Comentario al evangelio del Miércoles 18 de Diciembre del 2013
El “fiat” de José
Lo de Jesús no fue solo un nacimiento, sino un auténtico “génesis”. Si creemos que es el Hijo de Dios,
real, entonces, su origen se reviste de Misterio. La palabra “génesis” empleada por el evangelista
Mateo es la más apta. Escuchemos el Evangelio:
El gran testigo del “génesis” de Jesús fue José, el esposo de María. Se convierte en el gran
protagonista del evangelio de este día. Es llamativo, en primer lugar, que a José se le defina a partir de
María, y no a María a partir de José. Es “el esposo de María”. No se dice que María es “la esposa de
José”. María define la identidad de José. Y cuando José no es capaz de captar lo que en María acontece
y se cree desplazado, marginado del acontecimiento, entra en la más grave crisis de identidad. Hasta
decide “repudiarla” en secreto. No quiere dar la cara. Pretende que todo quede oculto. La noche es el
símbolo de su angustia interior y de todo un mundo de sombras que lo acosan.
¡Ese es su Calvario particular y anticipado! La concepción del Hijo de Dios se convierte para él en la
pena máxima. Dios tiene misericordia de su hombre justo y le envía un ángel que lo consuela y le
desvela el secreto de Dios. El ángel le da identidad: “José, hijo de David”. Lo reditúa en la gran
genealogía de los hijos de David. Lo nombra responsable de la historia de la salvación. Le hace
reconocer que en María ha actuado de una manera especialísima el Espíritu Santo y que él no participa
en ese origen biológico de Jesús. Pero lo convoca para participar de otra forma en el acontecimiento: a
través de la palabra que impone nombre al Niño y a través de la acogida de María como esposa. La
respuesta de José fue rápida. Hizo lo que el Ángel le pidió. Juan Pablo II dice en la encíclica
Redemptoris Custos, que ¡ese fue el Fiat de José! Fue justo porque hizo la voluntad de Dios. La
voluntad, por otra parte, más sublime: dar nombre a Jesús y convertirse en tutor y padre espiritual de
él, y ser esposo de María.
Nunca hemos de sentirnos del todo marginados o desplazados. Dios siempre tiene un lugar para los que
ama. Es cuestión de esperar la revelación.No olvidemos la figura de José. Él dio identidad a Jesús… y a
María. Su presencia en la espiritualidad de la Iglesia enriquece y equilibra nuestra identidad. ¡No lo
olvidemos!
JGP