Solemnidad de la Natividad del Señor (24 de Diciembre)
MISA DE LA VIGILIA
a.- Is. 62, 1-5: El Señor te prefiere a ti.
El profeta lee la historia según el proyecto de Yahvé y su triunfo. Ciro ha permitido
el regreso de los israelitas de Babilonia a Jerusalén, autorizado reconstruir el
templo, el profeta deberá levantar la esperanza de su pueblo. Los primero exiliados
que llegaron se encontraron con una ciudad que levantar, una actividad económica
en ciernes, un templo que reconstruir en medio de un pueblo indiferente a Yahvé.
Es a los exiliados a los que el profeta presenta el futuro esplendor de la ciudad, su
justicia y salvación, brillará como antorcha. Lo de “Devastada y abandonada” (v.4),
nombres que hasta ahora tenía la ciudad, serán cambiados y Yahvé la llamará: “Mi
complacencia” y su tierra “Desposada” (v.4). Recibir un nombre nuevo, significa,
cambio de situación, la ciudad volverá a ser la esposa de Yahvé, no más
abandonada, sino que será la joven esposa, preparada para su Esposo, tu
edificador (v.5). Lo esencial de la descripción, que hace el profeta de la ciudad
futura, es la presencia de Yahvé dentro de las murallas de Jerusalén. La ciudad
resucitada, es la gloria de Jerusalén, que celebra el amor de Dios por la urbe, que
en términos esponsales, expresa la participación de Yahvé con su pueblo y el don
mutuo de la entrega (cfr. Is. 60). Cristo comparte su divinidad y nosotros nuestra
humanidad, que se expresa no sólo en la Encarnación, sino que se prolonga en la
Eucaristía, donde animada por el amor la entrega de Cristo y la comunidad eclesial
se manifiesta más claramente.
b.- Hch. 13, 16-17. 22-25: Pablo da testimonio de Cristo, Hijo de David.
Esta prédica de Pablo, en la sinagoga de Antioquía de Pisidia, es una concentrada
presentación de la historia de salvación, llevada por Dios con Israel su pueblo, que
va desde la elección del pueblo de su propiedad, la liberación de la esclavitud en
Egipto que Pablo hace desembocar en Jesús, el Salvador (cfr. Hch.7, 2-53). La
promesa del Salvador, pasa por David, y cómo Yahvé, conduce la historia humana,
por sobre las fragilidades de los hombres, hacia la plenitud de los tiempos, hacia
Jesucristo. El apóstol, se sitúa en la historia de la salvación, que lo hermana con
sus oyentes judíos, para centrar su atención en este Salvador Jesús, cumplidor de
la promesa. Juan Bautista, hace de puente entre lo provisorio y transitorio del
tiempo de las promesas de los profetas, y la plenitud de los tiempos de Jesús, el
Salvador (cfr. Hch.1, 5. 22; 10, 37; 18, 25; 19,3ss).
c.- Mt. 1, 1-25: Genealogía de Jesucristo, Hijo de David.
Mateo nos presenta su genealogía, que pretende mostrarnos como Jesús por medio
de José ante la Ley es su padre, con lo que Jesús entra en la serie de generaciones.
Con esta genealogía las Escrituras afirman que Jesús es hombre verdadero, no un
mito, sino que realmente es nacido de mujer (Gál.4,4). La familia en la que es
introducido Jesús es una dinastía regia, la familia de David, en la que ha de
cumplirse la promesa mesiánica. La primera posición de Jesucristo es: hijo de David
(v.6). Jesús es en sentido pleno y legal hijo de David, por lo tanto, parte de su
familia y heredero de su trono (cfr. 2Sam.7, 1-16; Lc.1, 32; Rm.1, 3). La segunda
posición de Jesús, es también hijo de Abraham (vv.1-2). El origen de Jesús se
remonta más allá de David, a Abraham, padre más que de una estirpe, de todo un
pueblo. Fue a él a quien Yahvé le hizo una promesa más antigua: “Bendeciré a los
que bendigan, maldeciré a los que te maldigan, y serán benditas en ti todas las
naciones de la tierra” (Gén.12, 3). Su descendencia será una fuente de bendiciones
para toda la humanidad, pero será uno de sus vástagos el que traerá la bendición
definitiva: Cristo Jesús (cfr. Gál.3,16). El nacimiento de Jesús está dentro del plan
de Dios que tiene lugar en un tiempo determinado, signo de la sabiduría de Dios
que conduce la historia de la salvación. Entre los antepasados de Jesús,
encontramos de todo, unos muy buenos y otros no tanto. Si bien, predominan los
hombres, línea masculina, se mencionan cuatro mujeres que no eran las célebres
esposas de los patriarcas como Sara y Rebeca, Lía y Raquel, sino cuatro que
permanecen en un segundo plano como Tamar (v.3; cfr. Gen.38,1-30); Rahab
que engendra a Booz, prostituta cananea (v.5; cfr. Jos. 2; 6,15); Rut la moabita,
que era pagana, bisabuela de David (v.5; cfr. Rut 4,12ss); Betsabé, mujer de
Urías, y luego de David (v.6; 2 Sam. 11s), además de María, la Madre de Jesús
(v.16). De esta forma, queda clara la pertenencia de Jesucristo, y su solidaridad
con toda la humanidad, en su condición real y pecadora. En la segunda parte del
texto, nos presenta el nacimiento de Jesús (vv.18-25). María concibe a su hijo
Jesús, sin concurso de varón, por obra del Espíritu Santo. Esta última
denominación evoca en Mateo, el poder creador de Dios, para pasar a describir las
consecuencias del hecho: el desconcierto de José. María y su esposo José ya
estaban desposados. Es decir, el contrato había sido hecho, responsablemente, lo
que faltaba era la boda, que culminaba cuando la novia iba a vivir a casa del
esposo. El nuevo estado de María, crea problemas a José, seguramente informado
por ella misma de la situación, había que tomar una resolución. Las dudas de José,
no van orientadas tanto por la culpa o inocencia de María, sino por el rol que a él,
le corresponde en toda esta historia. Es el ángel del Señor, quien lo aclara todo:
deberá poner el nombre al Niño, es decir, será su padre legal. Las palabras del
ángel, resumen de la historia del NT: Jesús, salvará al pueblo de sus pecados. Con
el nacimiento de Jesús, queda superada la infinita separación entre Dios y el
hombre. Porque ÉL es el Emmanuel, Dios cono nosotros, para salvación de toda la
humanidad. Ya el nombre Jesús, indica Salvador; toda su obra y palabra, nos
enseñan, que Dios, se quedó de nuestro lado, en su Hijo Jesús, para siempre.
El místico S. Juan de la Cruz, hace una relectura del prólogo del evangelio de San
Juan, sólo nos quiere enseñar que Dios es el único Padre del Salvador Jesús y que
de María la carne recibía el que Hijo de Dios y del hombre se decía: “Y el que sólo
Padre, / ya también tenía Madre, / aunque no como cualquiera/ que de varón
concebía, que de las entrañas de ella/ él su carne recibía, / por lo cual Hijo de Dios/
y del hombre se decía” Romance acerca de la Encarnación (vv. 280-285)
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD