BAUTISMO DEL SEÑOR
Mt 3, 13-17
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
Lectio Divina
1. ¿CUÁL ES LA DIFERENCIA ENTRE EL BAUTISMO DE JESÚS Y NUESTRO
BAUTISMO?
El bautismo recibido por Jesús en el Jordán es un rito de penitencia para la remisión de
los pecados y, en cuanto tal, Jesús no tenía propiamente necesidad de él. La
manifestación del Padre con la bajada del Espíritu Santo, durante la cual es
proclamado “Hijo predilecto” (cf. Mt 3,27) y es investido de la misión profética, real
y sacerdotal, es la que lo lleva a tomar sobre sí nuestros pecados y los del mundo
entero. Es el inicio del bautismo de la Iglesia, del nuevo pueblo de Dios que, con
Jesús, sale del agua, sale de la esclavitud del pecado para entrar en la libertad de la
vida del Espíritu.
Por su parte el bautismo que nosotros hemos recibido de niños en el nombre de Cristo
es la revelación en nosotros del amor de la Trinidad, es el éxodo del pecado a la
nueva vida divina, es entrar a formar parte de la comunidad de la Iglesia, cuerpo
de Cristo, y así convertirnos en hijos de Dios a todos los efectos.
Todo bautizado es el hijo esperado sobre el que se posa el Espíritu del Señor. Y así
nosotros creyentes somos llamados, como la primera comunidad cristiana, a dar
testimonio del camino recorrido por Jesús, que es el único que salva al hombre y lo
conduce a la comunión con Dios.
Se trata de vivir un nuevo estilo de vida, que es identificación con una vida en Cristo y
en el Espíritu, a la que se accede en la fe, que se experimenta en el amor y, llena
de esperanza, se hace visible en la cotidianidad de la vida eclesial. Por tanto, una
vida de auténtica conversión a Dios y a los hermanos, que nos lleva a vivir una
existencia guiada por el Espíritu Santo.
ORACION
Señor y Padre nuestro, te damos gracias por el bautismo de Jesús, que nos ha
manifestado la plenitud del Espíritu sobre él. Es durante la teofanía que tuvo lugar
en el bautismo donde fue reconocido como Mesías. Según una tradición rabínica, el
Mesías debía permanecer desconocido hasta que lo revelase un hecho
extraordinario operado por ti (cf. Mt 24,23-27). Este hecho extraordinario ha sido la
obra del bautista. Así él ha podido manifestar que Jesús es aquel que posee el
Espíritu y puede hacer este don, prometido para la era mesiánica, a todos los
hombres.
Espíritu Santo, te damos gracias porque has consagrado a Jesús profeta y Mesías y te
has manifestado en él con plenitud, para que él pudiera derramar tus dones sobre
nosotros. Te pedimos nos hagas redescubrir el significado de nuestro bautismo
como don tuyo y del amor del Padre, para responder con coherencia de vida a los
compromisos que hemos asumido el día de nuestro renacer como hijos de Dios.
Haznos capaces de ser auténticos testimonios tuyos, sin manipulaciones y sin
compromisos de ningún género, para anunciar en nuestro mundo la liberación, la
justicia y la salvación que tú nos has dado a manos llenas. Haz que tu Iglesia sea
en el mundo signo de tu presencia, y forme una verdadera familia de hermanos,
unidos en la fe y la caridad evangélicas, con una vida dedicada a tu servicio y al de
los más pobres y necesitados.