Comentario al evangelio del Martes 17 de Diciembre del 2013
María - el Espíritu… y José también
Dentro de siete días celebraremos el nacimiento de Jesús. La liturgia se hace más densa, más
expectante. Una figura sobresale: María, la madre de Jesús. Escuchemos.
Podría parecer un evangelio sin interés. ¿Qué nos interesan –pensará alguno- tantos nombres, tanta
insistencia en el mismo verbo “engendró”, “engendró”, “engendró”? Incluso alguien manifestará su
extrañeza al ver en una lista tan enorme de antecesores la escasa presencia de las mujeres que son las
que auténticamente “engendran”.
Jesús es hijo de María, pero también es hijo de un pueblo, de una gran tradición viva e incluso
biológica. En aquella mentalidad, toda la responsabilidad de la generación recaía en los varones. ¡Eran
ellos los que engendraban! ¡Eran ellos los que ponían el nombre al hijo! ¡Eran ellos los que transmitían
de generación en generación la bendición de Dios! A través de ellos llegará el Mesías.
Lo sorprendente de esta cadena de generaciones es que precisamente en el último eslabón, cuando
aparece José, hijo de Jacob y esposo de María, José queda excluido totalmente del origen de Jesús y
con él toda la lista que le precede. Sóla María se convierte en fuente de Jesús. ¡Sin José! ¡Sola ella y el
Espíritu Santo! “De Spiritu Sancto ex Maria virgine” (proclamamos en el Credo). El varón es excluido
en la encarnación del Hijo de Dios. ¿Cómo se recupera el valor de la gran genealogía? ¿Cómo Jesús
conecta con esta tradición que le precede? La figura de José tiene la clave. Él es el esposo de María. Él
es el que impone el nombre al Hijo de María. De este modo, lo asume como propio suyo, quien asumió
a María como esposa. José es para Jesús un padre espiritual que le transmite la gran tradición del
pueblo, y hace de Jesús un hijo espiritual del pueblo de Israel.
La mujer adquiere un gran protagonismo. Movida por el Espíritu de Dios se convierte en fuente santa,
en Madre. Lo que Dios hizo con otras mujeres del pueblo de Dios, lo hace ahora con María, de la
forma más sublime. Ella es la nueva Tamar, Rahaj, Betsabé y Rut. Acogida por pura gracia. Fuente del
Hijo de Dios por pura gracia.
Cuando Dios quiere hacer su voluntad, nada ni nadie se opone a su querer. Por eso, hay que confiar
ciegamente en nuestro Dios. Porque él guía nuestros pasos, si somos dóciles a lo que su Espíritu nos
inspira.
JGP