Fiesta. Bautismo del Señor, Ciclo A
Es Jesús el ungido con la fuerza del Espíritu Santo: el Padre le llama Hijo
amado, en quien se complace
“En aquel tiempo, fue Jesús desde Galilea al Jordán y se
presentó a Juan para que lo bautizara.
Pero Juan intentaba disuadirlo diciéndole:
-Soy yo el que necesita que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?
Jesús le contestó:
-Déjalo ahora. Está bien que cumplamos así todo lo que Dios
quiere.
Entonces Juan se lo permitió. Apenas se bautizó Jesús, salió del
agua; se abrió el cielo y vio que el Espíritu de Dios bajaba como
una paloma y se posaba sobre él. Y vino una voz del cielo, que
decía:
-Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto ( Mateo 3,13-17) .
1. " Fue Jesús desde Galilea al Jordán y se presentó a Juan para
que lo bautizara ": Juan bautiza en el Jordán. Jesús abandona ya
Nazaret y su vida oculta para iniciar, a partir de su bautismo en el Jordán,
la vida pública. Jesús, libre de todo pecado, no tenía por qué bautizarse,
pero lo hace como cabeza de una humanidad pecadora con la que se ha
hecho solidario (cf 2 Cor 5,21). Jesús es el "siervo de Yahveh" que quita
el pecado del mundo y está dispuesto a padecer por todos los hombres.
-" Soy yo el que necesito que tú me bautices ...": No se trata de
un auto-reconocimiento de Juan como pecador, sino de subrayar que es
precisamente Jesús el que, como Mesías, tiene el poder de bautizar
auténticamente con el Espíritu.
-" Está bien que cumplamos así todo lo que Dios quiere ": es
importante que nosotros no busquemos tener agenda propia, que
estemos abiertos al designio de la voluntad de Dios. Recibir el bautismo
en aquel momento es un acto de obediencia no a un mandamiento
concreto de la Ley, sino a la misión que el Padre ha encomendado a Jesús
y que le lleva ahora a manifestarse solidario con el pueblo pecador
recibiendo en medio de él el bautismo de purificación.
-" Se abrió el cielo y vio que el Espíritu de Dios bajaba como
una paloma y se posaba sobre él ...": El "cielo se abre" no para
mostrar lo que esconde (cfr Ez 1, 1), sino para dar al Espíritu que
desciende en forma de paloma.
En el acto de solidaridad humilde con la humanidad pecadora Jesús
recibe el Espíritu y es declarado hijo. Porque se ha humillado es ahora
exaltado: " Este es mi Hijo ..." es una declaración que Dios realiza en el
cielo (Joan Naspleda). En el Antiguo Testamento se llama hijo de Dios a
todo el pueblo de Israel, también al justo y en sentido eminente al Rey-
Mesías (Sal 2,7). La voz que viene del cielo declara en primer lugar que
Jesús es el Mesías, evidentemente es una alusión a las palabras del
profeta Isaías: " He aquí mi siervo a quien yo sostengo, mi elegido,
en quien se complace mi alma. He puesto mi espíritu sobre él ..."
Otras palabras de Jesús permiten que Mateo y la comunidad primitiva
entiendan la expresión: " Hijo amado " en un sentido que sólo puede
convenir a Jesús (Eucaristía 1987).
Una paloma se posaba sobre él ”. La paloma enseña que Cristo
tiene la potestad de ser hijo de Dios; todos son bautizados en él: Mi
paloma es única, única para su madre (Cant 6,8). Es la unidad del
bautismo.
Juan, el precursor, no se atreve a bautizar al que viene detrás de él y ha
sido anunciado por él; pero Jesús insiste porque debe cumplirse todo lo
que Dios quiere (la justicia). La justicia es la que Dios ha ofrecido al
pueblo en su alianza y que se cumple cuando el pueblo elegido le
corresponde perfectamente. Esto es lo que sucede precisamente aquí,
donde Jesús será la alianza consumada entre Dios y la humanidad, pero
no sin la cooperación de Israel, que ha caminado en la fe hacia su Mesías
y que debe incluir esta su fe en el acto divino de la gracia. Muchos años
después de la primera epifanía con la adoración de los Magos, tiene lugar
ahora la segunda epifanía con la apertura del mismo cielo: el Dios unitrino
confirma el cumplimiento de la alianza; la voz del Padre muestra a Jesús
como su hijo predilecto y el Espíritu Santo desciende sobre él para ungirlo
como Mesías desde el cielo (H. von Balthasar).
Como sugiere el papa Francisco, deberíamos saber qué día nos
bautizaron, y celebrarlo: “¡grande es este misterio de salvación! Misterio
en el que se insertan hoy los niños que presentáis, queridos padres,
padrinos y madrinas. Al recibir en la Iglesia el sacramento del bautismo,
se convierten en hijos de Dios, hijos en el Hijo. Es el misterio del ‘segundo
nacimiento’” (Juan Pablo II).
Jesús abrió a todos los hombres las fuentes del Bautismo. La sangre y el
agua que brotaron del costado traspasado de Jesús crucificado (cf Jn
19,34) son figuras del Bautismo y de la Eucaristía, sacramentos de la vida
nueva (cf 1 Jn 5,6-8): desde entonces, es posible "nacer del agua y del
Espíritu" para entrar en el Reino de Dios (Jn 3,5). Considera donde eres
bautizado, de donde viene el Bautismo: de la cruz de Cristo, de la muerte
de Cristo. Ahí está todo el misterio: El padeció por ti. En él eres
rescatado, en él eres salvado (S. Ambrosio, sacr. 2,6).
2. Isaías cuenta que Dios habla de un “siervo”, el elegido, el preferido, que
no tendrá miedo para hacer justicia, el guía, el nuevo Moisés para llevar al
nuevo pueblo, con más poder que todos los héroes que hemos nunca
soñado, " luz de las naciones " con misión universal, el gran libertador,
personaje misterioso que se revela en Jesús.
Dios dice: « Te he hecho alianza de un pueblo, luz de las
naciones ». La alianza con Israel está ya pactada desde hace mucho
tiempo, pero Israel la rompió, y ahora este elegido viene a concluir la
alianza con Israel de un modo nuevo y definitivo. Jesús es la epifanía de la
alianza cumplida: es hijo de Dios y de una mujer judía, Dios y hombre a la
vez, la alianza concluida indestructiblemente. Y como tal es la luz de los
pueblos paganos a la vez que encarna en sí mismo el destino de Israel:
llevar la salvación de Dios hasta los confines de la tierra. Jesús llevará a
cabo esta potente iluminación del mundo en la humildad y el silencio de un
hombre concreto, « no gritará », no actuará con violencia porque « no
apagará el pábilo vacilante »; pero precisamente en este silencio « no
vacilará » hasta que la justicia de la alianza de Dios se implante en toda la
tierra. Él es la luz que se eleva sobre la trágica historia de Israel, pero
también sobre la trágica historia del mundo en su totalidad: él « abre los
ojos de los ciegos », saca a la luz a los que están encerrados en sí
mismos, a los que habitan en las tinieblas (von Balthasar).
Señor, sé que tú eres creador de cielos y tierra, Redentor, sacerdote
y Amigo, del que habla el profeta que nos salvas, creo en ti y quiero pedirte
con la oración colecta de la misa de hoy: « Dios todopoderoso y eterno
(...), concede a tus hijos adoptivos, nacidos del agua y del Espíritu
Santo, llevar siempre una vida que te sea grata »: que me enseñes a
estar siempre contigo, a no dejarte. Que sepa decir a Dios que sí, como tu
madre, como tú. Miraré a la Virgen a los ojos, en su cuadro o imagen, y le
diré: Mamá, Madre, Madre mía Inmaculada, o Ave María, Purísima, sin
pecado concebida, que no me separe de Jesús ni de ti. Todo tuyo soy María
y mis cosas tuyas son; Tú, mi Madre. Tú, mi Reina, mi ideal de petición.
Todo tuyo soy, María, por amor a Ti me doy, para ser esclavo tuyo, y por Ti
serlo de Dios.
El Salmo nos habla de tormentas, pero Dios nos dice que no
tengamos miedo, que quiere mucho a las aves del cielo y a nosotros más.
Que miremos las flores del campo y los pájaros que no necesitan hacerse
vestidos, y Dios los viste de colores tan preciosos que ni un rey o una reina
pueden vestirse así. Pues a nosotros nos quiere y nos cuida mucho más.
¿Sabéis por qué? Por nosotros somos hijos suyos. Dios nos ha dado la vida
y nos ha hecho así, como somos: con ojos que pueden ver, una lengua que
puede hablar, manos que pueden coger las cosas, pies que pueden andar;
y, por dentro, algo maravilloso, que nos hace parecidos a Dios, con la que
podemos pensar, rezar, y querer a Dios y a nuestros padres o hijos,
hermanos y amigos... ¿y es?... El espíritu de hijos de Dios. Dios nos quiere
más que a todas las criaturas de la tierra, porque somos hijos suyos. Por
todo debemos darle gracias, y para parecernos a Él como hijos suyos,
debemos ser también muy generosos.
Gracias, muchas gracias, Jesús. Porque me has dado la vida y me has
hecho hijo de Dios. En la Misa podemos “meternos” en la vida de Jesús…
Por las aves del cielo, los peces del mar y los animales todos de la tierra.
Por las flores y frutos y todos los árboles que adornan la tierra. Por el sol
que ilumina los días y la luna y estrellas que lucen en la noche. Por el agua
llovida del cielo, por las fuentes, los ríos y el inmenso mar. Por los padres y
hermanos que me has dado, por los amigos... ¿Tú sabes ya dar o prestar
alguna cosa a tus amigos?
Me contaban de Juan, un niño de 10 años en su primer día en un
colegio extranjero, en Israel. Juan no entendía casi nada, con el miedo de lo
desconocido. Se le acerca un niño, Jerôme, americano-israelí, judío, le mira
a los ojos, sonriente, y le dice: “¿vienes a jugar conmigo al patio?”… Juan
no se animó, era demasiado pronto, y se disculpó como pudo. Sin asomo de
malestar, y con una sonrisa aún más amplia, el niño dijo: “Ah, no pasa
nada, ya jugaremos juntos en otra ocasión ”. Son esas personas que como
ángeles están a nuestro lado, que nos dan fuerzas para caminar…
¿Y cuando el cielo se oscurece? A veces las fuerzas del mal
parecen hacerme daño… pues entonces iré a ti Jesús, a protegerme en tu
corazón para que los rayos malos no me hagan daño, para no tener miedo
de la oscuridad. Porque Tú Jesús eres el Señor de la tempestad, tú reinas
sobre las nubes como lo haces sobre el cielo azul. Contigo estoy seguro.
Quiero verte también en las dificultades y problemas, en las cosas que salen
mal, en los modos de ser de los demás cuando me parecen pesados, y me
gustaría incluso que alguien no existiera o se fuera o se pusiera enfermo o
le pasara algo… quiero verte así como te veo en la alegre luz del sol.
3. Los Hechos nos dicen que Pedro, al bautizar a una familia,
proclamó: « verdaderamente que Dios acepta al que lo teme y
practica la justicia, sea de la nación que sea ». También la actividad
mesiánica de Jesús en Israel -donde fue ungido y « pasó haciendo el bien
y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él »-
estaba ya concebida para todo el mundo, como lo muestran los evangelios,
que informan sobre todo esto y están escritos para todos los pueblos y para
todos los tiempos. En la acción bautismal del Bautista, Israel crece más allá
de sí mismo: por una parte se convierte en el «amigo del Esposo», en la
medida en que se alegra de haber colaborado para que Cristo encontrara a
la Iglesia universal como su esposa; pero por otra parte está dispuesto a
«disminuir» para que el Amigo "crezca", y, en esta humilde «disminución»
dentro de la Nueva Alianza, se equipara a la «disminución» de Jesús hasta
la cruz, concretamente visible en la degollación del Bautista (von
Balthasar). Todos, llamados a ser hijos de Dios. Como los reyes magos
representan las razas de la tierra, ahora vemos que el bautismo es para
blancos, amarillos, negros… todos somos hermanos, hijos de Dios. Nadie es
más que otro, nadie es menos que otro. Es igual que sea moro o español,
indio o asiático. Cristo es de todos. Todos los hombres son iguales ante la
salvación de Dios. Pedro confiesa abiertamente que ahora comprende lo que
dicen las Escrituras, que Dios no hace distinciones y que el Evangelio no
puede detenerse ante las fronteras de ningún pueblo, raza o nación. Que así
sea. Amén.
Llucià Pou Sabaté