Homilía 1° Domingo de Adviento Ciclo A
Lecturas Bíblicas:
Isaías 2, 1-5
Carta de san Pablo a los Romanos 13, 11-14
Evangelio según san Mateo 24,37-44
Esperando al Salvador
Iniciamos hoy en la Iglesia un nuevo año litúrgico; en él seguiremos la lectura del
evangelio según san Mateo.
Iniciamos un nuevo año litúrgico y lo hacemos comenzando el tiempo de Adviento. El
Adviento es un período de cuatro semanas que no tiene sentido en sí mismo sino en la
preparación a la venida del Señor Jesús que renovaremos en la solemnidad de Navidad.
En su ilimitada reiteración cíclica, el calendario litúrgico cada año, así como la sucesión de
las estaciones, meses, semanas y días del año civil, nos aproximan a la imagen de la
eternidad futura más allá de la historia biográfica de cada hombre y de toda la
humanidad.
En este contexto del Adviento, y para ayudar a nuestra mejor disposición para recibir al
Salvador en la Navidad, la liturgia de la Iglesia proclama hoy este pasaje de Mateo donde
el mismo Jesús habla de su vuelta al fin de los tiempos y de la actitud que deben tener sus
discípulos en relación a su venida: la vigilancia .
Vigilar, quiere decir “estar preparados” o “estar esperando”, estar esperando un evento
que va a suceder, estar esperando a alguien que nos visita.
Se trata de una parte del llamado “ discurso escatológico” pronunciado por el Señor en
Jerusalén . En un diálogo que tiene con sus discípulos desde un lugar donde contemplan el
espléndido Templo , anuncia Jesús su destrucción. Y cuando sus discípulos le preguntaron
“﾿cuándo sucederá esto y cuál será la señal de tu venida?” (Mt. 24, 1-3), responde el Señor
superponiendo, en su respuesta tanto como en la pregunta de los discípulos,
superponiendo dos momentos: uno inminente, la ruina del Templo, y el fin del mundo , y
afirma finalmente, que sólo el Padre conoce ese día y hora (Mt. 24, 36).
1
“﾿Cuándo sucederá esto?” ; “sólo el Padre conoce ese día y hora”. No sean curiosos por
saber lo que quizás convenga ignorar; más bien ocúpense de lo más importante,
prepararse para la vuelta del Hijo del Hombre. ¡Hay tantas cosas futuras que nos conviene
ignorar para que no nos dejemos abatir anticipadamente por el sufrimiento! Cada día
tiene su afán, debemos confiar en Dios.
Este misterio y secreto acerca del momento preciso de los tiempos finales y de la vuelta
del Hijo del Hombre, se presenta a la vez combinado con algo que sí es revelado con
certeza : ¡el Señor vendrá! Ciertamente vendrá. Y las tribulaciones y la destrucción no son
el final definitivo; éstas precederán a la manifestación gloriosa del Hijo del Hombre (Mt.
24, 29-31) pero serán la señal de que el Señor está cerca (parábola de la higuera, Mt. 24,
32-36: como los brotes de la higuera anuncian la llegada del verano, la tribulación será un
signo de la vuelta del Señor). Y así responde Jesús a la pregunta de sus discípulos: “﾿cuál
será la señal de tu venida?” El sufrimiento es transitorio, no definitivo.
Aquí se inserta el texto que proclamamos en la liturgia de hoy. Jesús exhorta a sus
discípulos a estar preparados, prevenidos, pre-ocupados, alertas, vigilantes, despiertos,
velando, atentos, expectantes, a la espera del Hijo del Hombre que “vendrá (ciertamente
vendrá) a la hora menos pensada” (Mt. 24, 44). Estar a la espera, esperando…, con
esperanza…
E ilustra Jesús esta actitud de preparación con dos imágenes , una de la Sagrada Escritura
(Gn. 7, 11 y ss.), otra de la vida cotidiana:
1. la venida final del Hijo del Hombre sorprenderá como en tiempos de Noé el diluvio
a quienes no entraron con Noé en el arca;
2.
la venida del Señor ocurrirá a la hora menos pensada como el ladrón que ingresa a
la casa mientras sus habitantes duermen.
Advirtamos cómo en ambas imágenes se discierne y separa a quienes son salvados : Noé y
su gente el día del diluvio (y con ellos se da como un nuevo comienzo de la historia
salvífica), y a quienes están prevenidos velando a la hora en que el ladrón perfora las
paredes de su casa. Este discernimiento es el que hará el Señor cuando venga como Juez
en su gloria y ponga, a unos a su derecha, a otros a su izquierda, según las obras buenas
que hayamos hecho, o no, a nuestros hermanos, y que Él estimará como destinadas a su
propia persona (Mt. 25, 31-46). Por eso dice: “De dos hombres que estén en el campo,
2
uno será llevado y el otro dejado . De dos mujeres que estén moliendo, una será llevada y
la otra dejada ” (Mt. 24, 40-41).
Los que sucumben (en el diluvio en tiempos de Noé; o cuando llega el ladrón de noche; o
cuando venga el Hijo del Hombre) son quienes no están preparados (esperando) y son
sorprendidos .
Sucumbirán quienes estén tan metidos en este mundo que se olviden de Dios , los
ciudadanos de la civilización secularizada que vive sin referencia a Dios, al margen de Dios
(así había ocurrido antes del diluvio). ¿No es verdad que el hombre de hoy tiene la ilusión
de ser omnipotente y no reconoce que debe rendir cuentas de sus obras ante Dios?
Sucumbirán los que estén distraídos , aturdidos, embotados y atontados por el hedonismo
y caigan como en una trampa ese día final (Cf. texto paralelo: Lc. 21, 34-35). Sucumbirán
quienes estén dormidos, sedados, dopados por lo pasajero, instalados en este mundo,
satisfechos , clausurados en la inmanencia y cerrados a toda apertura a lo trascendente.
Sucumbirán quienes no tengan en cuenta que el reino del Señor ya está entre nosotros y
está madurando en la historia humana hacia su plenitud final.
Por eso Jesús exhorta a la vigilancia. No para que , en función de la vuelta del Señor y el
mundo futuro, relativicemos en demasía este mundo y nos desentendamos de construir la
civilización del amor con solidaridad y según la justicia , entregándonos en cambio a la
holgazanería , sin compromiso. Por ello, para evitar este peligro, es mejor que ignoremos
qué día y hora vendrá el Hijo del Hombre , y permanezcamos siempre en vela, preparados.
Precisamente por nuestro trabajo honesto, a través de nosotros, mediante nuestro servicio
al más pequeño de nuestros hermanos (Mt. 25, 40), el Señor prepara el advenimiento
definitivo de su reino.
Lo que mejor comprendemos si continuamos leyendo en el evangelio según san Mateo las
tres parábolas con las que Jesús amplía lo que dice sobre esta actitud de la vigilancia, que
podemos llamar vigilancia fiel y diligente o espera activa :
1. la parábola del administrador fiel (Mt. 24, 45-51),
2. la parábola de las diez jóvenes prudentes que esperan al esposo con sus lámparas
encendidas (Mt. 25, 1-13)
3.
y la parábola de los talentos confiados por el Señor a sus servidores (Mt. 25, 14-
30).
3
La actitud que promueve Jesús es la vigilancia fiel y constante , pero es también el
compromiso diligente y responsable .
La vigilancia se refiere al futuro de plenitud que se espera confiado; la diligencia se refiere
al presente (hoy) donde el Señor y su reino ya están obrando.
Estén preparados , el Hijo del Hombre vendrá, afirma Jesús (Mt. 24, 44). Toma el Señor y se
apropia este título, Hijo del Hombre , de la Sagrada Escritura, del libro de Daniel (7, 13-
14). Allí se habla de una visión profética donde el “Hijo del Hombre” aparece sobre las
nubes del cielo y le es dada la gloria y el reino, un reino eterno e indestructible. En esta
visión se expresa precisamente la meta final de la salvación de la humanidad.
En el título “Hijo del Hombre” se entrelazan inseparablemente en el único Jesús: divinidad
y humanidad, gloria y pasión, exaltación y abajamiento, Señor y Siervo obediente . En el Día
final, el Hijo del Hombre será el Juez ; pero el Hijo del Hombre quiere también identificarse
con los hambrientos, sedientos, forasteros, desnudos, enfermos, encarcelados , y lo que
hayamos hecho con todo el que sufre lo acreditará como hecho a Él mismo (Mt. 25, 31-46).
Por eso, Jesús como Hijo del Hombre, recapitulando, como Cabeza, a todos , aparece como
el ideal de la nueva humanidad (Cf. Card. J. Ratzinger, Benedicto XVI, Jesús de Nazaret,
Primera Parte, Planeta, Buenos Aires, 2007).
En la misma línea de la vigilancia promovida por Jesús para la espera confiada de la vuelta
del Hijo del Hombre, san Pablo, en la Carta a los Romanos 13, 11-14 (segunda lectura de la
liturgia de este primer domingo de Adviento), anuncia la proximidad de la salvación y
exhorta a despertar del sueño, a despabilarse, a despojarse de las obras de la oscuridad
(de la noche) y vestirse con la armadura de la luz (del día) o, más bien a vestirse, a
revestirse, del Señor Jesucristo .
“Porque es ya hora de levantaros del sueño ; la salvación está más cerca de nosotros que
cuando abrazamos la fe. La noche está avanzada. El día se avecina . Despojémonos, pues,
de las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz . Como en pleno día,
procedamos con decoro : nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos;
nada de rivalidades y envidias. Revestíos más bien del Señor Jesucristo y no os preocupéis
de la carne para satisfacer sus concupiscencias.”
4
Es el HOY del reino de la salvación que ya está obrando ; es necesario caer en la cuenta de
la presencia del reino y dejar atrás las obras malas , la vida inmoral (tinieblas), para vivir
según la nueva moral de Jesús (luz).
¡Que Cristo sea nuestra armadura ! Así estaremos como en un puesto de guardia, alertas,
vigilando, esperando el regreso del Señor, que es nuestra Luz y nuestro Día .
Por el Bautismo, los cristianos somos revestidos de Cristo. No se trata simplemente de un
vestirse exterior sino de pensar y amar como Jesús, tener los mismos sentimientos que Él.
¿Hemos dejado atrás el sueño y la oscuridad de la noche con todas las obras de las
tinieblas a las que renunciamos en nuestro Bautismo? Si no lo hemos hecho,
pertenecemos al grupo de quienes podemos ser sorprendidos y sucumbir cuando el Señor
vuelva.
¡Despertemos! ¡Vigilemos! ¡Esperemos confiados!
Es, precisamente, por la esperanza en Cristo cómo somos salvados. Así lo enseña la
encíclica de Benedicto XVI “Spe Salvi" (Salvados en la Esperanza, 2007). La esperanza es el
otro nombre de la vigilancia. La esperanza es la virtud que debemos pedir a Dios y vivir
especialmente durante el Adviento.
Y mientras nos disponemos en este Adviento para la celebración de la renovación litúrgica
de la venida del Señor en la próxima Navidad, manifestamos nuestra esperanza en la
vuelta definitiva del Hijo del Hombre en su gloria al fin de los tiempos.
Pbro. Hernán Quijano Guesalaga
Domingo 2 de diciembre de 2007
Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús y Capilla Policial San Sebastián, Paraná (Argentina)
Editada para domingo 1° de diciembre de 2013
5
6