XXXIV Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Martes
Lecturas bíblicas
a.- Dn. 2,31-45: El sueño de Nabucodonosor
b.- Lc. 21, 5-9: La ruina de Jerusalén y las señales precursoras.
El evangelio posee dos momentos: la ruina de Jerusalén (vv.5-7) y las señales de
la venida de Cristo (vv.8-9) El evangelio nos habla de la belleza del templo de
Jerusalén y el anuncio de su futura destrucción. Luego de oír su enseñanza, uno de
sus auditores comenta la belleza del templo y sus piedras que le daban un gran
esplendor al recinto sagrado levantado por Herodes el Grande. Había sido
recubierto de mármol blanco, lo que lo hacía brillar junto al oro que adornaba sus
puertas, junto al resto de sus ornamentos que adornaban su interior. En las
palabras de Jesús hay una profecía y una amenaza que del templo no quedará
piedra sobre piedra. El templo será destruido (v. 6; Lc.19, 23). Dios no mira las
piedras y los exvoto, sino al pueblo que descubre su presencia en medio de él (cfr.
Mi.3,9-12; Jer.7,14; 26,18; Ez.24,21). La pregunta sobre cuándo iba a suceder
esto, era obvia: ¿cuándo sucederá esto? Se pregunta sobre el fin del templo
(cfr.Mc.13,4; Mt.24,3). La venida de Jesús, la caída de Jerusalén, y el fin del mundo
están íntimamente relacionados. Jerusalén ya había caído, al igual que el templo,
cuando escribe Lucas. Falta que se cumpla la venida del Señor. En un segundo
momento tenemos las señales precursoras de la venida de Jesús. Quieren saber no
sólo lo que sucederá, sino la fecha, señales para estar alerta (cfr.2 Re. 19, 29-31).
A los cristianos impacientes se les advierte e instruye no dejarse llevar por la
ansiedad, porque pueden prestar oídos a falsos rumores (cfr. 2 Tes.2,1ss). Muchos
vendrán hablando en nombre de Dios, otros mesías después que Él, falsos profetas,
a los que no hay que oír para no perderse, enseña Jesús (cfr. Mc.6,50; Ex.3,14;
Is.43,10; 52,6;Ap. 2,20). Las palabras de Jesús descubrirán a estos falsos profetas
(cfr. Hch.5,36-37; Mc.1,15; Lc.12,45; 19,11). Las palabras de Jesús son
categóricas: No os dejéis engañar, no vayáis tras ellos (v.8). La consumación no
era algo inminente, tema común de estos falsos profetas, había que esperar en el
tiempo y paciencia de Dios, antes del fin. Respecto a las guerras, calamidades,
insurrecciones, etc., el cristiano no se debe alarmar, todo está dentro del plan de
Dios; todos acontecimientos previos al Juicio final (cfr. Dn. 2, 28). Es la creación
que sufre dolores de parto, caos cósmico y social, la caída de Jerusalén hizo sufrir a
judíos y cristianos por igual, dolores que dan a luz una nueva vida (cfr. Rm. 8, 18-
24). Toda esta literatura apocalíptica nos habla de lo caduca que es la vida del
hombre, que el mundo tendrá su fin, no es eterno, pero también, una llamada a la
conversión y aceptar la salvación que Dios nos ofrece en Cristo. Invitación a la
vigilancia activa, mientras se trabaja la conversión personal y de las estructuras
sociales, laborares y familiares, transformación de la sociedad. La venida de Cristo
y el Juicio final traen el cielo nuevo y la tierra nueva, donde reinen la justicia y la
paz (cfr. Ap. 21,1). La esperanza cristiana, la salvación que trae Jesucristo, no es
cosa del pasado, ni de un futuro consumado, sino que se construye en el hoy. La
salvación está actuando hoy, tarea de la fe del cristiano es descubrir la presencia
salvadora del reino, es decir, Dios presente en medio de la vida de los hombres y
mujeres.
Teresa de Jesús, descubrió la belleza del alma en gracia, otra Betania para el
Maestro: “Pues hagamos cuenta que dentro de nosotras está un palacio de
grandísima riqueza, todo su edificio de oro y piedras preciosas, en fin, como para
tal señor; y que sois vos parte para que este edificio sea tal, como a la verdad es
así que no hay edificio de tanta hermosura como un alma limpia y llena de
virtudes, y mientras mayores, más resplandecen las piedras y que en este palacio
está este gran Rey que ha tenido por bien ser vuestro Padre, y que está en un
trono de grandísimo precio, que es vuestro corazón.” (CV 28,9).