IV Domingo de Adviento, Ciclo A
NAVIDAD, EXPRESIÓN DEL AMOR Y MISERICORDIA DE DIOS
En Navidad celebramos la cercanía de Dios que se nos manifestó en su Hijo.
Descubrirnos desde esta presencia que es Amor y vivir bajo la mirada de su
Misericordia, es introducirnos en un camino de conocimiento y de confianza en Dios
que nos enriquece. Amor y misericordia no debilitan en Dios la exigencia de la
verdad y la justicia, sino que en él se identifican y forman una unidad ejemplar. En
nosotros, en cambio, es un camino progresivo de participación en su vida.
Qué triste imagen la de una fe en Dios, el Padre de Nuestro Señor Jesucristo,
cuando justifica su agresividad porque lo hace en defensa de la verdad, no
comprende que su plenitud está en el amor. Igualmente, cuando por un sentido
reivindicativo de la justicia se olvida el significado de la misericordia. Una verdad
que no nos abra al amor, no pertenece al evangelio de Jesucristo. Asimismo, una
justicia que nos exima de la misericordia, tampoco pertenece al proyecto de Dios
manifestado en su Hijo.
Navidad es el inicio de algo nuevo, de Alguien que ha venido a comunicar al hombre
la posibilidad de una Vida Nueva. El Concilio Vaticano II expresa este sentido de la
venida de Jesucristo, diciendo que: “Cristo, el nuevo Adán, manifiesta plenamente
el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación” (G. S. 22).
Navidad es la presencia de Dios que ha venido a iluminar nuestra vida, y a
enseñarnos a ser sus hijos y hermanos entre nosotros. Considero oportuno, en el
marco de esta Navidad, ver nuestras relaciones desde el amor y la misericordia.
Ellas suponen, ciertamente, el valor y la exigencia de la verdad y la justicia. ¡Pero
cuánta falta de caridad vemos invocando la defensa de la verdad! Me pregunto si
esta verdad tiene su fuente en Dios, san Pablo nos exhorta a que: “vivie ndo en la
verdad y en el amor, crezcamos plenamente, unidos a Cristo” (Ef. 4, 15).
¡Pero también cuánta insensibilidad cuando al invocar la justicia nos endurecemos
ante el dolor o necesidad de un hermano! Esta justicia, me pregunto: ¿tiene su
fuente en Dios, o sólo sirve para justificar mi dureza, mi ira o, tal vez, el deseo de
venganza? La misericordia no niega la justicia, pero no se encierra en ella como en
un absoluto.
Navidad nos muestra, decíamos, el amor y la misericordia de Dios hecho camino y
vida en su Hijo. Su propuesta es siempre el ofrecimiento a mi libertad de una Vida
Nueva. Hay rutinas que no nos ayudan a salir de esquemas que nos dan una
aparente seguridad, pero nos detienen en ese camino hacia algo nuevo, nos
acostumbramos a lo pequeño. Por ello, les sugiero que en esta Navidad revisemos
nues tra vida y relaciones desde esa plenitud del amor y la misericordia, que es el
centro del mensaje de Jesucristo.
Esto requiere de una disposición interior que nos abra a un camino de renovación
espiritual. El amor y la misericordia es ese “plus” que eleva a la verdad y a la
justicia a su plenitud. Diría que en ellas se manifiesta el testimonio creativo de la
presencia de Dios, que es fuente de alegría y de paz.
Reciban de su obispo junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.
Mons. José María Arancedo
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz