FIESTA DE LA PRESENTACION DEL SEÑOR EN EL TEMPLO
(2 de Febrero)
Jornada de la Vida Religiosa
Lecturas bíblicas
a.- Ml. 3, 1-4: Entrará en el santuario, el Señor a quien vosotros
buscáis.
El autor sagrado está preocupado por responder a los creyentes el escándalo
que produce el éxito de los impíos, ricos y opresores, y el dolor y sufrimiento
de los buenos. Escribe una vez regresados los judíos del exilio babilónico. De
ahí que anuncie el “Día de Yahvé” (Ml.3, 23), cuando Dios hará desaparecer el
mal para siempre y a los fieles una vida mejor. El profeta ve el cumplimiento
de este anuncio cuando contempla a Yahvé estará en su templo de Jerusalén
(v.1), y las naciones subirán a ofrecer en él un sacrificio agradable a Dios. El
profeta anuncia que Dios vendrá a tomar posesión de su templo. El mensajero,
que prefigura a Juan Bautista (cfr. Mt.11, 10; Lc.7,27), o el Ángel de la
Alianza, son formas de designar al propio Yahvé, que lleva a delante su obra
de purificación con fuego y lejía, fundir y purgar (vv.2-3), comenzando por los
sacerdotes que sirven en el templo, para hacer gratas a Dios, las oblaciones y
sacrificios, porque en definitiva, el pueblo será lo que Dios espera de él, como
en los años remotos (v.4). Con esta visión la escatología profética, se llega a
idea de la retribución individual, donde los justos verán el castigo merecido de
los impíos. Este pasaje es de actualidad, porque muchos injustos, gozan en
esta vida, mientras los pobres sufren, y el silencio de Dios, retarda su venida
en el corazón de los fieles. La fe en su actuar, y la esperanza en su venida, a
pesar de la visión oscura de la realidad que nos circunda, creemos que Dios es
luz y amor, que viene a iluminar, purificar y crear comunión en su pueblo.
b.- Hb. 2, 14-18: Tenía que parecerse en todo a sus hermanos.
Se destaca la cercanía de Cristo, en el contexto de su condición de Sumo
Sacerdote, con los que creen en ÉL, los que redimió del pecado y la muerte.
Jesús es de los nuestros, comparte nuestra naturaleza humana, no se
avergüenza en llamarnos hermanos (cfr. Hb. 2, 11. 14). La Encarnación, es el
contenido de la Navidad: Dios con nosotros. Asume todo el caudal humano.
Vivir en familia, las penas y alegrías, sufrimientos y limitaciones, el dolor y la
muerte. Aceptó al hombre pecador, limitado, como al bueno y justo; Jesús
asume al hombre como hermano, desde aquel que lo acepta como tal, como a
quien lo rechaza y traiciona, hasta quien lo lleva a la muerte. A todos los
habló de perdón y amor misericordioso como palabra del Padre, de una verdad
que hay que encontrar en ÉL, un camino que traza y lleva a la Cruz gloriosa y
vida nueva resucitada. Desde Belén, Jesús experimentó la angustia de muerte,
salvó la vida, por el cuidado de sus padres, hasta la muerte de Cruz, síntesis
de todos los sufrimientos humanos (cfr. Hb.2,9-10); angustia del hombre que
se estremece, ante los infinitos deseos de vida y felicidad que siente, pero
limitado por la realidad y que la muerte amenaza de no convertir en una
realidad esos deseos tan profundos. El débil Niño de Belén, es comienzo donde
lo humano y divino, la fuerza redentora del amor se hace presente en todo su
misterio, revelado a algunos, ignorado por otros. La experiencia humana vivida
por Jesús, sufrimientos e incomprensiones lo lleva a la perfección, a la gloria, y
a la comunión con Dios por medio de su misterio pascual, liberando al hombre
de la angustia de la muerte (cfr. Hb.2, 9-15). Asumiendo la vida, es como el
hombre se entrega a Dios, encontrando en ÉL vida verdadera. Si vivimos en
Dios aprendemos a amar la vida, y al prójimo, como es, menos el pecado que
es muerte; Belén es vida porque ahí está Jesús, lo mismo que en el templo
donde hoy se presenta.
c.- Lc. 2, 22-40: Mis ojos han visto a tu Salvador.
El evangelio, nos narra la presentación del Niño Jesús en el templo, la
purificación de María (vv. 22-28), el cántico y profecía de Simeón y de Ana
(vv. 29-40). La Ley establecía la purificación de la madre, después de dar a
luz (cfr. Lv.12, 1-4). Quizás el mejor sentido de purificación de la madre, se
refiera también a la consagración del Niño, que a diferencia de los animales,
ellos eran ofrecidos, el hijo primogénito siempre era rescatado (cfr. Ex. 13,12;
13,14ss); su precio eran cinco siclos (cfr. Nm. 3, 47). Sus padres entregaron
la ofrenda de los pobres, es decir, un par de pichones (cfr. Lev. 12,6-8). Jesús
fue presentado al templo, lo que equivalía a consagrarlo a Dios, hacerlo
posesión suya, como Samuel, Juan Bautista (cfr.1Sam.1,28; Lc.1,35ss). El
sentido pleno de esta ofrenda se comprenderá cuando el Hijo suba a la Cruz,
donde no es sustituido, y muere por la salvación de la humanidad, como el
auténtico primogénito. La presentación en el templo, manifiesta lo que estaba
oculto a Israel acerca de ÉL, lo mismo que los pastores de Belén, proclamaron
en su venida. Ahora que Jesús ha sido ofrecido al Padre, como respuesta,
envía el Espíritu Santo sobre Simeón y Ana, que dan testimonio salvífico,
profetizan acerca de este Niño. El anciano Simeón, varón justo, temeroso de
Dios, aguardaba el consuelo de Israel, la salvación mesiánica, y a Aquel que la
debería traer (cfr. Is. 49,13). Es un profeta, Dios le ha dado, antes de morir,
ver cumplido su deseo, conocer al Mesías de Dios, el Ungido del Señor (vv. 26-
33). Simeón movido por va al templo, penetrado de la fe, toma en sus brazos
al Niño y bendice a Dios; lo acoge con cariño y amor, su fe penetra el misterio
salvífico y el fin, es la alabanza de Dios, la bendición de Aquel que es fuente de
toda bendición. El cántico de Simeón, vespertino en su vida, es la respuesta a
la revelación que acaba de recibir acerca de este Niño. Lo sostiene la palabra
profética, que ha sido interpretada a la luz de los hachos salvíficos
(cfr.Is.40,5; 42,6; 46,13; 52,10). Ahora Simeón satisfecho su deseo, ver al
Mesías, puede partir de la vida en paz. Jesús, es el enviado por Dios, la
salvación a la vista de todos los pueblos (cfr. Is. 52,10). Este Niño que tienen
en sus brazos, es Luz para iluminar a todas las naciones (cfr. Is. 60,1-3; 49,6;
42,6). La salvación alborea no sólo sobre Israel, sino también sobre las
naciones paganas. Son atraídas por esta luz los pueblos gentiles, vienen al
pueblo de Dios, para ser iluminados, donde habita el Salvador. Israel adquiere
gloria por la presencia de Jesús en medio de ellos, resplandor de Dios, por lo
que las naciones glorifican a Israel. Jesús es salud para todos los pueblos,
porque la pueden ver, como lo había anunciado el profeta (cfr. Is. 3,6; Hch.
28,28). José y María, quedan maravillados de lo que escuchan acerca del Niño
(v. 33). Finalmente los dos ancianos profetas Simeón y Ana profetizan acerca
de este Niño Jesús, sobre el cual Israel deberá tomar una decisión: si uno está
con ÉL será salvado, quien está en contradicción, cae en la perdición (cfr.
Is.8,14; 28,16; 65,2; Rm.10,21;Hch.7,21). La suerte del Hijo toca a la Madre
hasta llevarla al pie de la cruz, donde la espada atravesará su alma,
consecuencia última de la contradicción. El dolor de la Madre y la
contradicción del Hijo tienen una clara finalidad fijada por Dios: quedarán al
descubierto, las intenciones de muchos corazones, ante la señal que es Jesús
(v. 35; Jn.3, 19). Mayor contradicción será el Crucificado, pero María, la Madre
estará junto a Él; la verdadera contradicción es la humanidad de Jesús, donde
la obediencia de los suyos es entrega, en cambio, la desobediencia de sus
enemigos que lo acompañarán en el Gólgota, será seria contradicción (cfr. Lc.
4,22; 7,23; 23,35; Lc. 23, 35-46). Concluye todo con la palabra de la profetiza
Ana, testigo de la hora de gracia vivida en el templo; apóstol de la liberación
que trae el Redentor. Una nueva Luz brilla en Jerusalén, porque Jesús está en
medio de ellos, pero brillará más cuando sea exaltado a la gloria del Padre,
entonces el nuevo pueblo de Dios se reunirá, y de ahí partirán llevando el
mensaje de salvación de Cristo a las naciones de la tierra.
Teresa de Jesús, nos invita a poner los ojos en el Niño Jesús, que su luz
ilumina nuestro camino, nuestra vida. Caminemos hacia Belén. “Los ojos en El
y no hayan miedo se ponga este Sol de Justicia (cfr. Mal. 3, 20), ni nos deje
caminar de noche para que nos perdamos, si primero no le dejamos a Él.” (V
35,14).