Domingo I de Adviento (A)
"Venid caminemos a la luz del Señor" (Is.2,5)
En el Adviento contemplamos la espera del Señor bajo un doble rostro,
uno en la historia, en el tiempo que se avecina; y el otro el escatológico; el
Señor que vendrá al final de los tiempos. Ya no como siervo sufriente, sino
como Señor de la Gloria y Amor eterno, Juez de vivos y muertos. El Adviento
tiene un tinte cuaresmal y muchos elementos de su liturgia se tomaron de ella
a través del tiempo, hasta que se definió bien su aspecto litúrgico.
Bajo el rostro de la historia y del tiempo, nos encontramos con la espera del
Señor que viene. En el Antiguo Testamento, se espera al Mesías que ya viene
y es anunciado por los Profetas. Durante todo este tiempo las profecías
quieren despertar el profundo anhelo de un Dios tan vivo en sus escritos,
que vendrá en la historia para la salvación de los hombres. Un Dios inserto en
la historia, en el tiempo y en las circunstancias de la humanidad para salvar al
hombre. Vendrá como el Señor de la historia y del tiempo.
Este don profético e histórico de la salvación, con el paso del tiempo se
convirtió en realidad, y tuvo lugar con la encarnación del Hijo de Dios, con su
nacimiento en el tiempo presente y en la historia concreta. Ya no es un
acontecimiento futuro, tan sólo prometido y esperado. Ha venido ya el
Redentor y en Él se han colmado las esperanzas del Antiguo Testamento y
se han abierto las del Nuevo. El Señor ya ha llegado. ¿Cuál será nuestra
espera actual? La venida del Salvador anunciado por los profetas y que se ha
cumplido en la historia, sin embargo hoy debe realizarse en el corazón de
todo hombre. Jesús irrumpe en la historia y en el corazón del hombre,
viene a darle la vida de Dios y a ponerlo en una comunicación especial con
Él. Ya no serán los hombres siervos, sino hijos en el Hijo y se colmarán los
anhelos de la justicia y de la paz en el amor de Dios.
Mientras se realiza esta presencia, el otro rostro del Adviento nos
muestra a una humanidad que se dirige y orienta hacia la "parusía", es
decir, a la venida gloriosa de Cristo al final de los tiempos y de la historia. En
esta perspectiva debe ser vivido el Adviento y bajo este doble signo
meditadas sus lecturas y participada su liturgia. El Adviento se convierte
para el cristiano en un "tiempo fuerte" donde el espíritu de oración y de
penitencia (aspectos cuaresmales) expresa también ese doble rostro: el
presente histórico y el futuro escatológico.
En la lectura primera de hoy, Isaías nos habla con énfasis de la era mesiánica
en la cual todos los pueblos convergerán en Jerusalén para adorar a un único
Dios. "Y vendrán muchedumbres de pueblos diciendo: Venid y subamos al
monte de Yahvé, a la casa del Dios de Jacob y él nos enseñará sus caminos"
(Is. 2-3). Unidos por un solo Señor los hombres serán como hermanos y "no
se ejercitarán más para la guerra". Jerusalén es figura de la Iglesia,
sacramento universal de salvación (LG 48) que se da a toda la humanidad
para llevarlos a la salvación y para que, siguiendo las enseñanzas de Cristo,
vivan en la justicia y en la paz amándose en la caridad fraterna. Debemos
llevar a los hombres este mensaje de salvación. ¡Y nos falta mucho para poder
vivirlo! El ardor de Isaías nos invita: "Venid y caminemos a la luz de Yahvé"
(Is. 2,5).
Los gentiles “Pueblo Numeroso” caminar{an hasta la casa del Señor. Para
conocer la Voluntad del Señor. Es la garantia para que existan la armonia y
la paz.-
Aunque el mundo actual no viva esa condición mesiánica, no por eso vamos
a renunciar a la Esperanza Mesiánica, y ella viene solo de Dios, y Dios
forjando la esperanza en nosotros, estará siempre en nuestros corazones.
Esta presencia divina en nosotros, que requiere de nuestra libertad, nos
guiará siempre hacia el Bien. Es por eso que el salmo 125 canta diciendo
“Por la Casa delSeñor Nuestro Dios te deseo todo bien”.-
En la segunda lectura San Pablo nos alerta “Dense cuenta ndel tiempo en
que vivimos ya es hoa de despertarse”
Caminar en esa luz para San Pablo significa "despojarse de las obras de las
tinieblas" (Rom. 13,12); significa que el hombre debe revestirse de las
virtudes de la fe, la esperanza y el amor. Esto nos urge pues debemos
esperar la salvación ya cercana, ya que la historia camina hacia el retorno
del Señor. El tiempo que nos separa de dicha realidad debe ser aprovechado
al máximo y con solicitud cristiana, ya que el Señor de la historia (de Belén) y
que está presente en la vida de cada hombre "debe venir" al final de los siglos
y tendrá que ser acogido en la fe, esperanza y caridad vivas y operantes.
Basta de excesos en la comida yen la bebida, basta de lujuria y libertinaje,
basta de peleas y envidia. Por el contrario revistanse del Señor Jesucisto,
dejense de preocupar por satisfacer los deseos de la carne (Rom13,13-14)
Este versículo llevo a San Agustín a la conversión y esto mismo quiere hacer el
Señor con nosotros.-
“Dejemos las actividades de las tinieblas y revistámonos con las armas de la
luz” El Adviento nis hermanos es un llamado a vivir con santidad y gozo, la
espera delSeñor, pero también, un camino de sanación y liberación con los
hombres y el mundo hacia Dios,.-
Se trata de vivir un estilo de vida distinto ,este es tiempo en la actitud
vigilante de la cual nos habla Jesús: "velad porque no sabéis cuando llegará
vuestro Salvador y Señor" (Mt. 24,42). Se trata también de la venida del
Señor para cada hombre, al final de su vida cuando se encuentre con él cara
a cara y solamente haya luz en el amor. Será el comienzo sin fin de la
eternidad en la eterna visión del Dios Uno y Trino, en la humanidad gloriosa
del Señor. La tensión entre el presente y el futuro se habrá cumplido y se
habrán cumplido todas las promesas mesiánicas.
Recordemos entonces que no esperamos “algo” sino a “alguien”; Cristo el
Señor, y si nos Cristificamos, e.d. nos hacemos semejantes a Cristo a
través de nustra obras, todo en nosotros será santo y bueno.-
Que María de la dulce espera en el Señor nos bendiga y acompañe.
+ Marcelo Raúl
Martorell