EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
martes 03 Diciembre 2013
Martes de la primera semana de Adviento
Libro de Isaías 11,1-10.
En aquel día, saldrá una rama del tronco de Jesé y un retoño brotará de sus raíces.
Sobre él reposará el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría y de inteligencia,
espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de temor del Señor
-y lo inspirará el temor del Señor-. El no juzgará según las apariencias ni decidirá
por lo que oiga decir:
juzgará con justicia a los débiles y decidirá con rectitud para los pobres del país;
herirá al violento con la vara de su boca y con el soplo de sus labios hará morir al
malvado.
La justicia ceñirá su cintura y la fidelidad ceñirá sus caderas.
El lobo habitará con el cordero y el leopardo se recostará junto al cabrito; el ternero
y el cachorro de león pacerán juntos, y un niño pequeño los conducirá;
la vaca y la osa vivirán en companía, sus crías se recostarán juntas, y el león
comerá paja lo mismo que el buey.
El niño de pecho jugará sobre el agujero de la cobra, y en la cueva de la víbora,
meterá la mano el niño apenas destetado.
No se hará daño ni estragos en toda mi Montaña santa, porque el conocimiento del
Señor llenará la tierra como las aguas cubren el mar.
Aquel día, la raíz de Jesé se erigirá como emblema para los pueblos: las naciones la
buscarán y la gloria será su morada.
Salmo 72(71),1-2.7-8.12-13.17.
Oh Dios, comunica al rey tu juicio,
y tu justicia a ese hijo de rey,
para que juzgue a tu pueblo con justicia
y a tus pobres en los juicios que reclaman.
Florecerá en sus días la justicia,
y una gran paz hasta el fin de las lunas.
Pues domina del uno al otro Mar,
del Río hasta el confín de las tierras.
Pues librará al mendigo que a él clama,
al pequeño que de nadie tiene apoyo;
él se apiada del débil y del pobre,
él salvará la vida de los pobres;
Que su nombre permanezca para siempre,
y perdure por siempre bajo el sol.
En él serán benditas todas las razas de la tierra,
le desearán felicidad todas las naciones.
Evangelio según San Lucas 10,21-24.
En aquel momento Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y
dijo: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas
a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque
así lo has querido.
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre,
como nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera
revelar".
Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos: "¡Felices los
ojos que ven lo que ustedes ven!
¡Les aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo
vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron!".
Comentario del Evangelio por :
Papa Francisco
Encíclica “Lumen fidei”, §15 (trad. © Libreria Editrice Vaticana)
“Muchos profetas y reyes han querido ver lo que vosotros veis”
La plenitud de la fe cristiana: “Abrahán […] saltaba de gozo pensando ver mi día; lo
vio, y se llenó de alegría” (Jn 8,56). Según estas palabras de Jesús, la fe de
Abrahán estaba orientada ya a él; en cierto sentido, era una visión anticipada de su
misterio. Así lo entiende san Agustín, al afirmar que los patriarcas se salvaron por
la fe, pero no la fe en el Cristo ya venido, sino la fe en el Cristo que había de venir,
una fe en tensión hacia el acontecimiento futuro de Jesús.
La fe cristiana está centrada en Cristo, es confesar que Jesús es el Señor, y Dios lo
ha resucitado de entre los muertos (cf. Rm 10,9). Todas las líneas del Antiguo
Testamento convergen en Cristo; él es el “sí” definitivo a todas las promesas, el
fundamento de nuestro “amén” último a Dios (cf. 2 Co 1,20). La historia de Jesús
es la manifestación plena de la fiabilidad de Dios. Si Israel recordaba las grandes
muestras de amor de Dios, que constituían el centro de su confesión y abrían la
mirada de su fe, ahora la vida de Jesús se presenta como la intervención definitiva
de Dios, la manifestación suprema de su amor por nosotros.
La Palabra que Dios nos dirige en Jesús no es una más entre otras, sino su Palabra
eterna (cf. Hb 1,1-2). No hay garantía más grande que Dios nos pueda dar para
asegurarnos su amor, como recuerda san Pablo (cf. Rm 8,31-39). La fe cristiana es,
por tanto, fe en el Amor pleno, en su poder eficaz, en su capacidad de transformar
el mundo e iluminar el tiempo. “Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y
hemos creído en él” (1 Jn 4,16). La fe reconoce el amor de Dios manifestado en
Jesús como el fundamento sobre el que se asienta la realidad y su destino último .
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