Solemnidad. Santa María, Madre de Dios (1 de enero)
Pautas para la homilía
María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
El tiempo ámbito de la salvación
Es la primera celebración eucarística de este año. Como acabamos de insinuar para que algo merezca ser
considerado en nuestras celebraciones no necesita tener solo carácter sagrado, basta que sea algo humano.
Algo que los hombres y mujeres vivan. Y sin duda hoy se vive, se celebra, el Año Nuevo: se celebra el
tiempo, el tiempo nuevo, o al menos con nueva numeración.
En la Sagrada Escritura aparece continuamente la realidad del tiempo. Sabemos que en el tiempo se prepara
y se realiza nuestra salvación. El tiempo está unido a ese proyecto de rescate del que habla la segunda
lectura, porque en el tiempo vivimos, el tiempo nos constituye. Más que pasar nosotros por el tiempo, es
éste lo que pasa por nosotros con su carga de acontecimientos y nos va configurando, haciendo. Y en entre
esos acontecimientos, está el de nuestra salvación.
Lo hemos leído en el texto de la segunda lectura, “cuando se cumpli￳ el tiempo”. San Marcos empieza su
evangelio con el anuncio de Jesús, “el tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca, convertíos y
creed en la Buena Noticia”. Pues bien, nosotros pertenecemos a esa plenitud de los tiempos, que es el
tiempo de Jesús. Nuestro tiempo, es tiempo de salvación, tiempo de gracia, leemos en la Biblia. Es el mismo
tiempo el de Jesús y el nuestro: somos con-temporáneos de él. Conclusión: hemos de valorar nuestro
tiempo. El tiempo no se puede perder, hay que aprovecharlo, vivirlo en serena intensidad. El tiempo se
pierde cuando lo dedicamos simplemente a recordar nostálgicamente el pasado y no a vivir el presente. No
perderlo y no matarlo. Decimos que matamos el tiempo cuando no se sabe qué hacer con él y nos pesa.
Cuando no vemos cómo a través de él podemos ir construyendo nuestro futuro, cuando nos parece tiempo
inútil. El tiempo es para vivirlo, para darle vida, no muerte.
En el inicio del tiempo, la mujer
En el inicio del tiempo de Jesús, -la plenitud de los tiempos- está la mujer, como estuvo al inicio de la
creación. Esa mujer se llama, como nos dice Lucas, María, la madre de Jesús, Hoy la Iglesia quiere que la
veneremos como Madre de Dios. Atrevida expresión, pues supone establecer un origen humano al mismo
Dios. En realidad la expresi￳n “Madre de Dios” no es una expresi￳n mariana, sino cristol￳gica, pues lo que
quiere expresar es la unión en el niño Jesús de la persona del Verbo divino. En María se junta el tiempo y la
eternidad. Y se nos entrega un tiempo preñado de eternidad, de realidades que son más fuertes que el fin
de nuestro tiempo, más fuertes que la muerte, alcanzan su plenitud tras la ella: el amor, la verdad, la
intimidad con Dios, la fraternidad humana, etc. Que, a su vez, constituyen lo más propio y digno de la
naturaleza humana. Por el nacido de María el ser humano desborda el tiempo.
El nombre de Jesús
“Y le pusieron de nombre Jesús”. El nombre es más que una palabra para identificar a una persona entre
otras, el nombre expresa la esencia de su misión: nuestra salvación. Al comienzo del año se recuerda y
celebra que tenemos un salvador: gracias a María alguien de nuestra carne y nuestra sangre se ha
comprometido en salvarnos. Quizás en la euforia de estas fiestas no sintamos la necesidad de salvación.
¿Salvarnos de qué? Pero superada lo que pueden tener de alienación los excesos celebrativos de ellas, la
realidad de cada día nos enfrenta a múltiples factores que nos empujan a devaluar nuestra condición
humana; como puede ser la búsqueda de lo efímero, de lo frívolo o de lo degradante, de los egoísmos
empobrecedores e incluso suicidas. Nos vemos obligados a afrontar nuestras limitaciones y debilidades,
nuestras miserias. Necesitamos la lucha salvadora del día a día. Esa lucha exige la esperanzada certeza de
que al fin venceremos a todos nuestros “enemigos”, y el último, el fin de nuestro tiempo, la muerte, como
dice san Pablo, y junto a la lucha la prometida salvación que nos ofrece Jesús el hijo de María.
Jesús está en nuestro tiempo, en referencia a él decimos que iniciamos hoy el año 2014 de su tiempo. ¡Que
el hijo de María, el Salvador, esté presente en nuestra vida a lo largo de este año! Que como se decía
tradicionalmente en al fechar los documentos oficiales, ¡que sea “un a￱o del Se￱or”!
Fray Juan José de León Lastra
Con permiso de: dominicos.org