II Semana de Adviento
Miércoles
Lecturas bíblicas
a.- Is. 40, 25-31: La grandeza divina.
El profeta nos presenta a Yahvé, como Señor del Cosmos. Su grandeza no se puede
comparar con ninguna realidad de cuanto ven nuestros ojos (cfr. Is. 40,12-17).
Tampoco se puede paragonar con el poder de las imágenes de los ídolos o el poder
de los reyes (cfr.Is.40,18-24). Nuestro pasaje, es una invitación de Yahvé, Señor
del Cosmos, al pueblo a confiar en ÉL. Los ídolos ante la dignidad de Yahvé, son
totalmente ineficaces. Este Dios Creador, infinitamente poderoso, ha hecho todo,
los cielos, el firmamento, le llama y le obedece a sus órdenes y a su palabra (v.26).
En su comparación los hombres y poderosos de la tierra son como saltamontes, no
pueden resistir a su voz (cfr. Is. 40, 22-24). El profeta trata de reanimar a su
pueblo con la esperanza en el actuar de Dios. Ellos creen que Dios ha olvidado a su
pueblo, por ello se preguntan por su futuro, su suerte está oculta a Yahvé, más
aún, Dios parece ignorar su causa (v.27). Es el desaliento que acecha a los
deportados, sin embargo, ellos debía saber. Que Dios es eterno, que ha creado
cuanto existe, y que por ello no se cansa ni fatiga, que Dios no es como ellos lo
sienten, sino que Yahvé es infatigable, no se desalienta ni cansa jamás,
precisamente porque es eterno y todopoderoso (cfr. Is.49,14; Ez. 37,11). El profeta
les recuerda que su inteligencia es inescrutable, insondable, que supera
infinitamente la capacidad humana de comprender, los planes de Dios son
misteriosos, incapaz Israel de comprenderlos a cabalidad, pero que por su profeta
irá revelando en su Nombre (v. 28; cfr. Is. 55,9). Dios no sólo no se cansa, sino
que da vigor al cansado y acrecienta la energía de los fatigados. Si los jóvenes y
vigorosos se cansan y vacilan, los que esperan en el Señor, en cambio,
experimentan que sus energías se renuevan constantemente, correrán sin
fatigarse, andarán si cansarse, remontan el potente vuelo como águilas (v.31).
Todo cuanto nos comunica el profeta nace de su experiencia personal, problemas y
dificultades pueden desgatar la esperanza, pero la comunión vivificante con el Dios
de la vida renueva constantemente la esperanza y las energías. Es lo que permite
levantar el vuelo, sobre fracasos y decepciones. Sólo la esperanza teologal infunde
juventud al espíritu. Llamada cierta a recuperar la oración de contemplación. Para
sumergirse en Dios y edificar arraigados sólo en ÉL (cfr. Col. 2,7). Así como el
profeta invitó a su pueblo a mirar a Dios para reconstruir a Israel, ahora se nos
invita a poyados en la esperanza a levantar nuestras vidas como Iglesia, nuevo
pueblo de Dios.
b.- Mt. 11, 28-30: Venid a mí los cansados y agobiados que yo os aliviaré.
El evangelio, presenta a Jesús como el Maestro que llama a los que están cansados
y agobiados para darles un yugo suave y descanso. El yugo, se usó como imagen
expresión de la relación entre el esclavo y su amo; más tarde, la del discípulo y el
maestro. Cada maestro tenía un yugo que imponer a sus discípulos, que no era otra
cosa que un estilo de vida y disciplina moral y académica; pero el de Cristo, es más
suave que el de los fariseos y escribas, cuando explicaban la Ley de Moisés que era
extremadamente rígido. Este yugo se imponía a todo joven israelita para toda la
vida, Jesús lanza sus imprecaciones contra la forma de imponer normas, fardos
muy pesados al pueblo; Pedro lo califica de yugo insoportable (cfr. Mt. 23, 4; Hch.
12, 10). La diferencia entre la propuesta de los fariseos en cuanto exigencias y la
de Cristo está en que cuenta con el hombre, integra el verdadero sentido de la Ley,
en la vida del creyente, liberándolo de la esclavitud de la misma. La oración
confiada al Padre y la fuerza del Espíritu Santo dan la fuerza interior para asumir
las exigencias que Cristo exige a sus discípulos. Enseña quizás las exigencias de la
Ley de Moisés en forma más radical, pero su yugo es provechoso, no cansa (cfr.
1Jn. 5, 3). Se presenta como manso y humilde de corazón, porque su propuesta
evangélica no es opresiva; viene al hombre con humildad, no con opresión, se
acerca por el camino de la humillación, del abajamiento, hasta hacerse uno de
nosotros, cuestionando el concepto de autoridad desde sus cimientos (cfr. Mt. 21,
5; Flp. 2, 5). La voluntad de Dios es un yugo suave si se vive desde Jesús:
“aprended de mí” (v. 29). También para Jesús la voluntad del Padre es un yugo,
pero la asume con humildad, como Siervo de Dios. Se hizo esclavo, Siervo, para
cumplir lo que le mandado Dios, se hace Siervo de todos; aunque el Padre le ha
entregado todo, se abaja hasta hacerse Siervo. Si se acepta su yugo, se encontrará
descanso para hacer la voluntad de Dios en la vida cotidiana, porque la fe y el amor
lo levanta y sostiene interiormente a aquel que se entrega a Dios. Nunca la fe del
cristiano es un yugo, al contrario, es fuente de consuelo y de serenidad, porque se
hace con amor lo que quiere el Padre. El Hijo es el verdadero pequeño, manso y
humilde, que todo lo recibe del Padre, si bien su misterio queda velado, es capaz de
hacer partícipes de su conocimiento filial del Padre a los suyos, es el camino de la
vida (cfr. Prov.8,1-11; Mt.11,19). Un alto en la jornada diaria es el mejor alivio y
descanso para conversar, orar a Dios; tomar fuerzas para seguir construyendo el
reino de Dios en nuestra sociedad.
S. Juan de la Cruz ve en la creación un anticipo de la humanidad que se sentará en
la mesa del reino de Dios: “Una esposa que te ame, /mi Hijo darte quería, /que por
tu valor merezca /tener nuestra compañía /y comer pan a una mesa /de el mismo
que yo comía, /porque conozca los bienes /que en tal Hijo yo tenía /y se congracie
conmigo/ de tu gracia y lozanía” Romance acerca de la Trinidad (vv. 80-85).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD