Conocido muy desconocido
La fe parte de un encuentro con Alguien. Lo vemos entre los enamorados. La fe es
primero que el amor. La fe va recreando en tu corazón, en tus vivencias la imagen del
ser amado. Y se establece un puente comunional entre ambos que se alimenta de
palabras, miradas, silencios, convivencias, intimidades. Pero si esto no genera amor, se
pierde, se queda en la vaguedad, ya no se profesa la fe que nos hizo encontradizos.
Juan confiesa en el evangelio que “no lo conocía”. Se le había dicho algo sobre Él.
Incluso tenía pistas para descubrirlo: Que el Espíritu Santo se haría visible, que se
escucharían voces, que se rasgaría el cielo, que en la tierra habría fuego y que la
novedad sería la sal corriente. ¡Tantas evidencias! Y la respuesta es simple:
Testimoniar, proclamar, presentar al mundo un mensaje encarnado.
Pablo se deshace en palabras, gestos, signos para decirle a su comunidad de Corinto su
testimonio sobre Cristo. Quisiera grabarlo en su corazón con caracteres en alto relieve.
Pero es materia prima inconsistente para un evangelio vivo. Es el común de los
cristianos hoy: Decimos saber de Cristo pero sigue siendo un desconocido. No basta
conocerlo. Se requiere una experiencia viva, “encuentro vivo” con Él.
Queda todavía una imagen muy borrosa de cristianismo en nuestras comunidades. Lo
vamos reduciendo todo a intereses, compromisos sociales, clientelismo. El Papa lo
traduce con una palabra: “Aduana”. Isaías lo toma en serio y habla del “Siervo”. Un
cristianismo más cercano a la vida, al dolor de cada día, a la convivencia fraterna, a los
sueños en común donde encontramos el sentido, la dignidad, la pasión de vivir.
Cochabamba 19.01.14
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com