III Domingo de Adviento
SIGNOS DE LA PRESENCIA DE JESUCRISTO
En este 3° domingo de Adviento la Iglesia nos habla de los signos de la
presencia de Dios, uno de ellos es la alegría. Alégrense, nos dice, porque el Señor
está cerca. Él es la respuesta a ese deseo de vida y de plenitud que tiene el hombre
como hijo de Dios. En el marco de este tiempo de preparación a la Navidad se nos
invita a renovar la confianza en el Señor que viene, que no abandona a su pueblo, y
que es la causa profunda de nuestra alegría. No somos caminantes sin destino, sino
hijos de un Dios que viene para estar y caminar con nosotros.
Junto a esta alegría hoy nos dice el Señor, como le dijo a Juan Bautista cuando le
mandó preguntar desde la cárcel: “¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a
otro?” Jesús le responde no sólo con palabras sino con hechos: “Vayan a contar a
Juan, les dice, lo que ustedes oyen y ven: los ciegos ven y los paralíticos caminan;
los leprosos son purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan y la Buena
Noticia es anunciada a los pobres” (Mt. 11, 3-5). Dios se nos revela en la historia:
“por hechos y palabras íntimamente unidos entre sí” (DV. 2).
Los signos de su presencia los encontramos cerca de nosotros, cuando sabemos
leer a la luz de su Palabra tanto nuestras vidas, la realidad que nos circunda, como
nuestras relaciones. Todo el mundo es obra de Dios y nos habla de él, la naturaleza
misma es un libro que debemos cuidar y saber leer, pero de modo especial su obra
mayor que es el hombre. La importancia de la ecología, decía al respecto Benedicto
XVI, es hoy algo indiscutible: “Debemos escuchar el lenguaje de la naturaleza y
responder a él coherentemente. Sin embargo, agregaba, quisiera afrontar
seriamente un punto que, tanto hoy como ayer, se ha olvidado demasiado: existe
también la ecología del hombre.
También el hombre posee una naturaleza que él debe respetar y que no puede
manejar a su antojo arbitrariamente. El hombre no es solamente una libertad que
el se crea por sí solo. El hombre no se crea a sí mismo, es espíritu y voluntad, pero
también naturaleza, y su voluntad es justa cuando escucha la naturaleza, la respeta
y cuando se acepta como lo que es, y que no se ha creado a si mismo”. La tarea de
nuestra libertad supone lo dado, lo que soy como un don, que debo valorar y
respetar. Esto no es un límite.
Esta reflexión, con la larga cita de Benedicto XVI, la considero hoy muy oportuna.
Cuando no tenemos en cuenta la realidad de la naturaleza, y en especial de la vida
humana, como algo que tiene su verdad y su propio lenguaje, nuestra libertad corre
el riesgo de constituirse en un pequeño dios que se cree omnipotente, sin límites, y
que no sabe leer ni respetar el don recibido.
La misma realidad en la que vivimos es, por ello, signo de la presencia de Dios,
sobre todo cuando hablamos del hombre: “creado a imagen y semejanza de Dios”.
Jesucristo frente a la dignidad de este hombre concreto ha tenido un plus, una
mirada particular hacia los que sufren, los pobres, con quienes él mismo se ha
identificado. Adviento es tiempo propicio para descubrir al Señor en el servicio
humilde y comprometido a nuestros hermanos necesitados. En ellos nos espera.
Reciban de su obispo, junto a mi afecto y oración, mi bendición en el Señor.
Mons. José María Arancedo
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz