IV Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Sábado
Lecturas bíblicas
a.- 1Re.3,4-13: Da a tu siervo un corazón dócil para gobernar a tu pueblo.
b.- Mc. 6, 30-34: Retorno de los discípulos. Andaban como ovejas sin
pastor.
Los apóstoles regresan de su misión y narran a Jesús, lo que habían hecho y
enseñado (v.30). El evangelista recalca la tarea de enseñar que tendrá más tarde la
Iglesia, comunicar la fe por medio de la catequesis. Da la impresión que la misión
fue un éxito, lo que explicaría la muchedumbre que los recibe. Son presentados
como los apóstoles, los enviados, pero con un fuerte significado de los primeros
misioneros del Evangelio (cfr.1Cor.12, 28;15, 7.9; Ef. 2,20; 3,5; 4,11; Mc.6,30;
Jn.13,16). Enseñaban, es decir, cumplían la misma tarea de Jesús y que para la
Iglesia primitiva tendrá tanta importancia. La invitación de Jesús a descansar a un
lugar tranquilo va revelando su actitud: retirarse de Galilea porque no encontró la
fe que esperaba, se recoge en un círculo, más íntimo, de sus discípulos. Modelo de
fe para la primitiva iglesia que unirá a la acción misionera, catequética, los tiempos
de recogimiento y meditación (cfr. Mc. 6, 45; 7, 24; 8, 10). Actividad y
recogimiento, son parte esencial de la vida cristiana (cfr. Lc.10, 38-42). Se destaca
la atracción que ejerce Jesús sobre las muchedumbres, puesto que le siguen al
lugar de su descanso, lo invade la compasión, porque andaban como ovejas sin
pastor (v.34). No hay aquí sólo un sentimiento de compasión de su parte, sino una
imagen bíblica con profundo significado para los judíos. Moisés pide a Dios un
pastor para su pueblo Israel (cfr. Nm. 27, 17) y Dios le concedió a Josué, para que
la comunidad no quedase como rebaño sin pastor. Ezequiel, en su discurso a los
pastores, se queja de los que ha tenido Israel, ahora es Yahvé, quien buscará a las
ovejas perdidas y recogerá las descarriadas, sanará a las enfermas y dará vigor a
las débiles y conservara a las sanas (cfr. Ez. 34, 16). Ahora es Jesús quien cumple
con esa función de pastorear a su pueblo. Hay un promesa para el final de los
tiempos: “Yo suscitaré para ponérselo al frente un solo pastor que las apacentará,
mi siervo David: él las apacentará y será su pastor.” (Ez. 34,23). Jesús, lo vemos
como el Mesías prometido, que defiende la obra de Dios. Pero se recuerda otra
profecía: “Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas” (Ez. 14, 27; Zac. 13, 7). En
este pasaje se contempla la Iglesia primitiva y de hoy, porque Jesús ha sido
establecido como el único Pastor de su pueblo. Jesús se vuelve, una y otra vez a su
pueblo, la Iglesia, la enseña y la conduce, la alimenta y conserva por la acción de
su Espíritu y sus legítimos pastores (cfr. Jn.10). Hoy, más que descarriadas las
muchedumbres, tienen otros intereses, mejores o más rentables que los del
Evangelio. La tarea de todo cristiano será invitar a participar en la vida de la Iglesia
a toda persona, con una ferviente acción misionera constante a todos los hombres
de buena voluntad a escuchar la Palabra de Dios, a nutrirse de los Sacramentos,
especialmente de la Reconciliación y Eucaristía, que hacen de la oración un
verdadero diálogo con Dios y el prójimo.
S. Teresa de Jesús, en el horizonte místico de su vida descubre en Jesús al Buen
Pastor que con voz atrae a las almas a entrar en su castillo interior, dentro de sí:
“Visto ya el gran Rey, que está en la morada de este castillo, su buena voluntad,
por su gran misericordia quiérelos tornar a sí, y, como buen pastor, con un silbo tan
suave que aun casi ellos mismos no lo entienden, hace que conozcan su voz y que
no anden tan perdidos sino que se tornen a su morada. Y tiene tanta fuerza este
silbo del pastor que desamparan las cosas exteriores en que estaban enajenados y
métense en el castillo.” (4M 3,2)
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD