Fiesta. La Presentación del Señor (2 de febrero)
Padre Emilio Betancur
COMO MORIR EN PAZ
Según la ley la circuncisión del recién nacido, debía llevarse a cabo a los ocho días
de su nacimiento. Aunque no era necesario ir para este rito al templo de Jerusalén,
a Lucas le interesa subrayar la fidelidad de Jesús a la ley; además en el futuro la
misión de Jesús terminará con la destrucción del templo material y al templo
llegaba toda la gente para escuchar a Jesús. “De improviso entrará en el santuario
el señor, a quienes ustedes buscan, el mensajero de la alianza a quien ustedes
desean. Miren: ya va entrando, dice el se￱or de los ejércitos… Entonces agradará al
se￱or la ofrenda de Judá y de Jerusalén” (Primera lectura). Jesús se identifica con
el ángel de la alianza que el día de la presentación es traído por sus padres al
templo. Él restablece la alianza, la inseparabilidad entre la fe, primera tabla, y la
justicia, segunda tabla. “Así libera a aquellos que, por el temor a la muerte viven
como esclavos toda su vida… Él mismo que fue probado por medio del sufrimiento,
puede ahora ayudar a los que están sometidos a la prueba”. (Segunda lectura)
VER AL SALVADOR.
Simeón no quería morirse sin ver al salvador de Israel; antes se fue a buscarlo al
templo. Particularmente se caracteriza a Simeón como un israelita, buen
representante de la religiosidad judía por cumplir piadosamente con la ley y justo
por su esperanza del Mesías salvador de Israel, a quien ahora recibía en sus manos.
Su espíritu profético le permitía explicar el sentido del rito de presentación que se
estaba celebrando y que finalizó no en términos religiosos o devocionales sino en
una expresi￳n de fe, es decir, de acci￳n de gracias. “Se￱or ya puedes dejar morir
en paz a tu servidor, según lo que me habías prometido, porque mis ojos han visto
a tu salvador, al que has preparado para bien de todos los pueblos, luz que alumbra
a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel” (Evangelio).
Lucas hace un paralelo entre Simeón, que esperaba la consolación de Israel y Ana,
piadosa y justa como él, quien estaba a la expectativa de la liberación de Jerusalén:
“Ana, de ochenta y cuatro a￱os signo de sabiduría, no se apartaba del templo
sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Ana se acercó en aquel momento dando
gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de
Israel.” (Evangelio).
¡QUÉ CONTRADICCIÓN!
En el templo Simeón, Ana, hija de Fanuel de la tribu de Aser, Zacarías e Isabel son
testimonios de Jesús como niño judío. María y José se admiran de la historia de
salvación anunciada por Simeón, y la contradicción de Israel ante la posibilidad de
recibir al Mesías o de rechazarlo, “revelando así el pensamiento de muchos
corazones”. Sime￳n advierte sobre el sufrimiento de la madre por la misi￳n del
Hijo, signo de contradicci￳n en Israel, “esa es la espada que le atravesará el alma”.
A la misión de Jesús, desde ahora señalada por el sufrimiento y la división, ha sido
asociada María.
Con las experiencias salvíficas de Belén, Egipto, Galilea y Jerusalén presentando al
Mesías en el templo, María y José regresan a Nazaret donde acompañan el
desarrollo físico y de sabiduría de Jesús. “El ni￱o se hacía fuerte llenándose de
sabiduría”, “la gracia de Dios estaba con él” (Evangelio).
FIESTA DE LA VIDA
Hoy en no pocas comunidades cristianas las parejas tienen la costumbre de
presentar los hijos a Dios, para dar gracias por el mayor don de Dios que es la vida,
para dar gracias los padres por la procreación que es la más bella colaboración con
el Dios de la vida; y comprometerse con la calidad humana y el cuidado con la vida
de Dios que está en los hijos. El signo de ese compromiso es la procesión de la luz
y los cirios que nos llevamos a casa para recordarnos que todo hogar donde se
cuida y crece, por el testimonio de los padres, la fe de los hijos se llama
“Candelaria”.
Es un recuerdo también del cirio del bautismo signo de la muerte y resurrección de
Jesús que como semilla de la vida eterna está en nuestro corazón, donde el Espíritu
de Jesús ilumina nuestra vida y clama por nuestros labios: “Abba, padre.”.
Roguemos al Señor todas las comunidades o instituciones que están bajo la
protección de la virgen de la Candelaria y las personas que llevan este nombre,
para que la virgen sea luz en sus caminos.