Encuentros con la Palabra
Primer Domingo de Adviento – Ciclo A (Mateo 24, 37-44)
El Hijo del hombre vendrá cuando menos lo esperen”
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
Cuentan que John F. Kennedy, Presidente Norteamericano asesinado hace cincuenta
años, solía terminar los discursos de su campaña en 1960 contando la historia de un
famoso coronel Davenport. Este personaje, en 1789, durante una jornada de trabajo de la
Asociación de Representantes de Connecticut, fue interrumpido por una terrible
tempestad que causó gran revuelo entre los asistentes. Los relámpagos, los truenos y la
fuerza de los vientos que golpeaban la casa, hicieron pensar a todos que había llegado el
juicio final. Los presentes pidieron a Davenport que se suspendiera la sesión porque el
recinto había quedado en una completa penumbra, imposibilitando el trabajo. El coronel
Davenport se puso en pie y dijo: “Se￱ores, el día del juicio final puede estar cerca o puede
tardar todavía muchos años, nadie lo sabe... Si no está cerca, no tenemos por qué
preocuparnos; el chaparrón pasará y seguiremos tranquilos. Pero si el juicio final está muy
cerca, yo prefiero que me encuentre cumpliendo mi deber. Por tanto, pido el favor que
traigan las velas que sean necesarias para alumbrar el sal￳n”. Inmediatamente, trajeron
suficientes velas y la sesión continuó sin problemas.
No sabemos cuándo vendrá el Señor. Para hablar de la venida del Hijo del hombre, el
Evangelio de hoy nos recuerda la historia de Noé: “En aquellos tiempos, antes del diluvio,
y hasta el día en que Noé entró en el arca, la gente comía y bebía y se casaba. Pero
cuando menos lo esperaban, vino el diluvio y se los llevó a todos. Así sucederá también
cuando regrese el Hijo del hombre. En aquel momento, de dos hombres que estén en el
campo, uno será llevado y el otro será dejado. De dos mujeres que estén moliendo, una
será llevada y la otra dejada”. Lo típico de esta comparaci￳n es el hecho de que la venida
del Señor se dará cuando menos lo esperamos. Por eso, la recomendación característica
de este tiempo de Adviento, con el cual comenzamos el ciclo litúrgico de Mateo (A), es
mantenerse despiertos y atentos, “porque no saben qué día va a venir su Se￱or”. La
segunda comparación que se utiliza aquí, es muy particular. Se recurre a la sagacidad de
los ladrones, que aprovechan los descuidos de los dueños de casa, para hacer sus
fechorías. “(...) si el due￱o de una casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el
ladrón, se mantendría despierto y no dejaría que nadie se metiera en su casa a robar. Por
eso, ustedes también estén preparados; porque el Hijo del hombre vendrá cuando menos
lo esperen”. De nuevo, la sorpresa de lo inesperado.
Tanto la comparación de Noé, como la de los ladrones, suponen situaciones negativas. El
diluvio fue una tragedia para la humanidad y para la creación entera. Los ladrones nunca
han sido una bendición para nadie; ni ayer ni hoy. Sin embargo, estas dos comparaciones
no anuncian un cataclismo universal o un castigo para que paguemos todas nuestras
deudas y pecados. Esta solía ser una estrategia utilizada por algunos evangelizadores
que pensaban que para lograr los cambios necesarios en las personas creyentes, eran
más eficaces las amenazas y los castigos, que el anuncio de la salvación gratuita que
Dios nos ofrece. Por esto, es importante recordar hoy que lo que nos va a sorprender por
lo inesperado de su llegada, es la salvación. Lo que pretende la Iglesia con este tiempo de
Adviento es que nos preparemos para recibir en nuestros corazones la plenitud de la
presencia del Dios-con-nosotros, que se encarna de nuevo para nuestra salvación. Y ojalá
nos encuentre cumpliendo nuestro deber, no por temor, sino por amor...
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
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