Nuestra Señora de Guadalupe
Lectura del libro del Eclesiástico (Sirácides) (Eclo 24,23-31)
Yo soy como una vid de fragantes hojas y mis flores son producto de gloria y de
riqueza. Yo soy la madre del amor, del temor, del conocimiento y de la santa
esperanza. En mí está toda la gracia del camino y de la verdad, toda esperanza de
vida y de virtud. Vengan a mí, ustedes, los que me aman y aliméntense de mis
frutos. Porque mis palabras son más dulces que la miel y mi heredad, mejor que los
panales. Los que me coman seguirán teniendo hambre de mí, los que me beban
seguirán teniendo sed de mí; los que me escuchan no tendrán de qué avergonzarse
y los que se dejan guiar por mí no pecarán. Los que me honran tendrán una vida
eterna.
Salmo 66 Que te alaben, Señor, todos los pueblos.
Ten piedad de nosotros y bendícenos;
vuelve, Señor, tus ojos a nosotros.
Que conozca la tierra tu bondad y
los pueblos tu obra salvadora /R
Las naciones con júbilo te canten,
porque juzgas al mundo con justicia;
con equidad tú juzgas a los pueblos y
riges en la tierra a las naciones /R
Que te alaben, Señor, todos los pueblos,
que los pueblos te aclamen
todos juntos. Que nos bendiga Dios
y que le rinda honor el mundo entero /R
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los gálatas (Gál 4,4-7)
Hermanos: Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de una
mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estábamos bajo la ley, a fin de
hacernos hijos suyos. Puesto que ya son ustedes hijos, Dios envió a sus corazones
el Espíritu de su Hijo, que clama: ¡Abbá!, es decir, ¡Padre! Así que ya no eres siervo,
sino hijo; y siendo hijo, eres también heredero por voluntad de Dios.
Lucas 1,39-45 ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?
En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de
Judea, y entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el
saludo de María, la creatura saltó en su seno. Entonces Isabel quedó llena del
Espíritu Santo, y levantando la voz, exclamó: ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito
el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme?
Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú,
que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor.
Entonces dijo María: Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en
Dios mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava.
Pensemos…
La virgen no es una simple devoción o un invento de la Iglesia. Nada de eso.
Ella es la Madre de Jesucristo. Reconocida bíblicamente hoy en este evangelio por
la prima Isabel: “¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme?” Es
decir, no es invento, no es fábula o un cuento de vaqueros. Dios eligió a una mujer
y la hizo, por obra del Espíritu Santo, la Madre de Jesucristo.
Entonces…
Celebrar hoy a la Virgen de Guadalupe es una belleza y a la vez una gran
verdad del amor de Dios para con nosotros. Hay que leer a Juan Diego, el agila que
habla, vidente de la Virgen. Quien supo escuchar la voz de la virgen que pedía un
templo para adorar a su hijo. Una casita. Pero esa casa nace en el corazón de cada
uno, como nació en lo más profundo de un indígena, analfabeto, muy humilde, pero
de muy grande corazón.
La Guadalupe nos enseña que ante Dios nada nos debe detener y menos el
miedo. Ella nos quiere dar a conocer a su Hijo, quien en la misa se quedó para
alimentarnos, animarnos y acompañarnos.
Ella, al igual que la Coromoto, patrona de Venezuela, centran sus mensajes
como buenas catequistas en una evangelización desde Cristo para todos. Que
nadie se quede sin el mensaje que al vivirlo concede la salvación y el encuentro con
el amor de los amores, sacramento que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.
Padre Marcelo
@padrerivas