Queridos hermanos y hermanas,
a) ¿Quién es el autor de este plan salvador? Es,
evidentemente, Jesucristo. Hoy las tres lecturas nos
hablan de Jesucristo.
Hoy las tres lecturas están claramente referidas a la
encarnación de Dios, a Dios que se hace hombre, para
hacer de nosotros hijos de Dios… Con ello... parece que
hoy la liturgia nos diga: “¿pero os habéis dado cuenta
de lo que habéis celebrado?,... ¿pero os habéis
percatado de lo que significa, que Dios se haya hecho
uno de nosotros?
En la lectura del Antiguo Testamento se habla de la
sabiduría, todo lo que se dice de la sabiduría es
claramente atribuible a Jesucristo. Se dice que la
sabiduría está unida a Dios, pero a la vez es diferente
de Dios, preexistía junto con Dios y recibió la orden de
establecerse en Israel. Esta sabiduría de la que habla
el Eclesiástico, es una visión profética de Jesucristo.
Jesucristo es la sabiduría de Dios.
Lo que hemos celebrado es algo tan grande y le dice
tanto a nuestra vida que hoy la liturgia vuelve a
recordárnoslo.
Ya ha pasado la octava de Navidad y la Iglesia sigue
maravillada de lo que hemos celebrado durante en día
de Navidad y durante toda la octava. El que no se
maraville, el que no se sorprenda, es porque no ha
contemplado lo que hemos vivido.
El inicio de la carta de San Pablo, es un himno que nos
habla de Cristo. Es sorprendente que unos quince años
después de morir Jesucristo, San Pablo, pueda
elaborar un escrito sobre Jesucristo tan profundo.
¡Sorprendente! Para profundizar quien es Jesucristo...
Hoy las tres lecturas nos hablan del plan salvador de
Dios, i lo hacen desarrollando dos preguntas:
a) ¿Quién es el autor de este plan salvador?
b) ¿En qué consiste el plan salvador?
I seguramente, el escrito que mejor perfila la
identidad de Jesucristo, el escrito de más altura
teológica es el prólogo de san Juan, habla de
Jesucristo como: “la Palabra, la Vida, la Luz, la Luz
verdadera, que alumbra a todo hombre, Hijo único del
Padre, lleno de gracia y de verdad, Dios Hijo único que
está en el seno del Padre.” Expresiones todas ellas que
reafirman el tema capital y del que hemos hablado
bastante, de la divinidad de Jesucristo.
Dice el Papa Juan Pablo II: “Por Él y ante Él, el
hombre es único e irrepetible; alguien eternamente
ideado, eternamente elegido, eternamente amado;
alguien llamado y denominado por su propio
nombre”.
b) La segunda dimensión que nos presentan las
lecturas es: ¿En qué consiste el designio de Dios, el
plan salvador?
• La finalidad de este plan salvador, la finalidad de la
encarnación queda muy clara: “Él nos eligió en la
persona de Cristo, antes de crear el mundo, para
que fuésemos santos”. La finalidad de nuestra vida:
ser santos. Sólo hay un fracaso: no ser santos. Sólo
hay una tristeza: no ser santos. Si nos ha escogido
para ser santos, quiere decir que nos dará las
gracias para poderlo ser. Nos hace falta pedirlas y
esperarlas con anhelo.
En la segunda lectura San Pablo nos dice: “Él nos eligió
en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para
que fuésemos santos e irreprochables ante Él por el
amor”. Resumen perfecto del cristianismo.
Tres breves ideas respecto al texto:
• Nos presenta nuestro destino unido al de
Jesucristo “Él nos eligió en la persona de Cristo,...”.
Nuestra existencia tiene sentido en tanto en
cuanto estemos unidos a Jesucristo. Hemos estado
pensados por Dios para estar unidos a Jesucristo.
“Él nos eligió en la persona de Cristo”.
Y después continúa diciendo San Pablo “…ante Él por el
amor. Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por
pura iniciativa suya, a ser sus hijos”. Dos breves ideas:
• “..., antes de crear el mundo” Estamos en el
pensamiento de Dios antes de crear el mundo. Dios
desde siempre ha pensado en nosotros y desde
siempre nos ha amado. Existimos porque nos ama.
• “Por amor...“: No para agobiarnos, no para
proponernos unas prohibiciones y un estilo de vida
triste. La vida cristiana nace del amor de Dios.
• “...nos ha destinado… a ser sus hijos”. Nuestro
destino “ser hijos de Dios”, ¿puede haber dignidad
más grande? ¿No tendría que ser esto un motivo
grande de alegría en nuestra vida diaria? Y si no lo
es ¿no será que, quizás, no hemos contemplado
suficientemente esta realidad? Hagamos como
María, meditemos en nuestro corazón esta Palabra
de Dios.
En el evangelio de hoy se nos remarca esta misma idea:
“Pero a cuantos la recibieron (la Palabra), les da poder
para ser hijos de Dios, si creen en su nombre.”. Es
nuestra identidad y, por tanto, es preciso tenerla muy
contemplada, pensada y rezada.
El nacimiento del Señor no es una imagen, no es una
nostalgia, no es un recuerdo. Aparece en nuestra vida
como una fuerza, como una posibilidad de cambiar
nuestra vida, como un amigo que hace camino, es Dios-
con-nosotros.
Oremos y contemplemos todo esto, para que afecte
nuestra vida.