EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Mateo 15,29-37.
Jesús llegó a orillas del mar de Galilea y, subiendo a la montaña, se sentó.
Una gran multitud acudió a él, llevando paralíticos, lisiados, ciegos, mudos y
muchos otros enfermos. Los pusieron a sus pies y él los curó.
La multitud se admiraba al ver que los mudos hablaban, los inválidos quedaban
curados, los paralíticos caminaban y los ciegos recobraban la vista. Y todos
glorificaban al Dios de Israel.
Entonces Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: "Me da pena esta multitud, porque
hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer. No quiero despedirlos en
ayunas, porque podrían desfallecer en el camino".
Los discípulos le dijeron: "¿Y dónde podríamos conseguir en este lugar despoblado
bastante cantidad de pan para saciar a tanta gente?".
Jesús les dijo: "¿Cuántos panes tienen?". Ellos respondieron: "Siete y unos pocos
pescados".
El ordenó a la multitud que se sentara en el suelo;
después, tomó los panes y los pescados, dio gracias, los partió y los dio a los
discípulos. Y ellos los distribuyeron entre la multitud.
Todos comieron hasta saciarse, y con los pedazos que sobraron se llenaron siete
canastas.
Comentario del Evangelio por :
Papa Francisco
Homilía del 30/05/2013 (trad. © Libreria Editrice Vaticana)
¿Dónde encontraremos en un desierto, suficiente pan para saciar el
hambre de una multitud?
¿De dónde nace la multiplicación de los panes? La respuesta está en la invitación de
Jesús a los discípulos: “Dadles vosotros...”, “dar”, compartir. ¿Qué comparten los
discípulos? Lo poco que tienen: cinco panes y dos peces. Pero son precisamente
esos panes y esos peces los que en las manos del Señor sacian a toda la multitud.
Y son justamente los discípulos, perplejos ante la incapacidad de sus medios y la
pobreza de lo que pueden poner a disposición, quienes acomodan a la gente y
distribuyen —confiando en la palabra de Jesús— los panes y los peces que sacian a
la multitud. Y esto nos dice que en la Iglesia, pero también en la sociedad, una
palabra clave de la que no debemos tener miedo es “solidaridad”, o sea, saber
poner a disposición de Dios lo que tenemos, nuestras humildes capacidades, porque
sólo compartiendo, sólo en el don, nuestra vida será fecunda, dará fruto.
Solidaridad: ¡una palabra malmirada por el espíritu mundano!
Esta tarde, en la Eucaristía, de nuevo, el Señor distribuye para nosotros el pan que
es su Cuerpo, Él se hace don. Y también nosotros experimentamos la “solidaridad
de Dios” con el hombre, una solidaridad que jamás se agota, una solidaridad que no
acaba de sorprendernos: Dios se hace cercano a nosotros, en el sacrificio de la Cruz
se abaja entrando en la oscuridad de la muerte para darnos su vida, que vence el
mal, el egoísmo y la muerte. Jesús también esta tarde se da a nosotros en la
Eucaristía, comparte nuestro mismo camino, es más, se hace alimento, el
verdadero alimento que sostiene nuestra vida también en los momentos en los que
el camino se hace duro, los obstáculos ralentizan nuestros pasos. Y en la Eucaristía
el Señor nos hace recorrer su camino, el del servicio, el de compartir, el del don, y
lo poco que tenemos, lo poco que somos, si se comparte, se convierte en riqueza,
porque el poder de Dios, que es el del amor, desciende sobre nuestra pobreza para
transformarla.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”