Solemnidad. Santa María, Madre de Dios (1 de enero)
Lecturas bíblicas
a.- Núm. 6, 22-27: Bendición sobre el pueblo.
En la primera lectura, encontramos la fórmula para bendecir al pueblo reunido en el
templo. Encontramos una introducción (vv. 22-23), la fórmula de litúrgica de
bendición propiamente (vv. 24-26), y la conclusión (v. 27). El término, “bendecir”
(vv. 23.24.27), con el sujeto que es el Señor, están presentes en toda la oración.
La triple invocación del Santo Nombre de Yahvé, hacía eficaz la bendición de los
sacerdotes (v.23); es Yahvé quien bendice al pueblo a través de sus ministros
(v.27). El lugar propio de la bendición era el santuario, reunida la asamblea en
Nombre de Yahvé, que viene a su encuentro. El sacerdote, como mediador entre
Dios y su pueblo, invoca su presencia, y lo pone en medio de la comunidad. El
mismo nombre de Dios, es ya una bendición, con ello, se manifiesta que es Yahvé,
la fuente de todo bien, de toda bendición, es ÉL quien bendice su pueblo. Para el
autor sagrado, es importante dejar en claro el rol sacerdotal, aunque es cierto, que
también los patriarcas, reyes y levitas podían bendecir, pero en este caso concreto,
la función está reservada exclusivamente a los sacerdotes (cfr. Gn.27, 4-8; 2 Sam
6,18; 1Re. 8,14.55, Dt.10, 8; 22,1-5; Sir. 50,22s). La bendición hace presente a
Yahvé, en medio de su pueblo, una vez pronunciada, produce su efecto (cfr. Gn.1,
22.28; 12,2; 27, 30-38). Esta antigua bendición divina, era usada para que Yahvé
protegiera (v.24), las cosechas, los ganados, tuvieran éxito los negocios (cfr. Dt.
28,2-14). Ilumine su Rostro sobre ti (v.25), viene a significar, que Yahvé,
muestre su benevolencia, conceda su favor y la vida (cfr. Prov.16, 14s; Sal.31, 17;
80,4.8.20). Te conceda la paz, significa todos los bienes que el hombre bíblico
pudiera desear, prosperidad material y espiritual, la paz, la justicia, la armonía
entre los hombres y para con Dios. La auténtica y mejor bendición de Dios para con
su pueblo es Jesús, nuestra paz (cfr. Is.9,6; 11,1-9). Jesús es el Príncipe de la paz,
que contemplamos en la gruta de Belén, recién nacido, y que trae la paz, que es
justicia, amor de Dios para todos los seres humanos (cfr.Is.32,17;60,17).
Impetremos hoy del Príncipe de la paz, su bendición para toda la gran familia
humana. La paz encierra la integridad, plenitud, una vida colmada de bienes. Dios
da su bendición, a quien la pide, la busca, hasta darse ÉL mismo en ella.
b.- Gál. 4, 4-7: Nacido de una mujer.
S. Pablo, aporta el dato histórico de la presencia de María, Madre de Dios, en la
historia de la salvación. El Verbo de Dios, se ha insertado en el tejido de la historia
humana, y por ello, “nacido de mujer” (Gál. 4, 4). El Hijo de Dios emerge desde
dentro de la historia humana, un cualquiera, lleva en sí toda las consecuencias de la
alienación humana, nacido bajo la ley, por ser hijo de Israel (cfr. Gal. 3, 3). Esta
inmersión del Hijo de Dios en la historia humana, es fundamental, para la
predicación del apóstol, para que la humanidad, que se identifica con ÉL, de el paso
de la esclavitud, a la condición de hijos de Dios, que debe realizarse en Cristo
Jesús. Por eso, Jesús se sumerge en la historia humana, identificándose con ella.
Pablo nos presenta a Jesucristo, que se sumerge en la miseria que hay que salvar,
para redimirla trayendo a toda la humanidad tras de sí. Ahora todos, pueden llamar
a Dios su Padre. La filiación divina en Cristo, es una experiencia de vida, hijos de
Dios, constituidos como tales, por el amor manifestado en Jesucristo, de parte de
Dios Padre, y no desde una actitud de esclavos, puesto que su Espíritu, es quien
nos hace exclamar: “Abbá”, Padre. Como hijos, también herederos por voluntad de
Dios. En María, se realiza el encuentro de Dios, con la nueva humanidad,
representada por Ella, para ser rescatados por el Hijo, de la esclavitud de la Ley, y
recibir la dignidad de hijos de Dios.
c.- Lc. 2, 16-21: Le pusieron por Nombre Jesús.
El evangelio, nos presenta la reacción de los pastores, al anuncio hecho por el
enviado celestial (vv.16-20) y la circuncisión del Niño (v.21). Estos pastores,
representan a los pobres de la tierra: Belén la tierra de David, llamado por Yahvé
desde el rebaño, lo mismo que Abraham y los profetas, recibieron la visita de Dios
en sus vidas. Creyeron a las palabras del ángel y ven cumplido su mensaje:
encuentran al Niño acostado en el pesebre. Pero más allá de esto, creyeron la
Buena Nueva, ha nacido el Salvador, y por ello, alaban a Yahvé. Vemos un Niño, un
hombre recién nacido, envuelto en el pesebre, totalmente indefenso, como más
tarde lo veremos Crucificado; ahí está el signo de Dios, manifestado en Belén y el
Gólgota. Ahí está el Mesías, ha nacido, el Salvador de la esperanza de Israel ya está
en medio de la humanidad. Estos pastores responden como creyentes, los más
pequeños, ahora brilla la luz de la verdad, para ellos y toda la humanidad. Fueron
enviados por Dios hacia el portal de Belén, reconocen el signo y regresan alabando
y glorificando a Dios por lo visto y oído (v. 20). A la experiencia de los pastores, se
une la de María, la Madre de Jesús, que conserva en su corazón, y medita todas
estas cosas, hasta ir descorriendo el velo para reconocer la presencia de Dios en
ese Niño envuelto en el pesebre. En un segundo estadio, tenemos la circuncisión
del Niño y ponerle el nombre. La circuncisión, nos introduce en la experiencia
cultual de Israel (cfr. Ex. 24,8; 12,48). Con el correr del tiempo, este rito se
convirtió en el signo de la pertenencia a Israel, garantía de la del cumplimiento de
las promesas divinas (cfr. Gn. 17,1-10); se practicaba al octavo día del nacimiento.
El evangelista, señala este hecho de la vida de Jesús para señalar su pertenencia a
Israel y resaltar la piedad en que nace. Si bien, sabe que Jesús ha nacido lleno de
la fuerza del Espíritu Santo, pero a la vez, nos invita a reconocer que procede de la
espera y la piedad del pueblo de Dios. Con este gesto, se quiere hacer notar que
Jesús, viene de la historia de los hombres: nacido de mujer, nacido bajo la ley de
Moisés. Se introduce en la historia de los hombres, atravesada por la fuerza del
pecado, pero iluminada por la promesa de ser rescatados de la ley (cfr. Gál. 4, 4-
5). Para Pablo, la circuncisión de Jesús, es anuncio de su futura pasión (cfr. Col.
2,11; Gál.6,15; Dt.30,6). Porque Jesús nace judío, fue circuncidado y le pusieron
por nombre Jesús (v.31). El nombre lo ponía el padre, pero teniendo en cuenta,
que con ello se indica su función y su destino. Es Dios, quien escoge la persona, le
da un nombre y una función como Abraham, o Isaac (cfr. Gn. 17, 5; 17, 19). Es
Dios, quien le ha puesto el nombre a Jesús y le da una función en su pueblo:
Salvador de los pecados de su pueblo (cfr. Lc. 2,10; cfr.Mt.1,21). No hay otro
Nombre, donde podamos encontrar salvación bajo el cielo, nos lo regala el Padre
para conocerlo, amarlo, servirle y asumir la misión que nos confía.
La Beata Isabel de la Trinidad, carmelita, nos habla de la Virgen del Adviento, es
modelo de las almas orantes y contemplativas que en María aprenden a dialogar
con el Verbo de Dios en lo interior de sus almas. “La actitud observada por la
Virgen durante los meses que trascurrieron entre la Anunciación y la Navidad debe
ser el ideal de las almas interiores, de esos seres que Dios ha elegido para vivir
dentro de sí, en el abismo sin fondo. ¡Con qué paz, con qué recogimiento se
sometía y se entregaba María a todas las cosas! Hasta las más vulgares quedaban
divinizadas en Ella pues la Virgen permanecía siendo la adoradora del don de Dios
en todos sus actos” (El cielo en la tierra. Día décimo).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD