh Dios, con tal que se haga tu voluntad en todas tus
criaturas, en todos tus hijos, en todo lo que tú amas.
No anhelo nada más, Dios mío. Entrego mi espíritu a tus manos, te lo doy, Dios
mío, con todo el amor de mi corazón, porque te quiero y me lo exige el amor que te
tengo: abandonar todo, sin medida, entre tus manos. Me confío a ti, con inmensa
confianza porque tú eres mi Padre”.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”