Día 17 de Diciembre
Lecturas bíblicas
a.- Gen. 49,2.8-10: No se apartará de Judá el cetro.
La primera lectura, nos habla de la profecía mesiánica de Jacob, sobre la tribu de
Judá, que obtiene una primacía, sobre el resto de las tribus. Destacan la bendición
de Judá y de José, que equivale al predominio que tendrán sobre las demás tribus,
la de Judá en el sur y la de José en el centro de Canaán. La bendición de Judá,
pronostica hegemonía y poder sobre sus enemigos y superioridad sobre sus
hermanos (v. 8). Su símbolo es el león, quizás por ser el rey del bosque (v.9). De
Judá se habla de cetro y bastón de mando, símbolos de realeza, alusión directa a
la monarquía de David, que sometió a los pueblos vecinos y formó un reino con
todas las tribus de Israel. Si la bendición aparece como una realidad que ya es,
cuando se redactó el texto, también hay una mirada al futuro, una promesa de
realeza duradera de carácter universal. “No se irá de Judá el báculo, el bastón de
mando de entre tus piernas, hasta tanto que se le traiga el tributo y a quien rindan
homenaje las naciones” (v.10). Con ello el autor sagrado está queriendo afirmar
que la realeza de David se prolongará a quien verdaderamente la realeza le es
propia, es decir, al Mesías. En la bendición de Jacob hay una dimensión futura y
universal de la acción de Dios, bajo el símbolo de la realeza, en su pueblo pero
también en la concepción de ese pueblo. En la bendición de Jacob, en el símbolo
real se insinúa la acción de Dios en la historia. La alianza prometida a David, se
inserta en la alianza de los patriarcas. El esplendor lo alcanza con David y Salomón,
pertenecientes a esa tribu, pero su cenit lo encontramos en Jesucristo, el Señor, el
Mesías –Rey de cielos y tierra (cfr. Ap. 5,5).
b.- Mt. 1,1-17: Genealogía de Jesucristo.
El evangelio, nos presenta la genealogía de Jesucristo, descendiente de Judá y
David. Esta genealogía de Mateo, es descendente ya que empieza en Abraham y
termina en Jesús, hijo de María y José. Entre los antepasados de Jesús,
encontramos de todo, unos muy buenos y otros no tanto. Si bien, predominan los
hombres, línea masculina, pero se mencionan cuatro mujeres: Tamar (Gen.38);
Rahab, prostituta de Jericó (Jos. 2), que tuvo un hijo de su propio suegro; Rut la
moabita (Rut 4), Betsabé, mujer de Urías y luego de David (2 Sam. 11), además de
María, la Madre de Jesús. Dos de ellas, eran extranjeras: Rahab y Rut. De esta
forma, queda clara la pertenencia de Jesucristo, y su solidaridad con toda la
humanidad, en su condición real y pecadora. Es la acción de la providencia divina,
que trabaja con la humanidad y en la humanidad, guiándola hacia Cristo Jesús.
Como Hombre y Dios verdadero, Jesucristo, se convierte en el modelo del hombre
nuevo. Sólo en el misterio de Dios, se esclarece el misterio del hombre, como
enseña el Concilio, Adán es figura del que había de venir, Cristo nuevo Adán,
revelación del Padre y de su amor por el hombre, revelándole lo que es y la
vocación a la está llamado (GS 22). Si Cristo se hace hombre en el misterio de su
Encarnación, es para que el hombre sea divino, es decir, hijo de Dios. Todo este
movimiento, se centra en la Maternidad divina de María. Ella es la morada de Dios
con los hombres, en Ella, se realizó el admirable encuentro personal de Dios con el
hombre; tan divino y tan humano que el Verbo de Dios, su Palabra, se hace
humano en María de Nazaret, se hace uno como nosotros. Admirable misterio de
amor divino y respuesta humana.
Sor Isabel de la Trinidad, en la Navidad de 1901, escribe: “En el humilde y frío
establo ¡qué hermoso está el Niño Jesús!/ ¡Oh gracia, oh prodigio, oh milagro!/ ¡Sí,
ha venido para mí!/ Contemplando la gran miseria/ de los hijos que ha amado
demasiado, /el Padre, lleno de ternura/ les dio su Verbo adorado. (Poesía 75).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD