Ferias del Tiempo de Navidad
Antes de Epifanía
4 de Enero
Lecturas bíblicas:
a.- 1Jn. 3,7-10: Todo el que ha nacido de Dios no peca.
Conviene releer este pasaje de la carta de Juan (vv. 7-10). Toda esta nueva realidad de
gracia y santidad, es originada por el estado de pecado, en que estaba la humanidad. Será
San Pablo, quien establezca que si abundó el pecado, mayor fue la gracia, pero de ello no
se puede deducir, que para que sobreabunde la gracia, hay que seguir pecando. Eso es un
error (cfr. Rm.5, 20). Recordemos que Juan, tiene enfrente la filosofía gnóstica, donde el
verdadero gnóstico no podía pecar, porque no se preocupaba de lo moral, sino sólo de
conocer a Dios. Por ello señala el apóstol, que lo esencial del cristiano es su dignidad de ser
hijo de Dios, por lo tanto, su conducta ha de ser recta y justa, servidor de la justicia, lo
mismo que Jesús, que vivió la justicia, establecida en la voluntad del Padre. Si la filiación
divina, es el criterio para obrar justamente, su contrapunto es el pecado, es decir, pecar es
una contradicción; quien peca se opone a Dios, no puede ser su hijo, se convierte más
bien, en hijo de Satanás, el que pecó desde el principio rechazó la voluntad de Dios desde
el principio (cfr. Jn.8,3.44). El pecado repugna a la santidad de Dios, no así el pecador.
Para esto vino Jesucristo, para destruir la obra de Satanás, e inaugurar el Reino de Dios, y
así acabar con el reinado de Satanás en el mundo (v. 8). Llevado esto a la vida del
cristiano, el principio de la impecabilidad es una realidad, que afirma: en el espíritu del
cristiano está la semilla de Dios, la vida eterna, porque ha nacido de Dios (cfr. Jn. 3,5; Rm.
8,14; Tit. 3,5). Este nuevo principio que le ha dado la vida al cristiano, lo hace lo más
opuesto al pecado, no puede pecar, porque es una traición al Espíritu Santo, es no dejar
crecer la semilla de eternidad, es negar, este nacimiento en la gracia de Dios. Esta es la
realidad objetiva, pero con dolor, constatamos, la realidad del pecado, sin embargo,
tenemos una gran esperanza: saber que no estamos sujetos al poder del pecado, sino a la
acción del Espíritu, si pecamos, es voluntariamente, por debilidad de nuestra naturaleza,
pero ahí radica nuestra victoria, porque fortalecida la voluntad por la acción del Espíritu
podemos hacer la voluntad de Dios en nuestra vida (cfr.1 Jn. 2, 29-3,6). Finalmente,
vuelve al principio recordando, que quien no practica la justicia, no sólo no es justo, sino
que no es de Dios. Añadirá luego al principio de la justicia, el del amor fraterno que hemos
recibido.
b.- Jn. 1, 35-42: Los primeros discípulos de Jesús.
El evangelista nos presenta la elección de los primeros discípulos: Andrés y el otro
discípulo, que es Juan; el primero, Andrés, y Pedro eran hermanos. Mientras Juan el
Bautista, predica a sus discípulos (cfr. Mt. 9,14; 11,12; 14,12; Mc. 2,18; Lc. 5, 33; 9, 14;
Jn.3,22), pasa Jesús, y fijando los ojos en ÉL, lo señala nuevamente, como el “Cordero de
Dios” o Siervo de Dios (v. 36; Jn.1,29). Lo que inmediatamente suscita el seguimiento de
Cristo en el ánimo de estos jóvenes, ser su discípulo, acogerse a su escuela, al estilo
rabínico (cfr. Mt. 4,18.19.22; Jn.1, 37-44).Supieron responder al testimonio del Bautista,
dejando su posición estática y siguen a Jesús El deseo de conocerle de parte de los
discípulos, de seguirle, suscita en Cristo el movimiento de volverse y preguntarles: “¿Qué
buscáis?” (v.38), a lo que los discípulos responden con otra pregunta: “¿Dónde vives? Les
respondió: Venid y lo veréis” (v.38; cfr. Sal. 46,9; Jn. 1,46; 11,34). Estuvieron con ÉL
hasta las cuatro de la tarde (v.39). Si bien en el AT, para ver a Dios había que buscarle, con
Jesús Dios se deja ver y encontrar (cfr. Dt. 4,29; Is.55,6, Mt.7,7-8; Jn.12,26; 14,3; 17,24).
Los discípulos eran Andrés y Juan, el discípulo que Jesús amaba, como indicará más
adelante en su evangelio el propio discípulo (cfr. Jn.13,23). Habiendo tenido la experiencia
con Cristo Jesús, el primer discípulo, Andrés le comunica a su hermano Pedro haber
encontrado al Mesías, el Cristo, el Ungido esperado y lo encaminó al Maestro (v.41). La
confesión que hizo el Bautista, de Cristo Jesús, como el Cordero de Dios, hizo encender en
el espíritu de Andrés, la fe y el amor, convertido luego en apóstol (cfr. Jn.1,44). Al estar
los dos hermanos frente a Jesús, fijó éste su mirada en Pedro, lo que se traduce en un
sondeo del corazón de Pedro, siendo encontrado apropiado para el apostolado y una misión
particular (cfr. Mc.10,21; Jn.1,42; Hch.1,24). Y, mirándole así, le dijo: “Tú eres Simón, el
hijo de Juan; tú te llamarás Cefas, que quiere decir, Piedra.” (v. 42). De alguna forma, se
señala su identidad, su procedencia y quien será en el futuro. La misión que tendrá este
joven discípulo, ser la roca visible de la Iglesia, mientras que la piedra angular del edificio,
invisible, pero real, siempre será Jesucristo, el Señor. Si por el testimonio del Bautista y de
Andrés, Pedro y los demás conocieron a Cristo estuvieron con ÉL en su casa, también
nosotros estamos llamados a descubrir al Mesías, al Cordero de Dios entre nosotros, por el
testimonio de estos insignes testigos. Las palabras dirigidas a Pedro y a nosotros de algún
modo, indican que no basta con hallar en Jesucristo el cumplimiento de sus expectativas
mesiánicas, para comprender hay que estar con ÉL. Cristo Resucitado, no es un recuerdo,
sino una Persona Viva, única salvación para el hombre de ayer y de hoy. Sólo en su
Nombre hay salvación (cfr. Hch. 4,12). Como el Bautista y Andrés, comuniquemos a Cristo
a los demás en este tiempo santo de Navidad, luego de estar con ÉL como sus testigos.
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD