DIA 31 DE DICIEMBRE
Día Séptimo de la Octava en la Navidad.
Lecturas Bíblicas
a.- 1 Jn. 2,18-21: Estáis ungidos por el Santo.
El apóstol escribe, condicionado por la idea, que el mundo llegaba a su fin, idea
común entre los cristianos del primer siglo de la historia de la Iglesia, y que Dios
inauguraría una nueva era. El anticristo es la imagen de todo lo que se opone al
reino de Dios, aunque aquí ese término, viene a significar los errores de los herejes.
Es la personificación de las fuerzas que se oponen a Jesucristo y su Iglesia, y en la
mente del apóstol, son los herejes del momento en que escribe. Habla también de
los que estaban en la Iglesia, pero que efectivamente, no eran de ellos porque
siguieron doctrinas opuestas al Evangelio. Si hubieran sido de ellos, hubieran sido
fieles a su fe. Distinta es la situación de los que han recibido la unción del Espíritu
Santo, es decir el Bautismo, entrando en comunión con Jesucristo y han llegado a
conocer la verdad completa (cfr. 2Cor.1, 2; Jn. 14, 26). Los cristianos profesaban
que el Hijo de Dios, es el Cristo, enviado por el Padre. Los herejes, no creían que
Jesús fuese el Cristo, era una figura mitológica, cuya humanidad nos constituía una
verdad de su fe. No creían que nada del mundo divino estuviera presente en Jesús.
Esto respondía a la filosofía gnóstica, donde era imposible pensar que el mundo de
Dios, pudiese descender a lo humano, es decir, a lo malo, de ahí que la salvación se
entendía como un liberarse de lo material. De ahí nace su herejía, y por lo mismo,
su oposición al evangelio, a la comunidad eclesial, a la verdad en definitiva. En
cambio, los que disciernen en el espíritu, permanecen en la Iglesia, en la verdad,
en el evangelio, en Cristo Jesús, Dios y Hombre verdadero. Los ungidos por el
Espíritu del Señor son los que permanecen fieles a Dios, a la Palabra y reconocen a
Jesús como el Mesías. Es una clara advertencia, contra los que se han apartado de
la comunidad, y niegan que Jesús sea Mesías. Es la propia palabra la que nos
refiere a Jesús como palabra del Padre, más aún Palabra hecha carne, hecha
hombre. La Palabra se ha hecho también hijo del hombre, para estar entre los
hombres y darles vida eterna por la fe en ÉL.
b.- Jn. 1,1-18: En el principio existía la Palabra.
Jesucristo, es palabra de Dios, en lenguaje humano. La palabra en lo humano, es
espacio de encuentro personal. La palabra posee fuerza que crea y da vida, pero
puede ser causa de caída y perdición. Cristo es palabra de Dios en lenguaje
humano; posee todo la riqueza del lenguaje de los hombres. Es comunicación y
comunión de Dios para con el hombre, que lo invita a poseer su propia vida divina.
Palabra que es vida, verdad, luz; palabra que fecunda el corazón humano, espada
que penetra a fondo, y juzga los pensamientos y actitudes del creyente (cfr. Is.
55,11; Hb. 4,12). El evangelista, nos presenta la preexistencia del Logos eterno
(vv.1-5), afirma su eternidad, personalidad y divinidad, razones para creer que nos
puede hablar de Dios. La revelación y salvación que posee esta Palabra se
encuentra en su misma naturaleza. Esta Palabra busca ser acogida, espera una
respuesta de unos destinatarios, para los cuales es luz y vida. En un segundo
momento, nos presenta la entrada el Logos en el mundo de los hombres (vv. 6-13).
La luz de los hombres, es no una idea, sino Alguien inmerso en la historia, es el
Logos o la Palabra encarnada. Juan el Bautista será testigo de la luz verdadera, que
ilumina el misterio del hombre. Su ingreso en la historia pone al hombre ante la
necesidad de tomar una decisión, frente a esta Palabra, que quiere dialogar, o se la
acepta o se la rechaza. No creer, no recibirla, es sinónimo, de un no al Evangelio.
En cambio, recibirla significa aceptar la revelación que nos trae Jesucristo, su
palabra, su misterio personal y obras a favor e los hombres. Es sinónimo de fe, de
recibir la filiación divina, como iniciativa divina y no puramente decisión del
hombre, es decir, no procede del deseo de la carne o la sangre. En un tercer
momento, se nos presenta la Encarnación del Verbo o Logos eterno (vv. 14 - 18).
Dios entra en la historia como mentor de la misma; había ingresado en ella, como
Sabiduría, como Espíritu creador en el génesis del universo. La Encarnación, es la
última razón que se le ofrece al hombre para ser hijo de Dios. El Verbo o Logos se
hizo carne, hombre, pero que quiere decir, débil, en lo caduco e impotente. La
Encarnación del Verbo, salva la infinita distancia entre el Logos y la carne. En
definitiva, es el amor lo que salva esta infinita distancia, el amor infinito de Dios
Padre. Dios ya no vive en la tienda, en el templo, en el tabernáculo, puesto que
puso su Morada, su tienda entre los hombres, de ahí que podamos contemplar en
Jesucristo la gloria de Dios. Visión accesible sólo a los creyentes: hemos visto su
gloria. Para acentuar más la Encarnación, contrapone al Verbo hecho carne con
Moisés. Por Moisés, nos vino la Ley, como aval de la fidelidad de Yahvé con su
pueblo, en cambio, por Jesús hemos recibido gracia tras gracia; la verdad y la
gracia nos vienen por ÉL. “A Dios nadie le ha visto jamás, el Hijo Unigénito, que
está en el seno del Padre, él lo ha contado” (v. 18). Cristo es Camino, Verdad y
Vida que conduce al Padre. Quien ve a Jesucristo, ve al Padre, impronta de su ser,
su Rostro humano, clave de lectura. Tanto nos ama el Padre, que nos entrega a su
Hijo, en la Encarnación y en su Nacimiento, bondad de su gracia, amor de su amor
con que el corazón del creyente, queda más que colmado de felicidad.
Santa Teresa de Jesús, nos invita a dejarnos trasparentar por esta luz que nos
viene del cielo. La Palabra es gracia y verdad, y vida de Dios para el hombre que
cree, que la recibe como luz que brilla en lo alto que vence las tinieblas del mundo.
A nosotros la luz nos viene del portal de Belén: “Cuando mira este divino Sol,
deslúmbrale la claridad” (V 29,20).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD