XXXIV Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Miércoles
Lecturas bíblicas
a.- Dn. 5,1-6.13-14.16-17.23-28: Dios ha contado los días de tu reinado.
b.- Lc. 21,10-19: Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.
El evangelio continúa con el discurso escatológico de Cristo, donde nos habla de las
señales precursoras. Lucas mira señales anunciadas por Jesús y ve que todas se
cumplieron antes de la caída de Jerusalén y del templo. Estas señales afectan todo
lo que rodea al hombre: el orden social se ve afectado por las guerras, la tierra
sacudida por los terremotos, la vida amenazada por el hambre, las epidemias,
enfermedades; la solidez del cielo, amenazado por fenómenos terroríficos. ¿Cuándo
sucedieron? ¿O son cosas que han sucedido siempre, sólo que nos enterábamos?
(cfr. Hch.11, 28; Mt. 19,28; Mc.13,5-8). El evangelista ordena los acontecimientos:
primero es perseguida la Iglesia, luego vienen los acontecimientos previos a la
destrucción de Jerusalén, luego viene la guerra judía del año 66, y finalmente la
ruina de Jerusalén y la destrucción del templo. Los apóstoles son perseguidos por
las autoridades judías y paganas (cfr. Hch. 4,1-3; 5,18; 8,3; 12,4; 16,22; 18,12;
24,1; 25,1; 26,1). Los discípulos todo lo soportan por el Nombre de Jesús, la
persecución, las cadenas y los castigos, porque han descubierto que no hay bajo el
cielo otro Nombre donde encontrar salvación (Hch. 3,6;4,12; 8,16; 9,14). Salían
gozosos de haber sido considerados digno de padecer por el Nombre de Jesús (cfr.
Hch. 5,41; 4,17; 5,28; 8,12). Si esto sucedió en la primitiva comunidad, todos los
cristianos, de todos los tiempos, están llamados a dar razón de su fe, conocerán la
cárcel y los tribunales. El fin de la predicación de los apóstoles es dar a conocer el
Nombre de Jesús, mediante la persecución, se abren puertas para dar testimonio a
favor de Cristo (cfr. Hch.8,1-4; 11,19; 15,3; Flp.1,12s). Jesús, sin embargo, les
propone no preparar su defensa, porque será EL, por medio de su Espíritu, quien
les proporcionará una elocuencia y sabiduría, que sus enemigos no podrán
combatir (vv. 12-15; cfr. Ex.4,12). Es la obra del Espíritu Santo, que da
testimonio de Jesucristo ante sus adversarios de los cristianos. No deben
abandonarse a la retórica humana, sino que sus palabras estarán llenas de
sabiduría y virtud divina. El Espíritu les enseñará lo que deben decir, que provoca la
admiración de sus jueces, tanto que quedan como mudos (cfr. Lc.12,12; Hch.4,13;
6,10). Los propios familiares se convierten en traidores contra los seguidores de
Cristo, sólo cuenta en esta situación la fe personal en ÉL; por esta fecha ya habían
dado testimonio de su fe como Esteban y Santiago (vv.16-17; cfr.Mc.13,12;
Hch.7,54; 12,2). Todos los odiarán a causa del Nombre de Jesús, de parte de los
judíos y gentiles, el estado romano. El cristiano cree en el reino de Dios y en
nombre de Jesucristo, y por haber sido rechazado Cristo y su palabra, también su
discípulo es repudiado. La confesión de la fe en Cristo, glorifica a Dios, el martirio
es culto que se tributa al Padre (cfr. Jn.15,18; Flp.2,11; 2,17s). Sin embargo, los
perseguidos no están solos Dios vela por ellos y por la Iglesia, ni siquiera un cabello
de su cabeza caerá, porque mientras unos dar testimonio con su vida, muchos
otros son liberados de la muerte, como con Pedro y Pablo, que a pesar de las
hostilidades llevan adelante su obra misionera (cfr.1Sam.14,45; Hch.12,6s; 13s;
2Cor.11,23-31; Hch.8,1-4). El tiempo del Espíritu y de la Iglesia es tiempo de
persecución, que se prolonga hoy. La redención traída por Jesucristo, requiere
paciencia, constancia y perseverancia, aceptación incluso de la persecución y el
martirio, que está dentro de la voluntad de Dios para la comunidad eclesial. Lo que
trae la salvación y lleva a la vida, no es la violencia ni la apostasía, sino la paciencia
perseverante en la fe (cfr. Ap.13,10). Para el que cree, todo redunda para su bien,
enseña el apóstol (cfr. Rm.8,28). Lo nuestro será dar testimonio de nuestra fe
alimentado por la Palabra y la Eucaristía, la comunidad eclesial que celebra y el
prójimo al que servimos.
Teresa de Jesús, quiso ser mártir por amor a Jesucristo y alcanzar así el cielo,
desde su infancia. De mayor conoció la persecución en su condición de monja de
clausura, fundadora y escritora mística. “Aquí veréis, hermanas, si he tenido razón
en decir que es menester ánimo y que tendrá razón el Señor, cuando le pidiereis
estas cosas, de deciros lo que respondió a los hijos del Zebedeo si podrían beber el
cáliz (Mt 20,22). Todas creo, hermanas, que responderemos que sí, y con mucha
razón; porque Su Majestad da esfuerzo a quien ve que le ha menester, y en todo
defiende a estas almas, y responde por ellas en las persecuciones y
murmuraciones, como hacía por la Magdalena (Lc 7,44), aunque no sea por
palabras, por obras; y en fin, en fin, antes que se mueran se lo paga todo junto,
como ahora veréis. ¡Sea por siempre bendito y alábenle todas las criaturas, amén!”
(6 M 11,12).