DOMINGO DENTRO DE LA OCTAVA DE NAVIDAD (A)
FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA: JESÚS, MARÍA Y JOSÉ
Homilía del P. Emili Solano, monje de Montserrat
29 de diciembre de 2013
Eclo 3, 2-6. 12-14; Col 3, 12-21; Mt 2, 13-15.19-23
Queridos hermanos:
El domingo después de Navidad, es decir, hoy, la Iglesia celebra la Fiesta de la
Sagrada Familia. Por tanto, hoy la liturgia nos invita a mirar la familia humana de
Jesucristo, con su padre, San José, y su madre, la Virgen María; una familia que tuvo
que huir a Egipto, y que luego volvió para ganarse la vida en Nazaret. Fijarnos en esta
Sagrada Familia nos puede llenar de un ánimo esperanzado, desvaneciendo nubes de
pesimismo que a veces intentan desanimar.
Nos ha dicho el Evangelio que " Cuando se marcharon los magos, el ángel del Señor
se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, coge al niño y a su madre y huye a
Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para
matarlo». José se levantó, cogió al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto y se
quedó hasta la muerte de Herodes.” Todos recordamos esta escena en la que vemos
que a San José le toca hacer de padre de una familia, y no duda en ponerse al servicio
de su esposa María y del Niño Jesús. Este evangelio nos hace ver que el Dios que ha
querido ser familia trinitaria, también ha querido ser familia humana.
La familia es la primera escuela donde aprendemos a amar ya dejarnos amar; donde
aprendemos el perdón, la entrega, la generosidad, la gratuidad, la alegría, la
constancia. La familia es un lugar privilegiado donde cada uno es amado por lo que es
-abuelos, padres, hijos, hermanos, nietos- y no por lo que tiene, como sucede en
tantos sectores de nuestra sociedad. Nuestra familia nos hace en gran parte como
somos. Por eso Dios ha querido ser familia, porque siendo familia, Dios es amor. Y
tampoco la Iglesia no se entiende si no se ve como una familia, porque Jesús nos
salvó viviendo en familia.
Es en la familia donde aprendemos a conocer y a tratar a Dios. Conozco a un chico
que tiene muy mala relación con su padre, y le cuesta mucho comprender a Dios como
Padre; se hace más la idea de un Dios justiciero. Pero hay muchos otros, la mayoría,
que descubren Dios en sus padres, en su entrega, en su afecto. Descubrir a los
padres, después de la crisis de la adolescencia, es una cosa maravillosa. Muchas
veces, cuando los jóvenes deciden casarse e irse de casa, es cuando descubren la
grandeza del padre y de la madre. Se pasa de la admiración infantil a la admiración
madura. Se dan cuenta de que los padres no son propietarios de la vida de los hijos,
sino que la alegría de los padres es que los hijos crezcan y se muevan por su cuenta.
Y entonces es cuando vamos descubriendo la cantidad de recursos que nuestros
padres han ido sembrando en nosotros; y comienza el agradecimiento.
¿Está en crisis la familia? Pues no lo sé; quizá algunos quieran problematizarla,
algunos tiran de ella por un lado y por el otro, como si quisieran ajustarla a su medida,
como si quisieran romperla, pero me parece que no lo consiguen: está hecha a prueba
de bomba. La familia es una de esas cosas esenciales que vapuleada y todo, sale a
flote y sabe renovarse en cada momento.
Hoy hay que pensar en la familia para comprenderla, y hay que defenderla para
comprendernos a nosotros mismos. La persona que quiera saber quién es no lo puede
entender sin tomar a la familia como punto de referencia. Y es que nos hacemos en la
familia, y salimos de la familia, para dirigirnos, con paso firme, a nuestro fin. Si no se
entiende esto, hay bastantes posibilidades de caminar desorientados y tener una
visión del mundo un poco sesgada.
Cuidemos nuestras familias. Que cada hogar cristiano sea una imagen de la Sagrada
Familia. Nos lo decía San Pablo en la segunda lectura: "Como elegidos de Dios,
santos y amados, vestíos de la misericordia entrañable, bondad, humildad, dulzura,
comprensión. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas
contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo
esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada”.
Donde hay familia de verdad, hay familia para todos, sobre todo para los que sufren y
lo pasan peor, que son los hijos pródigos. Pero la misericordia y la ternura de la que
habla el Papa como un rasgo típico de la experiencia de la iglesia, que es la familia de
los hijos de Dios, es un aspecto que hay y que brota de toda experiencia familiar
cristiana.
Que la Virgen y San José bendigan hoy especialmente cada uno de vuestros hogares.