I Semana de Adviento
Martes
Lecturas bíblicas
a.- Is.11, 1-10: El Espíritu de Dios reposa sobre ÉL.
El profeta nos anuncia la venida de un Mesías nacido del tronco de Jesé, padre de
David, y de todos los antepasados de Judá y del Mesías (cfr.1Sam.16,1; Mt.1,6-
16). A pesar de los desastres militares que sufrió Israel, la guerra siroefrainita, que
acabó con Israel y Judá fue sometida a vasallaje asirio y que más tarde Senaquerib
asedió Jerusalén, más la impiedad del pueblo, existe un resto fiel a Yahvé, del cual
brotará un vástago, una semilla santa (cfr. Is.6,13). Este vaticinio concreta más la
identidad de este descendiente, sobre el cual reposará el espíritu de Yahvé y sus
características (v.2; cfr. Is. 6,13; 11,2-5; 9,5-6). Este vástago de Jesé
transformará la sociedad devastada hasta convertirla en una nueva creación (cfr.
Is.11, 6-9; 10,21-22). El profeta nos presenta la fisonomía interior del futuro
Mesías de Yahvé de ahí que el sabor del oráculo sea de carácter mesiánico. Es el
Ungido del Señor, el rey que gobernará Israel con los criterios de Yahvé. Si este
Mesías desciende de David, de Jesé su padre, es porque permanece vigente la
promesa de Dios echa a David por boca de Natán (cfr. 1 Sam16,1-13; Rt.4,22; 2
Sam.11,16). La conducta de los sucesores de David, no gobernaron con los criterios
de Dios, como Ajaz, que sometió a Israel al dominio asirio, desobedeciendo al
profeta (cfr. Is.7,9; 2Re.16,8). Es Dios quien tiene la iniciativa de dar cumplimiento
a su promesa con este anuncio, de ahí que el futuro Mesías nacerá del tronco de
Jesé (1 Sam16,13; 1 Re.14,22;15,3). Una segunda característica es que el Mesías
será investido del espíritu de Dios, es decir, intervendrá la historia de los hombres
(cfr. Is.42,1; 61,1-3; 63,10-13). Es el espíritu que da vida en la Creación y mueve
a los astros, suscita jueces, profetas y reyes; denuncia a los falsos profetas que
carecen de su presencia. Yahvé transfiere al futuro Mesías, mediante su espíritu, la
capacidad de intervenir en la historia, será colmado de la plenitud del espíritu que
animaba a los profetas. Contará con los dones del espíritu: sabiduría, inteligencia,
consejo, fortaleza, conocimiento y temor de Dios (cfr.Gn.12,1-3; 2Sam.22; Is.6,8).
Finalmente, el Mesías restablecerá las relaciones rotas en el Paraíso, entre Dios y
los hombres, entre los hombres entre sí y con la creación. La era mesiánica trae la
justicia y el perdón de los pecados, es el triunfo del proyecto salvífico de Dios (cfr.
Gn.2,4-3,24); la tierra yerma se convertirá en un vergel y cesará la violencia entre
los hombres y venga la paz y armonía (cfr. Am. 9,13-14; Os.2,20.23-24;Is.32,17;
60,17-18; Mi.4,3-4; 5,9-10; So. 3,13; Za.3,10; 9,10; Jl.4,17). Ahora las fieras y
sus presas conviven juntas, el niño que los conduce simboliza al hombre inocente,
sin pecado el nuevo Adán. El mal ya no existirá, y desde Jerusalén la tierra se
llenará del conocimiento de Dios, se restablece la alianza que conduce a la paz. Es
la nueva creación que en Jesucristo si inicia la irrupción del Reino de Dios (cfr.
Mt.3,1-12; 4,23; 5,1-12).
b.- Lc.10, 21-24: Jesús lleno de gozo en el Espíritu.
El evangelio nos presenta el gozo de Jesucristo en el Espíritu (vv.21-22) y el
privilegio de los discípulos (vv.23-24). En un primer momento, encontramos una
acción de gracias y una revelación. Jesús se llenó de gozo del Espíritu, porque sabe
que el Padre quiere que la revelación llegue a los pobres y pequeños quienes
comprendieron que lo que Jesús enseñaba era la verdad acerca del Reino de Dios,
la paternidad divina, la fraternidad entre los hombres, las bienaventuranzas (cfr.
Lc. 6, 21-23). Es el júbilo del tiempo final de la salvación, que anuncia la
comunicación de la vida eterna y la victoria sobre Satanás. Jesús fue ungido por el
Espíritu, trae la salvación, ora y salta movido por el Espíritu, su vida desde el
comienzo está sostenida por el Espíritu (cfr.Lc.1,41; 1,47; 1,61; Rm.8,14). Jesús
alaba y da gracias al Padre, reconoce la disposición divina a revelarse, lo que
expresa la unidad de su voluntad con la divina. Le da un Sí de todo corazón al
querer divino del Padre, Señor de cielo y tierra, donde la confianza y la reverencia
las une en su oración. Dios ha ocultado y revelado no a todos los misterios del
reino: la inauguración del reino en Jesús, la victoria sobre Satanás, la elección de
los hombres para ser discípulos… Todo esto lo ha ocultado Dios a los sabios de este
mundo, los doctores de la ley, y se lo ha revelado a los pequeños, los ignorantes.
Con Jesús se descubre la grandeza y la pequeñez del corazón del hombre. Mientras
los grandes piensan que son sabios y fuertes, por lo que rechazan a Jesús,
permanecen en la oscuridad; en cambio, los pequeños permanecen abiertos a Dios
y en su insondable misterio, comprenden la verdad de Jesús, lo conocen y aceptan.
Agradece al Padre por el don concedido a los pequeños, mientras descubre la unión
de comunión y amor entre ÉL y su Padre. Todo se lo ha confiado el Padre al Hijo:
todo poder los reinos, los hombres. El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en sus
manos (cfr. Mt.28,18; Jn.3,35). Que el Padre conozca al Hijo y el Hijo al Padre se
debe a que ambos viven en la más íntima comunión (cfr. Jn.10, 14; 10,30;
17,10).Jesús tiene poder de dar participación en el conocimiento del Padre, que da
vida eterna, de ahí que la oración de Jesús, nace de esta íntima comunión de
conocimiento. A quien se lo revela Jesús, su oración se asemeja a la de Hijo con su
Padre, porque nace de la fe en su comunión de amor. En un segundo momento, los
apóstoles son dichosos que ven y escuchan al Mesías, porque a ellos se ha sido
revelado el conocimiento del Padre, pero a la vez deben ser conscientes de
permanecer del conocimiento que el Padre le ha dado del su Hijo. Es el gozo de la
Iglesia primitiva, fruto de la fe, que estas palabras trasmitidas están llenas del
júbilo del don de la fe. Pequeños y pobres los apóstoles de ayer y de hoy están
invitados al gozo en el Espíritu de Jesús.
Juan de la Cruz, nos invita a contemplar y participar en la gloria y el gozo del Padre
y del Hijo, que también es nuestro desde el momento que creemos que Dios ha
venido a nuestro corazón, porque cumplimos su Evangelio y amamos a Jesús, a
pesar de nuestras debilidades y carencias. La opción está hecha desde lo interior,
donde le encontramos para orar, ÉL la sostiene con su callado amor. El místico
escribe: “Y así la gloria del Hijo/ es la que en el Padre había/ y toda su gloria el
Padre/ en el Hijo poseía” Romance acerca de la Trinidad (vv.15-20).