Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Febrero 2
Fiesta de la Presentación del Señor
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis
* El Señor, Dios de los ejércitos, es el Rey de la gloria. * Tenía que parecerse en
todo a sus hermanos * Mis ojos han visto a tu Salvador
Textos para este día:
Malaquías 3,1-4:
Así dice el Señor: "Mirad, yo envío a mi mensajero, para que prepare el camino
ante mí. De pronto entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis, el
mensajero de la alianza que vosotros deseáis. Miradlo entrar -dice el Señor de los
ejércitos-. ¿Quién podrá resistir el día de su venida?, ¿quién quedará en pie cuando
aparezca? Será un fuego de fundidor, una lejía de lavandero: se sentará como un
fundidor que refina la plata, como a plata y a oro refinará a los hijos de Leví, y
presentarán al Señor la ofrenda como es debido. Entonces agradará al Señor la
ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días pasados, como en los años
antiguos."
Salmo 23:
¡Portones!, alzad los dinteles, / que se alcen las antiguas compuertas: / va a entrar
el Rey de la gloria. R.
-¿Quién es ese Rey de la gloria? / -El Señor, héroe valeroso; / el Señor, héroe de la
guerra. R.
¡Portones!, alzad los dinteles, / que se alcen las antiguas compuertas: / va a entrar
el Rey de la gloria. R.
-¿Quién es ese Rey de la gloria? / -El Señor, Dios de los ejércitos. / Él es el Rey de
la gloria. R.
Hebreos 2,14-18:
Los hijos de una familia son todos de la misma carne y sangre, y de nuestra carne y
sangre participó también Jesús; así, muriendo, aniquiló al que tenía el poder de la
muerte, es decir, al diablo, y liberó a todos los que por miedo a la muerte pasaba la
vida entera como esclavos. Notad que tiende una mano a los hijos de Abrahán, no a
los ángeles. Por eso tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo
sacerdote compasivo y fiel en lo que a Dios se refiere, y expiar así los pecados del
pueblo. Como él ha pasado por la prueba del dolor, puede auxiliar a los que ahora
pasan por ella.
Lucas 2,22-40:
Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de
Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito
en la ley del Señor: "Todo primogénito varón será consagrado al Señor", y para
entregar la oblación, como dice la ley del Señor: "un par de tórtolas o dos
pichones."
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso,
que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había
recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al
Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Cuando entraban con el
niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en
brazos y bendijo a Dios diciendo: "Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a
tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has
presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu
pueblo Israel." Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del
niño. Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre: "Mira, éste está puesto para
que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así
quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el
alma."
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una
mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda
hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios
con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y
hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.
Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea,
a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de
sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.
Homilía
Temas de las lecturas: Entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis
* El Señor, Dios de los ejércitos, es el Rey de la gloria. * Tenía que parecerse en
todo a sus hermanos * Mis ojos han visto a tu Salvador
1. La Mansedumbre de un Día Grande
1.1 Malaquías, como tantos otros profetas del Señor, hasta Juan Bautista inclusive,
anunció un Día descrito con vigorosos y turbadores trazos. Un Día con D mayúscula
en el que no quedaba claro quién podría resistir y quién no. El Día de refinar los
corazones y hacer aparecer la verdad de cada uno frente a Dios. Para ese Día,
anuncia este profeta, el Señor entrará en su santuario.
1.2 Y el Señor entró en su Santuario. Es lo que celebramos hoy: Jesús entra en el
templo. Y sin embargo, su entrada es humilde y reconocida sólo por unos cuantos
humildes. Aparentemente una contradicción con el mensaje tremendo que venía de
los profetas: se anunciaba fuego y llegó calidez; se anunciaba juicio y llegó
salvación; se anunciaba temor y llegó mansedumbre. ¿Por qué?
1.3 Antes de intentar una respuesta, estaremos de acuerdo en un punto: cuánto
hemos ganado con estos cambios. ¡Cuán preferibles y saludables son para nosotros
esa calidez, esa mansedumbre y esa salvación! Bien está el anuncio del juicio que
despierta la conciencia, pero mejor es el evangelio de la conversión y aquello de
"no he venido por los justos sino por los pecadores". Bien está el santo temor, que
nos libera del cinismo y apaga los ardores de las pasiones inmundas, pero mejor la
mansedumbre que nos atrae al bien, a la pureza y a la reconciliación. Bien está el
fuego, que refleja el celo por la causa divina,, pero mejor la calidez que acoge al
hombre peregrino, agotado del camino y hastiado de sí mismo.
1.4 Sin embargo, sería miope quedarnos sólo con lo que nos "conviene". Toda la
ternura de Cristo es también toda la manifestación de un amor que ya no permite
mentir; un amor frente al cual tendremos que comparecer sin posibilidad de decir:
"no entendí..."; "me asusté..."; "me distraje...". La absoluta generosidad de Dios
significa la absoluta verdad del encuentro con Él. ¿Y hay algo más terrible que
comparecer sin disculpas ante el Amor?
2. Los Pobres
2.1 No debemos perder de vista la ofrenda del Hijo de Dios: dos tórtolas; es la
ofrenda de los pobres (cf. Lev 5,7; 12,8). Cristo es el embajador de todos los que
no tienen que ofrecer, y la pobreza de su ofrenda bien resume lo que todos
nosotros somos ante Dios. También nos indica en su sencillez quiénes son los que
más a menudo veremos en la Casa del Señor...
2.2 Lucas nos presenta, pues, una escena, un cuadro imbuido de pobreza. No es el
primero ni el último de su Evangelio. Sin duda, los pobres tienen un lugar
privilegiado en su rica cristología tan cercana a otros temas hermanos: la alegría, la
acción del Espíritu Santo, el lugar de la mujer. Entre estos temas típicamente
lucanos hay una interrelación que uno aprende a reconocer y a disfrutar.
2.3 Por eso la exultación de aquel Simeón, que, además de pobre tenía esa otra
pobreza que es la ancianidad, vecina de la muerte. A este hombre, doblemente
pobre, Cristo Bebé le da una doble alegría: la de la salvación y la de un descanso
en la paz y en la luz. Emocionante encuentro entre el amanecer y el ocaso, entre un
bebé y un anciano, entre la vida que declina y sólo pide un cobijo de paz, y la vida
que despunta y regala de su esplendor y su luz. ¡Qué bello es Cristo! ¡Qué hermosa
es la Luz de este día, con razón iluminado por la liturgia de las candelas!