¿Con quién era el pleito de Juan el Bautista?
Domingo 2º.Adviento C
Una Figura central en el tiempo del Adviento cristiano es Juan el Bautista.
Conocemos de su familia, encumbrada, pero no el momento en que se separó
de sus padres para aparecer subrepticiamente en las inmediaciones del
desierto, cerca del rio Jordán, bautizando a la gente como una señal de
penitencia. Es interesante la expectación y la conmoción que significó se
presencia no precisamente en Jerusalén, la capital del judaísmo, y el lugar
privilegiado de predicación y de oración en el templo, y también la sede del
poder político y económico. Nada quiso saber de eso. Despojado de todo, como
los grandes profetas, inmediatamente atrajo la mirada de la gente sencilla,
cansada de las vanas promesas y de la explotación que irradiaba el templo de
Jerusalén. Su palabra era dura, despiadada, anunciando a un Dios casi con
cara de enojo, de venganza y de ira. No nos olvidemos que él pertenece
todavía al Antiguo Testamento, y Cristo tuvo que dar varias pincelada en la
tela que Juan estaba pintando, para darnos la idea de un Padre que se
compadece de los suyos, que tiene sus brazos abiertos y que abraza a los
suyos precisamente con su Hijo Jesucristo y con el otro brazo del Espíritu
Santo de amor. Juan ponía mucho empeño en lograr la conversión de las
gentes al corazón de Dios, y las gentes lo seguían y se bautizaban y
preparaban su corazón a la venida del Mesías. Él pedía una nueva actitud de
las gentes, una situación nueva de justicia y de acercamiento a los hermanos,
aunque su palabra no tenía la universalidad y la misionalidad que Cristo
imprimirá a su mensaje.
Pero con quienes el Bautista se mostró despiadado, fue con los fariseos y los
saduceos que se acercaban a él. Seguramente no se acercaron con humildad,
formándose en la fila de los pecadores, sino haciendo gala de poderío y
ostentando sus insignias, sus ínfulas y sus amplios ropajes propios de su
condición. Hay que decir que los fariseos y los saduceos, pertenecían a dos
partidos opuestos entre sí, pero unidos por un hecho: compartían el poder, y
cada grupo a su manera, dominaban y explotaban al pueblo. Es contra ellos
contra los que el Bautista apunta todas sus baterías y les hace ver con fuertes
palabras, que ante Dios no valen las influencias, el pertenecer a una raza, a
una condición social o ser herederos e hijos de familia “bien”. Ante Dios se
necesita llegar con una actitud nueva, no con rituales aprendidos de memoria
desde pequeños pero que no cambian la vida ni las actitudes hacia los demás.
Ciertamente esos grupos se mostraban como piadosos, seguidores de la ley y
de las costumbres del pueblo elegido, pero despreciaban a sus hermanos y les
hacían ver su condición de pecadores y de transgresores de la Ley de Dios.
Qué mal se deben haber sentido esos grupos cuando les hablaba Juan con
palabras que escocían la piel y el corazón que permanecía duro de todas
maneras. No nos olvidemos que Cristo también tronará muchas veces contra
los fariseos, que tuvieron una influencia nefasta en su propia muerte.
Para nosotros, el mensaje de Jesús sigue siendo actual, nos invita a dejar
costumbres ancestrales y rituales cargados de sentimientos y de emociones,
pero que no logran cambiar nuestra vida. Ciertamente hemos sido bautizados,
hemos recibido la confirmación y hasta la primera comunión se llega para
muchos cristianos el fin de la primera etapa y luego vuelven a acercarse
después de muchos años, después de “haberle dado vuelo a la hilacha” para
recibir el sacramento del matrimonio y después seguir y seguir sin ton ni son,
sin rumbo fijo, vuelven a la iglesia, pero ya en hombros de otras personas y
en medio de cuatro velas. Hoy con el Bautista preparamos nuestro corazón,
dispongamos todo lo necesario, y de Cristo aceptemos la salvación que él nos
trae acompañado de su Espíritu Santo, dando un nuevo sentido a nuestros
sacramentos, haciendo brillar nuestro propio bautismo, acercándonos con una
nueva visión al Sacramento Eucarístico y haciendo un nuevo encuentro con el
Sacramento de la reconciliación, para vivir vueltos hacia este pueblo cristiano,
vueltos a este mundo que busca paz en medio de la violencia, que busca la
verdad en un mundo de mentira y que busca amor y luz en medio de la
miseria y la maldad que se ha desatado en nuestro medio. No podemos fallar
al Cristo que ha venido buscando nuestra salvación, e invitándonos a fincar
firmemente en nuestro mundo el Reino de Dios que es Vida, Verdad, Justicia,
Paz, Gracia y Amor, todo ello con mayúsculas, ¡Venga a nosotros tu Reino,
Señor!
El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera sus comentarios en
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