EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
viernes 22 Noviembre 2013
Viernes de la trigésima tercera semana del tiempo ordinario
Primer Libro de Macabeos 4,36-37.52-59.
Judas y sus hermanos dijeron: "Nuestros enemigos han sido aplastados; subamos a
purificar el Santuario y a celebrar su dedicación".
Entonces se reunió todo el ejército y subieron al monte Sión.
El día veinticinco del noveno mes, llamado Quisleu, del año ciento cuarenta y ocho,
se levantaron al despuntar el alba
y ofrecieron un sacrificio conforme a la Ley, sobre el nuevo altar de los holocaustos
que habían erigido.
Este fue dedicado con cantos, cítaras, arpas y címbalos, justamente en el mismo
mes y en el mismo día en que los paganos lo habían profanado.
Todo el pueblo cayó con el rostro en tierra y adoraron y bendijeron al Cielo que les
había dado la victoria.
Durante ocho días celebraron la dedicación del altar, ofreciendo con alegría
holocaustos y sacrificios de comunión y de acción de gracias.
Adornaron la fachada del Templo con coronas de oro y pequeños escudos,
restauraron las entradas y las salas, y les pusieron puertas.
En todo el pueblo reinó una inmensa alegría, y así quedó borrado el ultraje infligido
por los paganos.
Judas, de acuerdo con sus hermanos y con toda la asamblea de Israel, determinó
que cada año, a su debido tiempo y durante ocho días a contar del veinticinco del
mes de Quisleu, se celebrara con júbilo y regocijo el aniversario de la dedicación del
altar.
Primer Libro de Crónicas 29,10.11-12.
Después David bendijo al Señor en presencia de toda la asamblea, diciendo:
"¡Bendito seas, Señor, Dios de nuestro padre Israel, desde siempre y para siempre!
Tuya, Señor, es la grandeza, la fuerza, la gloria, el esplendor y la majestad; porque
a ti pertenece todo lo que hay en el cielo y en la tierra. Tuyo, Señor, es el reino; tú
te elevas por encima de todo.
De ti proceden la riqueza y la gloria; tú lo gobiernas todo, en tu mano están el
poder y la fuerza, es tu mano la que engrandece y afianza todas las cosas.
Evangelio según San Lucas 19,45-48.
Y al entrar al Templo, se puso a echar a los vendedores,
diciéndoles: "Está escrito: Mi casa será una casa de oración, pero ustedes la han
convertido en una cueva de ladrones".
Y diariamente enseñaba en el Templo. Los sumos sacerdotes, los escribas y los más
importantes del pueblo, buscaban la forma de matarlo.
Pero no sabían cómo hacerlo, porque todo el pueblo lo escuchaba y estaba
pendiente de sus palabras.
Comentario del Evangelio por :
Papa Francisco
Audiencia general del 26/06/2013 (trad. © copyright Libreria Editrice
Vaticana)
“El pueblo entero quedó pendiente de sus labios”
Quisiera hoy aludir brevemente a otra imagen que nos ayuda a ilustrar el misterio
de la Iglesia: el templo (cf. Conc. Ecum. Vat. II, const. dogm. Lumen gentium, 6)…
En Jerusalén, el gran Templo de Salomón era el lugar del encuentro con Dios en la
oración; en el interior del Templo estaba el Arca de la alianza…, un recuerdo del
hecho de que Dios había estado siempre dentro de la historia de su pueblo…
también nosotros, cuando vamos al templo, debemos recordar esta historia, cada
uno de nosotros nuestra historia, cómo me encontró Jesús, cómo Jesús caminó
conmigo, cómo Jesús me ama y me bendice.
Lo que estaba prefigurado en el antiguo Templo, está realizado, por el poder del
Espíritu Santo, en la Iglesia: la Iglesia es la “casa de Dios”, el lugar de su
presencia, donde podemos hallar y encontrar al Señor; la Iglesia es el Templo en el
que habita el Espíritu Santo que la anima, la guía y la sostiene. Si nos
preguntamos: ¿dónde podemos encontrar a Dios? ¿Dónde podemos entrar en
comunión con Él a través de Cristo? ¿Dónde podemos encontrar la luz del Espíritu
Santo que ilumine nuestra vida? La respuesta es: en el pueblo de Dios, entre
nosotros, que somos Iglesia…
Y es el Espíritu Santo, con sus dones, quien traza la variedad. Esto es importante:
¿qué hace el Espíritu Santo entre nosotros? Él traza la variedad que es la riqueza en
la Iglesia y une todo y a todos, de forma que se construya un templo espiritual, en
el que no ofrecemos sacrificios materiales, sino a nosotros mismos, nuestra vida
(cf. 1 P 2, 4-5). La Iglesia no es un entramado de cosas y de intereses, sino que es
el Templo del Espíritu Santo, el Templo en el que Dios actúa, el Templo del Espíritu
Santo, el Templo en el que Dios actúa, el Templo en el que cada uno de nosotros,
con el don del Bautismo, es piedra viva… ¡todos somos necesarios para construir
este Templo! Nadie es secundario. Nadie es el más importante en la Iglesia; todos
somos iguales a los ojos de Dios. Alguno de vosotros podría decir: «Oiga, señor
Papa, usted no es igual a nosotros». Sí: soy como uno de vosotros, todos somos
iguales, ¡somos hermanos! Nadie es anónimo: todos formamos y construimos la
Iglesia.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”