EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
martes 31 Diciembre 2013
7o día de la Octava de Navidad
Epístola I de San Juan 2,18-21.
Hijos míos, ha llegado la última hora. Ustedes oyeron decir que vendría el
Anticristo; en realidad, ya han aparecido muchos anticristos, y por eso sabemos
que ha llegado la última hora.
Ellos salieron de entre nosotros, sin embargo, no eran de los nuestros. Si lo
hubieran sido, habrían permanecido con nosotros. Pero debía ponerse de manifiesto
que no todos son de los nuestros.
Ustedes recibieron la unción del que es Santo, y todos tienen el verdadero
conocimiento.
Les he escrito, no porque ustedes ignoren la verdad, sino porque la conocen, y
porque ninguna mentira procede de la verdad.
Salmo 96(95),1-2.11-12.13.
¡Canten al Señor un canto nuevo,
cante al Señor toda la tierra!
Canten al Señor, bendigan su Nombre,
su salvación anuncien día a día.
¡Gozo en los cielos, júbilo en la tierra,
bramido del mar y del mundo marino!
Muestren su júbilo el campo y todos sus frutos,
lancen vivas los árboles del bosque.
Lancen vivas delante del Señor,
porque ya viene a juzgar a la tierra.
Al mundo con justicia juzgará,
y a los pueblos, según su verdad.
Evangelio según San Juan 1,1-18.
Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era
Dios.
Al principio estaba junto a Dios.
Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de
todo lo que existe.
En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron.
Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.
Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por
medio de él.
El no era la luz, sino el testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre.
Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la
conoció.
Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.
Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder
de llegar a ser hijos de Dios.
Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del
hombre, sino que fueron engendrados por Dios.
Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria,
la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es aquel del que yo dije: El que viene
después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo".
De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre
gracia:
porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han
llegado por Jesucristo.
Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el
seno del Padre.
Comentario del Evangelio por :
Julián de Vézelay (c.1080-c.1160), monje benedictino
Sermón 1 sobre la Navidad (SC 192, 45.52.60)
”La Palabra era la luz verdadera”
“Venga también ahora la Palabra del Se￱or a quienes la esperamos en silencio. Un
silencio sereno lo envolvía todo, y al mediar la noche su carrera, tu Palabra
todopoderosa descendi￳ desde el trono real de los cielos.” (Sb 18, 14-15) Este
texto de la Escritura se refiere a aquel sacratísimo tiempo en que la Palabra
todopoderosa de Dios vino a nosotros para anunciarnos la salvación, descendiendo
del seno y del coraz￳n del Padre a las entra￱as de una madre…
Así pues, todo estaba en el más profundo silencio: callaban en efecto los profetas
que lo habían anunciado, callaban los apóstoles que habían de anunciarlo. En medio
de este silencio que hacía de intermediario entre ambas predicaciones, se percibía
el clamor de los que ya lo habían predicado y el de aquellos que muy pronto habían
de predicarlo… Con expresi￳n feliz se nos dice que en medio del silencio vino el
mediador entre Dios y los hombres: hombre a los hombres, mortal a los mortales,
para salvar con su muerte a los muertos.
Y ésta es mi oración: que venga también ahora la Palabra del Señor a quienes le
esperamos en silencio; que escuchemos lo que el Señor Dios nos dice en nuestro
interior. Callen las pasiones carnales y el estrépito inoportuno; callen también las
fantasías de la loca imaginación, para poder escuchar atentamente lo que nos dice
el Espíritu, para escuchar la voz que nos viene de lo alto. Pues nos habla
continuamente con el Espíritu de vida y se hace voz sobre el firmamento que se
cierne sobre el ápice de nuestro espíritu; pero nosotros, que tenemos la atención
fija en otra parte, no escuchamos al Espíritu que nos habla.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”