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III DOMINGO DE ADVIENTO CICLO A
Lecturas Bíblicas:
Isaías 35, 1-6a. 10
Carta del apóstol Santiago 5, 7-10
Evangelio según san Mateo 11, 2-11
LA BUENA NOTICIA ANUNCIADA A LOS POBRES
El texto del capítulo 11 del evangelio según san Mateo que proclamamos en
este tercer domingo de Adviento, nos presenta una vez más la figura de san
Juan Bautista, el Precursor del Salvador.
Se trata de un momento posterior al que recordamos el domingo pasado, el
del inicio de la vida pública de Jesús. Juan está preso, a pocos meses de su
muerte, y Jesús ya ha desarrollado una parte importante de su ministerio
público y puede exhibir sus milagros y su predicación, de lo que había oído
hablar Juan desde la cárcel, como argumento de su condición de Mesías.
Los versículos leídos se pueden dividir en dos partes:
1. En la primera se nos narra el encuentro de dos discípulos de Juan
enviados ante Jesús para preguntarle si era Él el esperado y la
respuesta indirecta que da el Señor.
2. En la segunda parte del evangelio leemos el testimonio que Jesús da
sobre Juan su Precursor .
El evangelio según san Mateo que hoy nos toca (11, 2-11), evangelista que
seguimos en este año litúrgico, tiene su paralelo en la versión según san
Lucas (Lc. 7, 18-30).
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“Juan el Bautista oyó hablar en la cárcel de las obras de Cristo, y mandó a dos
de sus discípulos para preguntarle: «¿Eres tú el que ha de venir o debemos
esperar a otro?ᄏ”.
¿Dudaba Juan si Jesús era el Mesías? Probablemente se trataba más bien de
las dudas de los discípulos de Juan que del propio Juan.
Aún teniendo en cuenta que el reconocimiento de Jesús como Mesías y todos
sus títulos, y sobre todo su condición divina, es progresivo, porque progresiva
es la pedagogía de la revelación divina, y no será pleno sino después de la
Resurrección de Jesús y la venida del Espíritu Santo en Pentecostés, no puede
fácilmente entenderse que Juan dudara del Señor . El Bautista le había
anunciado como próximo, había dicho que el bautismo de Jesús sería
superior al suyo; lo recordamos el domingo pasado (Mt. 3, 11). Juan había
dado este testimonio de Jesús: “He visto al Espíritu descender del cielo en
forma de paloma y permanecer sobre él…Yo lo he visto y doy testimonio de
que Él es el Hijo de Dios” (Jn. 1, 32-34).
Probablemente se trataba más bien de las dudas de los discípulos de Juan .
¿Es Jesús el que ha de venir o debemos esperar a otro? Si Juan les había
enseñado que el bautismo del que viene después de él será de fuego, que
separará el trigo de la paja y arrojará a ésta en el fuego, entonces ellos
estaban impacientes y perplejos ante las enseñanzas pacíficas de Jesús
mientras su maestro Juan había sido encarcelado por sus denuncias
proféticas. Ellos, los discípulos de Juan, habían malentendido el mesianismo
de Jesús, y tenían más bien una expectativa triunfalista en la venida
inminente del Juez que hiciera justicia purificando mediante el fuego.
Impedido el Bautista encarcelado de continuar instruyendo a sus discípulos,
ante sus dudas e inquietudes, les envía directamente a Jesús . ¿No era Juan
precisamente quien había señalado a Jesús diciendo a sus discípulos “Éste es
el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, a él me refería cuando
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dije que después de mí viene otro más grande que yo”, dejando que sus
discípulos se fueran detrás de Jesús (Jn. 1, 29-37)? Juan debía llevar a Jesús,
era su Precursor, ésa era su misión. Por eso Juan envía a sus discípulos a
preguntar a Jesús.
“Jesús les respondió: ᆱVayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven: los
ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos
oyen; los muertos resucitan y la Buena Noticia es anunciada a los pobres . ¡Y
feliz aquel para quien yo no sea motivo de escándalo!ᄏ”.
No les contestó Jesús directa sino indirectamente , argumentando con sus
obras y con la Sagrada Escritura. Les mostró sus obras , que dan testimonio de
Él, que prueban que Él cumple las profecías escritas en la Escritura sobre el
Mesías. Él habla a través de sus obras . Como debemos hacerlo nosotros, los
cristianos: el mejor testimonio de nuestra fe debe ser la coherencia de la vida
y nuestras obras.
Cita Jesús una serie de oráculos mesiánicos del profeta Isaías , entre ellos uno
que proclamamos también hoy, y se los aplica :
“Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los
sordos; entonces el tullido saltará como un ciervo y la lengua de los mudos
gritará de júbilo” (Isaías 35, 5-6).
Alude a los milagros que había obrado Él mismo curando a los enfermos y
resucitando a los muertos. Por estos signos deben saber que Él es
ciertamente el Mesías anunciado. Sepan por estos signos que los tiempos
mesiánicos ya han sido inaugurados.
Pero en su respuesta también alude Jesús a otros pasajes del mismo Isaías:
29, 18-19 y 61, 1-2, en los cuales se habla de la alegría de los pobres en los
tiempos mesiánicos porque a ellos es enviado a traerles la buena noticia .
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Más que los milagros y curaciones, parece subrayarse sobre todo este rasgo
de los destinatarios preferidos del ministerio y el anuncio de Jesús: los pobres.
Jesús acaba de responder a su pregunta. Ahora «Vayan a contar a Juan lo que
ustedes oyen y ven”.
La pregunta es inquietante y siempre actual: «¿Es Jesús el que ha de venir o
debemos esperar a otro?». La perplejidad, la impaciencia ante las injusticias,
el deseo de querer apresurar la justicia de Dios que aplaste el mal es siempre
una tentación presente, también hoy.
La pregunta por Jesús: ¿quién eres? ¿qué enseñas? ¿qué pides? ¿qué
mandas? ¿qué prometes?, es bueno que resuene siempre en nuestras
conciencias y motive la búsqueda de Jesús y el encuentro y diálogo con Él. Es
necesario definir estas respuestas y definirse frente a Jesús, no podemos
quedar mucho tiempo indiferentes, porque, cuando sea el momento del
juicio seremos trigo guardado en el granero o paja que se consume en el
fuego. Mientras es el tiempo de la paciencia de Dios y se nos ofrece la
salvación invitándonos a la conversión sincera, vigilemos y respondamos con
prontitud porque el reino de Dios siempre está cerca .
Ayer como hoy, Jesús ha sido signo de contradicción y motivo de escándalo ,
tropiezo, obstáculo, vergüenza para muchos, sobre todo en la aparente
derrota y debilidad de la cruz. Pero, como nos dice Jesús: “¡feliz aquel para
quien yo no sea motivo de escándalo!”
ᄀFeliz aquel para quien yo no sea motivo de escándalo!”. Se alude a la
felicidad, la alegría. Se ha dicho que este pasaje en el que habla del Mesías
que anuncia la buena nueva a los pobres (Mt. 11, 2-66) es como un eco de las
bienaventuranzas de Jesús (Mt. 5, 1-12), de las cuales la primera es la que
dice “ felices los que tienen alma de pobres porque a ellos pertenece el reino
de los cielos”.
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“﾿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?”. Es la pregunta de
cada Adviento: ﾿a quién esperamos? “﾿Eres tú el que ha de venir o debemos
esperar a otro?”. ¡Tú eres Aquel en quien esperamos! Eres el motivo, el
fundamento y el objeto de nuestra esperanza. ¿a quién otro? ¿quién otro nos
puede dar la salvación, el Reino de los Cielos, la vida eterna?
En tal sentido, el Papa Benedicto XVI en su Encíclica sobre la Esperanza (Spe
salvi, 2007), que comienza con estas palabras del apóstol san Pablo a los
romanos: “en esperanza fuimos salvados” (Rm. 8, 24), afirma que el mismo
Pablo “recuerda a los efesios cómo antes de su encuentro con Cristo no
tenían en el mundo « ni esperanza ni Dios » (Ef 2,12)”.
Sin Dios no hay esperanza, no hay futuro cierto, sólo hay oscuridad e
incertidumbre. Por eso : ¡feliz aquel para quien Cristo no sea motivo de
escándalo!
En la segunda parte del pasaje que hoy proclamamos en la liturgia, leemos
cómo Jesús habla a la multitud de Juan . El Bautista había hablado de Jesús.
Ahora es Jesús quien habla de Juan. Y, ¿qué dice?
“﾿Qué fueron a ver al desierto? ﾿Una caña agitada por el viento? ﾿Qué
fueron a ver? ¿Un hombre vestido con refinamiento? Los que se visten de esa
manera viven en los palacios de los reyes”.
Es la segunda vez que aparece la expresión ver en este texto que hoy leímos.
La primera fue cuando Jesús les dice a los discípulos de Juan: “vayan a contar
a Juan lo que ustedes oyen y ven ”. Y ahora pregunta a la multitud “﾿qué
fueron a ver al desierto?”. Invita a los discípulos de Juan a abrir su mirada a
Aquel de quien Juan fue el Precursor. Interpela a la multitud sobre su mirar a
Juan para que al ver al Precursor sean conducidos a fijar su mirada en Él .
Juan el Bautista ciertamente no es una caña agitada por el viento en el
desierto , no es un predicador flácido a merced de los remolinos de la moda,
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oportunista y acomodaticio, sino que su voz resuena en el desierto como
denuncia audaz, valiente y fuerte de las injusticias de su tiempo, sobre todo
por parte de quienes abusaban del poder y escandalizaban a los pobres con
sus riquezas.
Juan el Bautista ciertamente tampoco es un hombre vestido con
refinamiento . Recordábamos el domingo II° de Adviento la austeridad y
pobreza con que vestía. La autenticidad de la vida de Juan acreditaba y
respaldaba la autoridad de su prédica.
“﾿Qué fueron a ver entonces? ﾿Un profeta? Les aseguro que sí, y más que un
profeta. El es aquel de quien está escrito: Yo envío a mi mensajero delante de
ti, para prepararte el camino”.
Ahora es Jesús quien pregunta. No a los discípulos de Juan sino a la multitud
pero también acerca de Juan. Primero Jesús pregunta y después Jesús mismo
responde.
¿Qué fueron a ver? Fueron a ver en Juan, dice Jesús, a un profeta . Y lo es. Y
agrega Jesús: Juan es más que un profeta . El es el nuevo Elías , profeta que
volvería como Precursor del Mesías, como escribe Malaquías, quien pone en
boca de Dios estas palabras: “Yo les enviaré al profeta Elías antes de que
llegue el día del Señor (Mal. 3, 22).
Por eso dice Jesús de Juan: “El es aquel de quien está escrito: Yo envío a mi
mensajero delante de ti, para prepararte el camino”.
Y todavía Jesús agrega:
“Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que Juan el
Bautista; y sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es más
grande que él”.
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Juan, hablando de Jesús , había dicho: “aquel que viene detrás de mí es más
poderoso que yo” (Mt. 3, 11). Ahora Jesús habla de Juan y dice que Juan es el
más grande entre los hombres. Él es el Precursor del Mesías y ésta es la
razón de su grandeza.
Sin embargo , con todo, Juan es superado en grandeza, agrega Jesús, por el
más pequeño en el Reino de los Cielos .
Estas palabras, ¿cómo entenderlas sin conceder contradicción en Jesús? Se
ha dicho que es posible interpretar esto de dos modos.
1. El primero sería que Jesús habla de la superioridad del Reino de los
Cielos , al cual todavía Juan no había sido recibido. Entonces, vemos
que hasta el más grande en este mundo es más pequeño que los
elegidos que ya participan del banquete del reino.
2. Pero también podrían entenderse esta contraposición que hace Jesús
entre la grandeza-pequeñez de Juan frente a la grandeza del más
pequeño en el Reino , si las palabras de Jesús se refieren al último y
mayor de los profetas de la Antigua Alianza frente a la novedad de la
Nueva Alianza que superará a aquella y que Él venía a inaugurar. ¡Juan
es sólo un Precursor!
Aquel a quien esperamos no lo es solamente porque venga a traer la justicia ,
mucho menos si la medimos con los criterios de este mundo, sino porque nos
da el Reino de los Cielos (expresión sinónima de “el reino de Dios”).
Y lo que tenía perplejos a los discípulos de Juan que fueron enviados a
preguntar a Jesús “¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?”
era precisamente la conciliación en el perfil del Mesías esperado, por un lado
de la Justicia, y por otro de la Misericordia o el Amor gratuitos .
Pero, como afirma el Papa Benedicto en la Encíclica Spe Salvi, palabras con
las que quisiera concluir:
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“El Juicio de Dios es esperanza , tanto porque es justicia , como porque es
gracia . Si fuera solamente gracia que convierte en irrelevante todo lo que es
terrenal, Dios seguiría debiéndonos aún la respuesta a la pregunta sobre la
justicia, una pregunta decisiva para nosotros ante la historia y ante Dios
mismo. Si fuera pura justicia , podría ser al final sólo un motivo de temor para
todos nosotros. La encarnación de Dios en Cristo ha unido uno con otra –
juicio y gracia– de tal modo que la justicia se establece con firmeza : todos
nosotros esperamos nuestra salvación «con temor y temblor» (Fil 2,12). No
obstante, la gracia nos permite a todos esperar y encaminarnos llenos de
confianza al encuentro con el Juez , que conocemos como nuestro «abogado» ,
parakletos (cf. 1 Jn 2,1)”.
Pbro. Hernán Quijano Guesalaga
Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús
y Capilla Policial San Sebastián, Paraná (Argentina)
16 de diciembre de 2007
Actualizada para sábado 14 y domingo 15 de diciembre de 2013