EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
sábado 30 Noviembre 2013
Fiesta de san Andrés, apóstol
Carta de San Pablo a los Romanos 10,9-18.
Hermanos:
Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo
resucitó de entre los muertos, serás salvado.
Con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con la boca se confiesa para
obtener la salvación.
Así lo afirma la Escritura: El que cree en él, no quedará confundido.
Porque no hay distinción entre judíos y los que no lo son: todos tienen el mismo
Señor, que colma de bienes a quienes lo invocan.
Ya que todo el que invoque el nombre del Señor se salvará.
Pero, ¿cómo invocarlo sin creer en él? ¿Y cómo creer, sin haber oído hablar de él?
¿Y cómo oír hablar de él, si nadie lo predica?
¿Y quiénes predicarán, si no se los envía? Como dice la Escritura: ¡Qué hermosos
son los pasos de los que anuncian buenas noticias!
Pero no todos aceptan la Buena Noticia. Así lo dice Isaías: Señor, ¿quién creyó en
nuestra predicación?
La fe, por lo tanto, nace de la predicación y la predicación se realiza en virtud de la
Palabra de Cristo.
Yo me pregunto: ¿Acaso no la han oído? Sí, por supuesto: Por toda la tierra se
extiende su voz y sus palabras llegan hasta los confines del mundo.
Salmo 19(18),2-3.4-5.
Los cielos cuentan la gloria del Señor,
proclama el firmamento la obra de sus manos;
un día al siguiente le pasa el mensaje
y una noche a la otra se lo hace saber.
No hay discursos ni palabras
ni voces que se escuchen,
mas por todo el orbe se capta su ritmo,
y el mensaje llega hasta el fin del mundo.
Evangelio según San Mateo 4,18-22.
Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón,
llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran
pescadores.
Entonces les dijo: "Síganme, y yo los haré pescadores de hombres".
Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron.
Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y
a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las
redes; y Jesús los llamó.
Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron.
Comentario del Evangelio por :
San Bernardo de Claraval (1091-1153), monje cisterciense, doctor de la
Iglesia
2º sermón para la fiesta de San Andrés
El martirio de San Andrés, apóstol
“¡Oh cruz largo tiempo deseada, ahora te acercas a mí para satisfacer las
aspiraciones de mi alma! Vengo a ti lleno de gozo y certeza. Recíbeme con alegría,
a mí, el discípulo de aquél que estuvo colgado de tus brazos...”.
Según la tradición, así hablaba san Andrés viendo de lejos la cruz levantada para su
suplicio. ¿De dónde le venían a ese hombre un gozo y una exultación tan
sorprendentes? ¿De dónde le venía tanta constancia en un ser tan frágil? ¿De
dónde le procedían, a este hombre, un alma tan espiritual, una caridad tan ardiente
y una voluntad tan fuerte? No pensemos que sacaba de sí mismo tanta valentía;
era el don perfecto procedente del Padre de las luces (Jm 1,17), de aquél que sólo
él puede hacer tanta maravilla. Era el Espíritu Santo que venía en ayuda de su
debilidad, y que difundía en su corazón una caridad fuerte como la muerte, o mejor
dicho, más fuerte que la muerte (Ct 8,6).
¡Dios quiera que hoy también nosotros tengamos parte en este Espíritu! Porque si
ahora nos es doloroso el esfuerzo de la conversión, si nos enoja velar, es
únicamente por el hecho de nuestra indigencia espiritual. Si tuviéramos presente al
Espíritu santo, seguro que él vendría en ayuda de nuestra debilidad. Lo mismo que
ha hecho por san Andrés frente a la cruz y la muerte, lo haría igualmente por
nosotros: quitando al trabajo de la conversión su carácter doloroso, lo convertiría
en deseable e incluso en delicioso... Hermanos, busquemos con ahínco este
Espíritu, pongamos todo nuestro cuidado para lograrlo, o para poseerlo más
plenamente si ya lo tenemos. Porque “el que no posee el Espíritu de Cristo no
pertenece a Cristo” (Rm 8,9)... Debemos, pues, tomar nuestra cruz con san Andrés,
o mejor aún con aquél que él ha seguido, el Señor, nuestro Salvador. La causa de
su gozo era porque moría no solamente por Él sino como Él, y que, unido tan
íntimamente con su muerte, reinaría con Él... Porque nuestra salvación está sobre
esta cruz.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”