Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Tiempo Ordinario, Año Par,
Semana No. 1, Miércoles
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Habla, Señor, que tu siervo te escucha * Aquí estoy,
Señor, / para hacer tu voluntad. * Curó a muchos enfermos de diversos males
Textos para este día:
1 Samuel 3, 1-20:
En aquellos días, el pequeño Samuel servía en templo del Señor bajo la vigilancia
de Elí. Por aquellos días las palabras del Señor eran raras y no eran frecuentes las
visiones. Un día estaba Elí acostado en su habitación; se le iba apagando la vista y
casi no podía ver. Aún ardía la lámpara de Dios, y Samuel estaba acostado en el
templo del Señor, donde estaba el arca de Dios. El Señor llamó a Samuel y él
respondió: "Aquí estoy. Fue corriendo a donde estaba Elí y le dijo: "Aquí estoy;
vengo porque me has llamado". Respondió Elí: "No te he llamado; vuelve a
acostarte. Samuel volvió a acostarse. Volvió a llamar el Señor a Samuel. El se
levantó y fue a donde estaba Elí y le dijo: "Aquí estoy, vengo porque me has
llamado". Respondió Elí: "No te he llamado, hijo mío; vuelve a acostarte".
Aún no conocía Samuel al Señor, pues no le había sido revelada la palabra del
Señor.
Por tercera vez llamó el Señor a Samuel, y él se fue a donde estaba Elí y le dijo:
"Aquí estoy; vengo porque me has llamado".
Elí comprendió que era el Señor quien llamaba al muchacho y dijo a Samuel:
"Anda, acuéstate; y si te llama alguien, responde: Habla Señor, que tu siervo te
escucha". Samuel fue y se acostó en su sitio.
El Señor se presentó y le llamó como antes: "¡Samuel, Samuel!" El respondió:
"Habla, Señor, que tu sirvo te escucha".
Samuel crecía, Dios estaba con él, y ninguna de sus palabras dejó de cumplirse; y
todo Israel, desde Dan hasta Berseba, supo que Samuel era profeta acreditado ante
el Señor.
Salmo 39:
Yo esperaba con ansia al Señor: él se inclinó y escuchó mi grito. Dichoso el hombre
que ha puesto su confianza en el Señor, y no acude a los idólatras que se extravían
con engaños. R.
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y en cambio me abriste el oído; no pides
sacrificio expiatorio, entonces yo digo: "Aquí estoy". R.
Como está escrito en mi libro: "Para hacer tu voluntad". Dios mío, lo quiero, y llevo
tu ley en las entrañas. R.
Marcos 1, 29-39:
En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de
Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron.
Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a
servirles.
Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y poseídos. La
población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos
males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les
permitía hablar.
Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar. Simón y
sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: "Todo el mundo te busca". El
les respondió: "Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también
allí; que para eso he venido". Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas
y expulsando los demonios.
Homilía
Temas de las lecturas: Habla, Señor, que tu siervo te escucha * Aquí estoy,
Señor, / para hacer tu voluntad. * Curó a muchos enfermos de diversos males
1. Un llamado en la penumbra
1.1 Samuel niño recibe el llamado de Dios en la oscuridad de la noche. Se ha dicho
que en la noche se apagan las luces y se encienden las voces, y es verdad que
desde un punto de vista físico oímos más en la quietud de la noche. La primera
enseñanza de hoy es que a menudo estaremos más dispuestos para oír las
inspiraciones del cielo si logramos sustraernos un poco de los intereses, ruidos y
ocupaciones de esta tierra. Por algo existen las casas de retiros.
1.2 El texto nos dice que “la palabra de Dios era escasa.” Notemos que escaso no
significa débil. La palabra de Dios no es débil porque sabe abrirse paso en medio de
las infidelidades de los hombres y llegar hasta Samuel. Esto es importante: Dios se
abrirá paso; Dios hallará un camino.
1.3 En segundo lugar, vemos que no es débil la Palabra porque todo lo que Samuel
habrá de pronunciar, aun siendo un criado en casa de Elí, es sumamente fuerte: la
devastación de la propia casa de Elí, entre otras cosas. De aquí aprendemos que la
fuerza de Dios no disminuye porque crezca su discreción.
2. Jesús, Médico de Almas y Cuerpos
2.1 A través de los siglos, quizá no haya otra imagen de Cristo que atraiga tantas
miradas como la de este hombre ocupado en traer salud a todos. Una y otra vez
veremos al Señor casi sepultado por montones de enfermos y enfermedades. Bien
se cumple que tomó sobre sí nuestras cargas. Y aunque pudiera parecer que en
nuestro tiempo la última palabra la tienen la medicina y la racionalidad científica,
basta que se anuncie un método milagroso para curar algo, y ya verás multitudes
que se apiñan para lograr un sorbo, un poco, un pedazo de salud.
2.2 Junto a todos los males del cuerpo, el texto de hoy nos habla de posesos.
Nuestro tiempo es más que escéptico sobre el tema, aunque por otro lado mucha
gente se siente víctima de males sobrenaturales: maldiciones, hechicería o cosas
semejantes. Lo cierto es que el evangelio nos presenta a Jesús liberando también
de esos otros males invisibles o menos visibles o explicables. El cuadro resultante
es conmovedor y apabullante a la vez: “cuando ya se había puesto el sol, le
llevaron todos los enfermos y poseídos del demonio; la población entera se apiñaba
a la puerta.”
2.3 Por otro lado, nos impresiona el vigor de este novísimo y fortísimo profeta, que
después de semejantes jornadas parece encontrar su descanso sólo en la intimidad
de la oración y en la unión con el Padre.
2.4 Y de la oración surge una resolución: “Vamos a otra parte, a los pueblos
cercanos, para predicar también allí, pues para esto he venido.” Es interesante
notar que Cristo no dice: “a curar”, sino “a predicar.” De este detalle entendemos
que las curaciones no eran un fin en sí mismas, sino un modo de anunciar lo que
también sus palabras anunciaban: el reino de Dios está cerca.