Bautismo en fuego
Un proverbio Bambará dice: “Un solo pedazo de leña produce humo, pero no el fuego”.
El humo apenas sí anuncia el fuego. Y hay que atizarlo para que no se desvanezca.
Incluso, el humo nos puede sofocar y hasta ahogar. Urge que el fuego esté prendido y
para eso necesitamos leña en abundancia. Dios es amigo del fuego, de la energía, de la
vitalidad y envía su Espíritu a bautizarnos en fuego.
La liturgia del Adviento pide nuestra conversión, quiere renovarnos a través del fuego.
Nuestro corazón se ha ido enfriando demasiado. Los jóvenes han perdido el calor y el
universo tirita de frío…las relaciones humanas se han fragmentado en intereses y
cálculos. Los roles en la sociedad rivalizan en competencias. Lucas nos pide frutos de
conversión que recobren la dignidad y el servicio.
Pablo retoma la Palabra como fuego abrasador que transforma el corazón. Se han
enquistado en nosotros virus de intolerancia, segregación y exclusión. Nos urge retomar
el fuego como principio purificador, unificador. Un bautismo en el Espíritu que recobre
la comunión como hábitat donde el corazón en llamas incendiarias de atracción y
empatía, nos ayude a recobrar el ritmo de la vida por el sendero de la esperanza.
El resultado de este bautismo en fuego es lo que Isaías alcanza a pincelar en visión
utópica al sentar a la misma mesa a antípodas irreconciliables y antagonismos
virulentos. Es el sueño de Dios que van realizando los creyentes en los detalles más
insignificantes, dejando en cada huella un hito de superación y prendiendo una luz en
cada corazón que anuncie la aurora de un amanecer si ocaso.
Cochabamba 08.11.13
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com